He
comenzado por este párrafo como podría haberlo hecho por muchos otros. Mis
lecturas de McCarthy están repletas de notas. Dicho fragmento apunta bien al
título, ese contexto general de violencia generalizada que envuelve a la
sociedad norteamericana actual. Por otro lado, también podría haber comenzado
con un fragmento cualquiera que definiera el paisaje desértico de la frontera
mexicana, o con una de esas fabulosas descripciones que se deleitan en
describirnos el detallado funcionamiento de cualquier mecanismo, de las armas
de fuego por ejemplo.
El
rifle tenía un gatillo Canjar ajustado a nueve onzas y Moss acercó el rifle y
la bota con sumo cuidado y apuntó de nuevo y elevó ligeramente la cruz del
retículo sobre la grupa del animal que estaba más encarado a él. Conocía la
caída exacta de la bala en incrementos de cien yardas. Era la distancia lo que
no estaba claro. Apoyó el dedo en la curva del gatillo. El diente de jabalí que
llevaba colgado de una cadena de oro rebotó en las piedras a la altura de su
codo.
El
aire de escepticismo es tremendo, pero como en todas sus novelas la muerte y la
vida van unidas, como las dos caras de una misma moneda. Mejor que hable el
propio McCarthy. Transcribo aquí parte de una entrevista que se encuentra
fácilmente en la red:
«-
¿Es el pesimismo una característica de su literatura?
Soy
pesimista, pero no infeliz. No me levanto por las mañanas y gimoteo. Creo que
el mundo tiene problemas y que los tiempos que corren son difíciles. No me
refiero solo al tema financiero, que estoy seguro preocupa a mucha gente que no
puede pagar sus cuentas y tienen hijos que criar. Ahora mismo, son tiempos muy
peligrosos para el mundo, no sabemos lo que va a pasar. Si alguien viniese de
otro planeta y les enseñásemos una corta versión del siglo XX... Es de locos.
No hay ninguna razón para pensar que las cosas van a mejorar y que todo acabará
felizmente, eso me parece improbable.
-
No obstante, en su obra hay un atisbo de valores positivos encarnado en la
juventud. La juventud que acaba barrida por el mundo adulto.
Creo,
por ejemplo, que mucha gente piensa que La carretera es un libro muy
deprimente, pero la verdad es que la historia trata sobre el amor entre el
padre y el hijo. Creo que si el libro intenta reflejar algo es enseñar ese amor
bajo las peores circunstancias. Si tú realmente quieres a alguien, si realmente
quieres a tu hijo, no importa lo mal que vaya el mundo, te pegas a él, mueres
por él, harías cualquier cosa por él. Eso no es tan malo ¿no? Esto habla bien
de la naturaleza humana.»
Supongo
que la mayoría de los lectores que se enfrenten a esta novela, como es mi caso,
ya han visionado con anterioridad el magnífico film de los hermanos Coen, No
Country for Old Man. En tal caso para nosotros, Anton Chigurth, el psicópata
que va armado con una bombona y una pistola de aire comprimido, tiene la cara
de Javier Bardem.
Entonces
sí cerró los ojos. Cerró los ojos y giró la cabeza y levantó una mano para
repeler lo que no podía ser repelido. Chigurth le disparó a la cara. Todo
cuanto Wells había sabido o pensado o amado en su vida se escurrió lentamente
por la pared que tenía detrás. El rostro de su madre, su primera comunión,
mujeres que había conocido. Los rostros de hombres en el momento de morir
arrodillados ante él. El cuerpo de un niño muerto en un barranco junto al
camino en otro país. Quedó tumbado en la cama sin media cabeza y con los brazos
extendidos y la mano derecha prácticamente desaparecida.
Os
dejo otro fragmento de una entrevista, en este caso la que se hace al traductor
al castellano de las diez novelas de McCarthy, Luis Murillo Fort, y aquí el
enlace al pdf por si os sirve
No
tiene desperdicio para los amantes del maestro.
«No es país
para viejos (No Country for Old Men). Yo, cuando me enteré de que
habían rodado una adaptación de esa novela, naturalmente me puse muy contento.
Posteriormente supe que actores habían elegido, y debo decir que en ningún
momento, al traducir la novela, me imaginé que el Sheriff Bell podía parecerse
a Tommy Lee Jones, ni Anton Chigurh a Javier Bardem, y sin embargo, la
adaptación de la novela está muy bien hecha. A mí me sorprendió
porque para mí las caras de los actores elegidos no cuadraban con la imagen que
yo me había hecho de los personajes al leer el libro.
Uno se pregunta si el
propio Cormac McCarthy se habría imaginado estos dos actores concretos, o si
también él tenía otras caras en mente…
No sé, no
soy él, no sabría decirte. Supongo que un autor, cuando crea un determinado
personaje, puede tener una cara en mente, pero puede muy bien no tenerla,
porque claro, al fin y al cabo estamos hablando de letra escrita. Pero es
probable que cuando uno escribe una novela simplemente por escribir esa novela,
sin pensar en un guión de cine, difícilmente tenga una idea muy clara de qué
rostro asigna a tal o cual personaje. Volviendo a No Country for Old Men, yo juraría que en ningún momento
hay una descripción del asesino Chigurh con el peinado que luce Bardem en la
película. Entonces es una licencia poética de los Coen, cosa que me parece bien
porque, y vuelvo una vez más a lo de antes, cada lector es único, ellos se
imaginaron a este tío con ese peinado, ¿no? Pero el que si me cuadró con la
imagen que me hice de él al traducir la novela, es un personaje que sale muy poco,
ese otro matón, Carson Wells, el tipo con el sombrero de cowboy que va a
visitar a Moss a la clínica. A él sí que me lo imaginaba más o menos con esa
cara [la del actor Woody Harrelson]. »