lunes, 2 de noviembre de 2015

Lord Jim - Joseph Conrad



Así empieza Joseph Conrad hablando de su propia obra en la “Nota del autor”.
Cuando esta novela apareció por primera vez en forma de libro, se esparció por ahí la idea de que me había dejado devorar por la historia. Algunos críticos mantenían que la obra, planteada originalmente como narración breve, se le había ido de las manos al autor. Uno o dos de ellos descubrieron pruebas de ese hecho en el texto mismo, lo que pareció divertirles. Señalaron entonces las limitaciones a que está sujeto el formato de la narración. Argumentaban que nadie podía pretender que un hombre no parara de hablar, mientras otros no cesaban de escucharle. No resultaba, según decían, muy creíble.

En la misma “Nota del autor” reconoce Conrad cierto favoritismo hacia esta novela entre todas las suyas. A mi modo de ver es la mejor, la que define de forma más completa al propio Conrad como hombre.


Se había echado hacia atrás y temblaba de pies a cabeza con las carcajadas. En toda mi vida no he oído nunca algo tan amargo como aquel ruido. Cayó como una plaga mortal sobre toda aquella charla insustancial en torno a burros, pirámides, bazares y toda la parafernalia propia de los turistas. Las voces decayeron a lo largo de la oscura galería, las pálidas manchas que eran rostros se giraron hacia nosotros, de común acuerdo, y el silencio se hizo tan profundo que el límpido tintineo de una cucharilla que cayó sobre el suelo de mosaico de la terraza resonó como un pequeño y plateado chillido.
-No debe reírse así con toda esa gente por aquí –le reproché–…

He elegido este párrafo de la novela, pero podría haber seleccionado cientos.
Por azares del destino, mi primer acercamiento a Conrad vino de la mano de Lord Jim, con veinte añitos más o menos. Recuerdo que lo leí a saltos, tragándome las metáforas y las digresiones que ahora tanto me gustan. Con tanta avaricia guardo los subrayados que en esta ocasión, tercera o cuarta lectura, he tenido que utilizar el color rojo. Me congratulo de comprobar que, pese al paso del tiempo, vuelvo a detenerme en los mismos lugares, en la personalidad irresistible de Jim. ¿Será el propio Conrad? A mí no me cabe la menor duda de que lo es, pero ¿a quién le importa? Desde luego que Conrad, y esto sí que importa, sabe narrar, refleja como pocos el alma humana.

Luego leí más cosas de Conrad, El negro del Narcissus, Tifón, La línea de sombra, Victoria, El corazón de las tinieblas, Con la soga al cuello… Con otras no pude, por falta de tiempo, porque pertenecían a la biblioteca y no a “mi Biblioteca”, porque no me apeteció acercarme a ellas o quizás porque no me parecieron tan buenas. Me ha pasado también con otros de mis novelistas preferidos, de los cuales no me interesa conocerlo todo porque me basta con releer una o dos de sus novelas. El corazón de las tinieblas es un relato exquisito, y circula en la misma línea que Lord Jim y otros, pero quizás tanta fama ha encendido mis prejuicios, cosas mías.

Además de Lord Jim me gustaría destacar también Con la soga al cuello…, que ocupa un lugar de honor entre mis lecturas por su perfección técnica. Quizás a algunos no les llame la atención la trama, ni el sentido del honor, pero aquellos que gusten de detenerse en el andamiaje de una novela la disfrutarán, aunque aviso, no me hagáis mucho caso porque soy un lector un tanto caprichoso.

Leer a Conrad no es fácil. ¿Por qué tendría que serlo? Los genios de la literatura pretenden escribir bien. Claro que pretenden abrazar al máximo número de lectores posible, (que se lo pregunten a Cervantes), pero al mismo tiempo pretenden también alimentar el alma, o cuando menos aliviar el sufrimiento de la suya propia. Jim no es más que la historia de un hombre torturado por su pasado. Seguir a Jim a través de sus peripecias puede resultar complicado, a veces hasta pesado, pero si logras, lector, franquear esa línea de sombra, te convertirás, probablemente, en uno de sus incondicionales seguidores y, de alguna manera, Lord Jim dejará huella en ti, como ya lo hizo en mí.


Cada buen lector va formándose en torno a unos cuantos escritores por los que siente una predilección especial, aquellos con los que, de una manera u otra, se identifica. Se trata de lecturas que nos hacen ser, que nos forman. Quizás se trate del aporte único de la Literatura, cuando, en la soledad de la lectura, descubrimos que no estamos solos en el mundo.

Jim es el piloto del Patna, un viejo vapor que carga a bordo a 700 pasajeros, peregrinos hacia La Meca. A medio recorrido, en medio del mar y en plena noche, pasa por encima del casco de un barco hundido. En medio del pánico la tripulación abandona a los 700 peregrinos a su suerte, que ni se enteran de lo que ha pasado. La suerte quiso que el barco no terminara por hundirse y que no hubiera muertos. Cuando la tripulación del barco es rescatada son juzgados. La noticia se extiende pero solamente un hombre sentirá vergüenza por lo sucedido, Lord Jim. El relato se centra en su necesidad de redención, en su huida.

Yo creo que se habla mucho de Conrad, se le cita mucho pero apenas se le lee. Entiendo que no se trata de una lectura fácil. Lord Jim se lee poco y, pese a quien le pese, pasará a la historia como uno de esos locos que ponen la Justicia por encima de sus propias vidas, un loco, al fin y al cabo, como un tal Alonso Quijano.
 
Lord Jim es llevada al cine