miércoles, 22 de octubre de 2014

La bendición de la tierra. Knut Hamsun.

Segunda reseña de Knut Hamsun consecutiva, pero es que cuando encuentro un autor que me arrebata procuro abarcar toda su obra. Próximamente abordaré Hambre.
Curiosamente, a mi modo ver, la novela no tiene nada que ver con Pan, ni en cuanto a contenido ni en cuanto a forma. Cuesta  imaginar cambio semejante de registro. Y sin embargo las dos historias me han apasionado.
Comienza La bendición de la tierra con un motivo que atrapa al lector de buena voluntad. Un hombre entra en posesión de un trozo de tierra inhabitada en las zonas boreales de noruega, ciénagas, piedras y frío. Sobrevive a las dificultades y, año tras año, con esfuerzo y frugalidad, aumenta sus riquezas pasito a paso, en un proceso narrado de manera exquisita. Aquí entran en escena mis recuerdos y mi educación, la correspondencia entre hombre honrado y trabajador que mi padre me inculcó.
Frente a la estética innovadora que destaca en Pan nos encontramos ahora con una narración más tradicional y romántica, una tercera persona omnisciente que nos cuenta la progresión de una granja, como si de una saga familiar se tratara. Hay un algo que siempre está en las novelas de Knut Hamsun, un aire de amenaza, un sentimiento de que la desgracia está a punto de caer sobre los hombres humildes y buenos.
Cierto que a mitad de la historia aumenta el número de personajes y los hijos adquieren protagonismo, así como que el páramo que comenzara a labrar Isak en solitario recibe nuevos colonos. La historia no pierde en ritmo pero se deslabaza en historias paralelas, flojea en cierto modo cuando la familia se enriquece y se pierde ese agradable sabor del progreso a costa del esfuerzo.

De hecho, Isak sólo entendía de trabajar en lo suyo. Se había convertido en un hombre rico, dueño de una extensa propiedad, aunque de todo ese dinero contante y sonante que la suerte le había concedido hacía poco uso: se limitaba a guardarlo…
Eleseus, que sabía más, había aconsejado a su padre que metiera el dinero en el Banco. A lo mejor era lo más sensato, pero el asunto se fue posponiendo hasta el punto de que tal vez nunca se llevara a cabo.

Isak, Inger, Oline, Os-Anders, Sivert, Eleseus… Los nombres de los protagonistas los recordaré durante mucho tiempo. Luego cada cual se quedará con su favorito. Yo me quedo con Oline, la mentirosa zaína, aduladora, cizañera y astuta.

Es imposible discutir con Oline, no hay manera de razonar con ella. Nunca se da por vencida, y nadie como esa vieja sabe mezclar lo terrenal y lo celestial en un caos total de amabilidad y de maldad, de sandeces y de veneno.

Fue como si una sola urraca hubiese presenciado que algo se depositaba allí y luego hubiera sido incapaz de cerrar el pico, como les suele ocurrir a los seres humanos.

Otros personajes tan peculiares como Brede también se me han quedado grabados:

Suerte que el bueno de Brede nunca se dejaba llevar por el desánimo durante mucho tiempo. Ésa era su mayor virtud, su encanto.

Y luego está el romanticismo germano. Me atrevo a entroncar esta literatura con la de Thomas Mann y Hermann Hesse. Probablemente me equivoque porque no soy experto en nada, pero para eso se trata éste de un blog de clásicos sin academicismos. La colonización de los páramos noruegos nos traslada a una era pretérita y a la vez cercana, parece que estemos en la Edad Media cuando de pronto se instalan las líneas del telégrafo, o Isak compra la primera cosechadora de la comarca. Como muestra un botón:

De la luna les enseñó que cuando podían cogerla con la mano izquierda era creciente y que cuando podían cogerla con la derecha era menguante.

El otoño está empezando, en el bosque todo se vuelve silencioso; allí se alzan las montañas, el sol también, por la noche saldrán la luna y las estrellas, todo sigue su curso, todo está lleno de amabilidad…

Para los que quieran introducirse con Knut Hamsun considero esta obra mucho más fácil de leer que Pan, aunque su extensión es por lo menos 5 veces mayor. Se trata de una obra más bien larga. A mí no me gustan las novelas de larga extensión pero con ésta he disfrutado una barbaridad. No os la perdáis. Para mí Knut Hamsum supone el descubrimiento del año.


miércoles, 8 de octubre de 2014

Pan. Knut Hamsun.





Cora, ¡estate quieta, me oyes, si te mueves te mato!

De nuevo cometo algún que otro error, piso terreno desconocido y no siempre sé cómo responder a las atenciones, a veces hablo sin coherencia o permanezco mudo, y eso me apena.

Estaba tan falto de sueño y tan extenuado que hablaba de un modo fútil e incontrolado.

Me levanto, cargo la escopeta, aprieto el cañón contra el empeine del pie izquierdo y disparo. El tiro me atraviesa el pie y perfora el suelo.

Desde el primer momento me fascinó la prosa romántica de Knut Hamsun, el aire de violencia latente que lo impregna todo y el clima nórdico, el sol que nunca se pone. Por momentos me recordó al Herman Hesse más romántico.

Llegué a su lectura a través de twitter y abordé la novela sin teoría previa, acción que nunca me cansaré de recomendar. Posteriormente acudí a la red para saber algo más del autor, 92 años de vida y de escritura compulsiva. Premio Nobel de Literatura en 1920 pero popularidad mermada debido a su adhesión pública al régimen nazi y a la figura de Hitler. A causa de todo ello Knut Hamsun fue ninguneado y hoy en día no existe en Noruega una sola calle o plaza importante con su nombre. Pese a ello, autores de la talla de Thomas Mann, Herman Hesse, Ernest Hemingway, Henry Miller o Kafka lo consideraron un maestro.

¿Que si lo recomiendo? Yo abundaré en sus novelas pero solamente lo recomiendo a aquellos que buscan algo diferente. La prosa es magnífica, innovadora, a veces romántica, siempre inquietante, concisa. La profundidad psicológica es peculiar, sorprendente en su definición de seres extraordinarios a la vez que insociables.