sábado, 5 de julio de 2025

La caverna (1940), José Saramago.

 

¿Mereció la pena mi primera experiencia con Saramago?

Estuve tentado de abandonar su lectura desde un principio. Terminé la lectura motivado por la presente reseña, y todavía no sé si merece la pena volver a Saramago. No cumple con los requisitos que yo le suelo exigir a un clásico literario, profundidad y entretenimiento. Me ha costado mucho enganchar, no ha sido una lectura para nada entretenida.

Por otro lado, otros lectores me han recomendado diferentes títulos, Ensayo sobre La ceguera o Las intermitencias de la muerte. Es probable que vuelva a fustigarme más adelante, pero me da la sensación de que Saramago me va a ofrecer más de lo mismo.

La lectura en sí no alberga ningún tipo de complejidad, ni por sus peculiaridades gramaticales o sintácticas, ni por el ritmo narrativo. La experimentación con la forma nada tiene que ver con Joyce o Virginia Woolf. Tampoco hay un batiburrillo de personajes, sino que todo se decide entre un señor ya mayor que ronda la edad de jubilación, su hija, el marido de su hija, y un perro.

Los diálogos son peculiares, separados con comas en vez de utilizar los tradicionales guiones, la ausencia de signos de interrogación o admiración. A decir del autor, los seres humanos no hablamos con guiones. Cuenta Saramago que al escribir la novela que le dio notoriedad, Alzado del suelo, recogió historias de gente humilde, con orígenes similares al suyo, y que, para reflejar el lenguaje oral de la mejor manera posible, optó por no usar algunos signos de puntuación, y pensó que se entendía igual.

Y así es, la lectura en sí no es farragosa. El problema está en que el argumento carece de dinamismo. El tema nuclear, la tesis de la novela, es la puesta en cuestión de las ventajas de la modernidad, o así lo veo yo. ¿El avance tecnológico mejora la vida de las personas? Los humildes se resisten a trasladarse a la ciudad (el Centro lo denominan los personajes de Saramago), a dejar sus oficios antiguos por otros más modernos y para nada más sofisticados. La modernidad, el denominado avance, no tiene en cuenta a las personas. Y no es que Saramago se desate en explícitas disquisiciones, sino que es la realidad que ronda en cada capítulo, en cada párrafo.

Cierto que el lenguaje es metafórico, y que a veces Saramago se deshace en digresiones que poco o nada añaden al contexto. Es mi apreciación. Por poner un ejemplo. El protagonista es alfarero, de horno tradicional, y cuando la empresa de la ciudad rechaza sus productos, entre él y su hija se deciden por cambiar el género tradicional de útiles de cocina por figuritas decorativas. Saramago nos describe la búsqueda de las figuritas a través de las imágenes de una enciclopedia y durante varias hojas nos describe sencillas representaciones, la enfermera, el payaso, el esquimal, el bufón…, que podríamos decir que nada aportan pero que seguro que el escritor nos diría que son parte intrínseca e imprescindible de la novela porque participan en ella para crear eso que se puede definir como el mensaje que Saramago nos quiere transmitir, una visión desesperante y engañosa de un mundo actual que parece que avanza pero que lo hace mal. Se genera así una sensación de desesperanza, de precipicio al final del camino.

 

Es difícil entresacar un fragmento. Os dejo este, ejemplo que me ha parecido interesante, pero habrá cientos, sobre la vejez…

 

… son los tiempos que mudan, son los viejos que cada hora que pasa envejecen un día, es el trabajo que deja de ser lo que había sido, y nosotros que sólo podemos ser lo que fuimos, de repente descubrimos que ya no somos necesarios en el mundo, si es que alguna vez lo fuimos, pero creer que lo éramos parecía bastante, parecía suficiente, y era en cierta manera eterno, durante el tiempo que la vida durase, que eso es la eternidad, nada más que eso.

 

Insisto, el lenguaje está muy trabajado, las metáforas abundan. El estilo es el protagonista de la novela, y a menudo se suele premiar el estilo. En 1998 se le otorga el Premio Nobel de Literatura por "volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía".

En verdad que Saramago tiene una voz propia, un objetivo y un buen número de lectores. Yo garantizo que sus libros se venden bien.

 

Por último, decir que abordé la novela sin lecturas previas de reseñas o similares, así que siempre imaginé que el título guardaba algún tipo de relación con Platón y su teoría de las ideas. A medida que me adentraba en sus páginas descarté tal relación, y al final, sorprendentemente, aparece dicha relación de manera casi indigesta. Quizás no he sido un lector hábil a la hora de desentrañar el juego simbólico de Saramago, que lo hay seguro porque se trata de un alfarero que hace figuras con barro, pero tampoco quiero ser tan exigente conmigo mismo. A veces prefiero que el escritor me tome de la mano y me guíe como si fuera un jovencito imberbe.



En todo caso, explorando por la Wikipedia me encuentro con esta cita del propio autor:

 

La caverna ha sido escrita para que la gente salga de la caverna

 

La Wikipedia habla de que la presente novela compone un tríptico que puede ser etiquetado como distopía o ciencia ficción junto a otras dos novelas: Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres.

Necesitaré coger aire para afrontar otra de sus novelas. Claros y sombras.

 

lunes, 9 de junio de 2025

El poder y la gloria (1940), Graham Greene.

 


Un libro peculiar, una crítica desordenada. Mi primer acercamiento a este maestro del thriller, incitado por múltiples recomendaciones de mis amigos lectores.

El autor británico se dedicó de forma temprana a la literatura, aunque tuvo que completar sus ingresos escribiendo una interesante crítica literaria y cinematográfica. También comenzó a trabajar, discretamente, como es lógico, para el MI6 británico, así que cuando nos regala una de espías sabe de lo que se habla. De todo esto resultaron múltiples viajes por África y Latinoamérica y algunas novelas que basculan entre la novela de entretenimiento y eso tan difícil de definir como es la literatura.

La novela que traigo trata sobre un cura perseguido por la justicia mexicana. Nos hallamos en la década de los 30, en una época de represión tras la denominada Guerra Cristera, en la que el gobierno trata de erradicar a la Iglesia, considerada causante de los males del país.

Es un auténtico recorrido psicológico a través de un mal cura, un “paterwhisky”, una persona simple y vulgar colocada en una situación de extrema violencia. Sin embargo, esa situación no empuja al cura al esperado heroísmo, aunque pareciera que al final hay una especie de sacrificio, pero no nos engañemos, nunca deja de ser una persona vulgar que es capaz de sacrificar al otro por un trago de aguardiente.

En el otro extremo están también las contradicciones de la política anticlerical, que Green conoció de primera mano. Se ordenó a todos los sacerdotes casarse. Se cerraron las iglesias y se quemaron imágenes de santos, se sustituyeron las festividades agrícolas religiosas y hasta se prohibió el uso de la palabra “adiós”, sustituida por “salud”. Los sacerdotes que no transigieron, fueron ejecutados o no les quedó otra que huir.

El resultado de esto es una novela angustiante, ambientada en un paisaje húmedo y pantanoso, selvático, preñado de fiebre. Hay alguna reflexión religiosa, quizás una crítica al catolicismo, cierto contraste con el protestantismo. A Greene se le ha tachado a menudo de escritor católico. Sin embargo, la novela no refleja otra cosa que un personaje sucio y vulgar, una persona a la que se le supone, dada su profesión y sus atuendos, una honradez y una bondad que brillan por su ausencia. Quizás al final admite una reconciliación del personaje, como una confesión del mal cura, pero no veo redención de ningún tipo; a mi juicio demasiada vulgaridad. 


Mientras leía esperaba un giro, un arrebato heroico o algo similar, pero predomina el miedo, la estupidez, el afán por sobrevivir. Y es esto lo que a mí más me ha llamado la atención de la novela, la vulgaridad del personaje en cuestión. Si buscamos héroes, estos están en el pueblo, en la gente humilde y analfabeta. Para ellos la religión es un consuelo a su vida miserable.

 

Sé que hay una película, y me apetece verla para contrastar mientras me regalo un buen rato. El libro contiene mucho diálogo, es casi un guion. Interesante contrastar al personaje de Green con el interpretado por Henry Fonda.

viernes, 30 de mayo de 2025

Máximas (1662), François de La Rochefoucauld.

 

Para un lector español el duque de La Rochefoucauld no es más que un nombre que suena muy bien y que firma una máxima.

Es autor de máximas tan ingeniosas que aún hoy, trescientos años después, tienen la misma vigencia, sostienen la capacidad de sorprender y escandalizar al lector más taimado. Y lo hacen desde una fría arrogancia, desde un desdén tan manifiesto, que solo pueden venir de un personaje como él. Porque detrás del nombre hay un hombre inquieto y soberbio, protagonista de su tiempo. Pertenece al siglo XVII francés, esa época que bascula entre Richelieu y Mazarino. Personaje de la más alta nobleza, protagoniza la rebelión de La Fronda contra el Rey, último coletazo de los Grandes ante el ascenso imparable del Absolutismo. De su puño y letra, escribe a Mazarino:

 

Puedo demostrar que desde hace trescientos años los reyes no han dejado de llamarnos parientes suyos.

 

En aquel entonces, no hay mejor escuela que las armas y la guerra, a la que se dedica como todo buen señor. Obvio que no descuida las letras. Estudiando al maestro estudiamos la Francia de Richelieu y las numerosas sediciones que se suceden contra Luis XIII.

Un mosquetazo entre ceja y ceja, y nunca mejor dicho, le alejará de tanta veleidad levantisca; pasa a ronronear cerca de la corte y en los salones mundanos. Es el momento de las damas, damas interesantes, dos viudas, una con el marido lejos, damas solitarias, sensibles, amigas de escribir.

Una de ellas, la marquesa de Sablé, catorce años mayor que el duque, apasionada por la literatura y por todo lo español, le dio a conocer el Oráculo manual y arte de la prudencia, de mi admirado Baltasar Gracián, autor muy leído en Francia y en Europa, actualmente y, desgraciadamente, más conocido en el extranjero que en nuestro propio país; nos sucede a los españoles que despreciamos lo nuestro, que hemos digerido la leyenda negra y le hemos dado credibilidad a lo inventado por nuestros enemigos.

En las reuniones en torno a madame Sablé surgió la moda de los aforismos, y la verdad que no se sabe muy bien la paternidad de la mayoría de ellos, algunos, qué duda cabe, de la propia madame.

La publicación se hace en el extranjero y de forma anónima, pues sus máximas eran escandalosas, y eso que tuvo cuidado de suprimir alusiones religiosas. El hombre del siglo XXI está curado de espanto, pero lo está porque no ve más allá de su nariz. Vivimos en la época del todo vale si da beneficio (dijo un CEO).

A fin de cuentas, la filosofía de La Rochefoucauld quería decir una sola cosa: todo es mentira, no hay virtud ni bondad ni altruismo, no hay nada, solo amor propio. 


Muchas máximas, al menos en su sustancia, proceden de Gracián, otras de Montaigne, otras se remontan a Séneca u otros autores clásicos, y otras se sabe a ciencia cierta que proceden de algunas de sus amigas, como madame de Sablé o de La Fayette. En todo caso, son un alarde de modernidad. Se anticipa al nihilismo de Nietzsche, que por cierto lo admiraba (Dijo preferir las Máximas a “todos los libros juntos de todos los filósofos alemanes”). No hay rastro de Dios en las Máximas, nada que ver con lo sobrenatural. El hombre es el ser implacable que lo ocupa todo, y se trata de un hombre desengañado que nada espera de este mundo ni del más allá.

No hay ninguna intención moralizante, ni deseo de enseñar o aconsejar. No hay lugar para el optimismo. La hipocresía, todas las debilidades humanas, son insuperables, solo queda leer las Máximas, convertirnos en espectadores del mal y de la bajeza moral del hombre. 


Se lee a pequeños bocados, a pequeños sorbos. En nuestra estantería, La Rochefoucauld se ubica al lado de Gracián.

 

El valor completo consiste en hacer sin testigos lo que uno sería capaz de hacer ante todo el mundo.

 

Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos.

 

Todos poseemos suficiente fortaleza para soportar la desdicha ajena.

 

Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo.

 

A veces es necesario hacerse el tonto para evitar ser engañado por los sujetos demasiado listos.

 

Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros.

 

Cómo pretender que otro guarde tu secreto si tú mismo, al confiarlo, no lo has sabido guardar.

 

No solemos considerar como personas de buen sentido sino a los que participan de nuestras opiniones.


lunes, 19 de mayo de 2025

La biblia en España (1842), George Borrow.

 

George Borrow, hijo de un humilde soldado británico, vivió una vida bastante errática hasta que entró al servicio de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. Era esta una organización en la que George podía utilizar su principal talento, el conocimiento de los idiomas. Sin salir de Gran Bretaña ya conocía varios idiomas, y luego aumentó sus conocimientos en varios viajes. Como curiosidad, conocía el caló, lenguaje de los gitanos, pues tenía un amigo gitano y sentía gran predilección por sus costumbres. Sus encuentros en España con los gitanos, que lo reconocen como su hermano por el dominio de su lengua y costumbres, será clave durante toda la novela.

La Sociedad Bíblica no pretendía propagar una confesión cristiana determinada, sino difundir la Biblia, poner al alcance del mayor número de personas el texto genuino de las Sagradas Escrituras. En opinión de los Protestantes, la Iglesia Católica contradice a la Biblia, así que basta la lectura de los textos auténticos para minar las bases de la dominación papista y católica.

En estas tareas realizó algunos viajes, entre ellos a Rusia y Portugal, pero será su viaje de trabajo por España el que le da un lugar en la posteridad. Aunque parezca increíble, alrededor de 1836, que es cuando inicia el viaje por España, y desde la ya lejana invención de la imprenta, no se había impreso en España ninguna traducción de la Biblia descargada de notas y comentarios, y que fuese, por tanto, de tamaño manual y precio reducido, accesible para todos. Las últimas traducciones tenían nueve y diez volúmenes.

Primero había que vencer las trabas burocráticas para imprimir una Biblia sin notas. Luego obtuvo el permiso para repartir en persona la obra por los pueblos. Tras un largo viaje de casi un año, volvió a Madrid, donde imprimió dos nuevas traducciones parciales, una al caló, hecha por él, y otra al vascuence. La publicación en caló, algunos métodos de los que empleó para llamar la atención del público y también ciertas imprudencias de otro agente, como él, de la Sociedad Bíblica Británica, provocaron la intervención de las autoridades y el fin de la acción propagandística de Borrow en España.

Ya en Inglaterra iba a publicar un libro sobre la historia y costumbres de los gitanos en diversos países, pero la llegada a la celebridad le llegó de la mano de la presente obra. Digamos que está compuesta de tres elementos fundamentales: la difusión del Evangelio, preñada de antipapismo, Don Jorge el inglés y España. La difusión del Evangelio es el armazón y móvil del libro. Hombres y tierras de España son el decorado en el cual se mueve el propio autor, Borrow, un poco enaltecido por él mismo. Destaca el contenido autobiográfico, pues todo se mueve a través de sus peripecias. Eso sí, no oímos confesiones ni nada parecido del autor, él deja hablar a las personas con las que trata, nos pinta el efecto que su persona extranjera causa entre los demás. Cierto que él es como un héroe. Es adorado por los gitanos, los pícaros le temen, era bueno con los humildes, pero a los ricos los trataba de igual a igual, era razonable y sereno, sin perder nunca la calma. 


En España ha desatado abundantes críticas, en Europa fue un best seller, dada la pervivencia de la reputación de España como antiguo gran imperio. Se trata de una novela, una obra literaria, aunque para algunos es un libro de viajes. El contexto es la Primera Guerra Carlista, una España dividida, sumida en crisis.

sábado, 10 de mayo de 2025

El Conde Fernán González (1970), Fray Justo Pérez de Urbel.

 


¿A quién le va a interesar una reseña de este libro tan raro? Doy por hecho que nadie la va a buscar. Y quien lo busque difícilmente dará con él. Esto no es sino apunte de mis lecturas. No leo novedades. Por lo general no busco o compro los libros que leo. Caen estos en mis manos en tareas libreras, y me decido por uno u otro. Si pudiera escoger, seguro escogería mejor, y este libro no es precisamente un dechado de perfección. En todo caso, de todos los libros se aprende, y a mí este me ha dejado una buena semblanza del medievo español del siglo X.

Primero de todo hablar del autor, para mejor definir el texto. Se trata de un hombre de la iglesia y de afinidades falangistas; participa en la Sección Femenina y es director de la revista Flechas y Pelayos. Sus últimos años los pasa en un retiro dorado, como primer abad del monasterio de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Autor de numerosas biografías de Santos y otros libros tanto de tipo religioso como histórico, entre ellos el que nos ocupa.

La historia de Fernán González es tratada en tono épico, así que las pretensiones históricas se entremezclan con el mito. Cierto que Fray Justo parte de las fuentes históricas, como por ejemplo la crónica de Sampiro, al tiempo que las contrasta, demasiado someramente, con las crónicas árabes, como es el caso de la de Ibn Jaldún. Al mismo tiempo utiliza la versión del buen Conde que nos dan los Cantares de Gesta. Estamos hablando de los orígenes de la literatura castellana, el Mester de Clerecía, el Poema de Fernán González


En resumidas cuentas, sería interesante poder contrastar lo leído con alguna buena obra histórica más moderna, que seguro que hago en breve porque el período histórico es apasionante. Procuro entresacar lo más valioso del texto, y es que la utilización de las Crónicas nos orienta muy bien a la hora de reflejar la sociedad del momento. La utilización de formulismos a la hora de nombrar al Conde Fernán González como vasallo del Rey de León es muy ilustrativa, así como la enorme importancia de las donaciones que se hacen a los monasterios. En torno a ellos se cultiva la tierra, se construye la prosperidad ganadera, se copian libros antiguos y florecen las escuelas de miniaturistas. En torno a los monasterios se organizan los nuevos núcleos de población que luego serán municipios florecientes.

Y en este contexto se mueve el conde, el héroe castellano por excelencia, el creador de Castilla como tal. Hombre de carácter, no duda en enfrentarse con cristianos o musulmanes, aunque en este libro parece que su fervor religioso supera a todo lo demás. A su muerte Castilla sigue siendo vasalla de León, pero de modo simplemente nominal, porque no solo es un reino independiente, sino también próspero.


Pese a todos los peros, he llevado a cabo una lectura rápida, divertida y provechosa. En cambio, las novelas históricas me aburren. ¿Que si recomiendo el libro? ¿Dónde lo iban a encontrar los lectores? Es una auténtica rareza.

jueves, 24 de abril de 2025

Gog (1931), Giovani Papini

 

 

Satán será liberado de su prisión y saldrá a seducir a las naciones, a Gog y a Magog...

(Apocalipsis XX, 7)

 

El narrador nos describe su encuentro con un loco excéntrico y millonario que habita voluntariamente en un manicomio. El supuesto loco le entrega al narrador un amasijo de textos, que no son sino los 70 relatos que componen esta novela o lo que demonios sea esto.

A mi modo de ver enlaza con los libros de Utopías, o con el Cándido de Voltaire, o los Viajes de Gulliver, por tratar de buscarle un acomodo en la ironía satírica.

Trata de un excéntrico millonario que utiliza su fortuna para buscar un sentido a la vida y a su existencia. Reflexiona sobre todos los ámbitos de la vida humana, al tiempo que hace una crítica, a veces sagaz, a veces absurda e incomprensible, pero siempre sarcástica. Aborda cualquier tema, lo mismo la religión que el canibalismo, los sistemas políticos económicos, las costumbres, la civilización o la no civilización, la astronomía y la poesía, la literatura, el arte, la filosofía, el esoterismo y la metempsicosis…

 

En su búsqueda de respuestas no deja de hacer preguntas. Gracias a su fortuna se acompaña, a golpe de talonario, de grandes celebridades en todos los campos, Henry Ford, Gandhi, Einstein, Sigmund Freud, Lenin, Edison, H. G. Wells, El Conde de Saint Germain, George Bernard Shaw, Knut Hamsun, Lenin o Ramón Gómez de la Serna.

Así nos caen 70 relatos sin orden ni concierto, aunque sí que hay una especie de progreso, o mejor dicho decadencia, o quién sabe qué, porque de la búsqueda de la razón se llega a la confianza en la sinrazón o la locura. Y la verdad que esta parte de la locura es la más cuerda. Hay un capítulo dedicado a la “Filomanía” o ciencia contraria a la filosofía y que busca una ciencia basada en la locura. Así a lo tonto hace una crítica tremenda de la filosofía occidental, errada o no, qué más da, no es más que un diabólico juego intelectual.

 

¿Qué es lo que habéis ganado… siguiendo la razón y adoptando la inteligencia?

La verdad no se ha alcanzado, el hombre es cada vez más infeliz, y la filosofía, que debía ser, según los antiguos farsantes griegos, la corona de la sabiduría, se retuerce entre las contradicciones o confiesa su impotencia.

…El monstruoso Sócrates se ha vengado de la cicuta ateniense intoxicando a los pasivos europeos, durante veinticuatro siglos con su dialéctica. Los resultados están a la vista. El ejercicio testarudo y estéril de la razón ha llevado al escepticismo, al nihilismo, al aburrimiento, a la desesperación.

…Si la inteligencia lleva a la duda o a la falsedad es de presumir que la insensatez, por idéntica ley, conduzca a la certidumbre y a la luz.

…A la Filosofía ―amor a la sabiduría― es preciso la sustituya la Filomanía, el amor a la locura.

 

Gog puede parecer un hipócrita, un cínico, desprecia todo lo humano, pero de repente nos muestra una réplica, y titula un relato: NADA ES MÍO. Y en un alarde de cordura se integra en la humanidad, porque es imposible separar a un hombre del conjunto.

Así que el misántropo consigue, ocasionalmente, despertar nuestras simpatías. Quizás porque es uno más, parte de la sociedad, parte del entramado de mentiras, traiciones y venganzas que todo lo componen.

Otro ejemplo. Compra una República.

 

En apariencia las Cámaras siguen legislando, en apariencia libremente, los ciudadanos continúan imaginándose que la República es autónoma e independiente y que de su voluntad depende el curso de las cosas.

… Pero tengo fundadas sospechas de que otros países son gobernados por pequeños comités de reyes invisibles, conocidos solamente por sus hombres de confianza, que continúan recitando con naturalidad el papel de jefes legítimos.

 

Sorprendente Papini, lo mismo retrata pasado que futuro o presente, humanista de libertad e imaginacióna desbordantes, un escritor valiente. 

Paso por alto sus afinidades políticas fascistas, que perjudicaron su reputación con la derrota. No somos quién para juzgar otra época; ni siquiera somos capaces de ver los grandes defectos de la nuestra.

domingo, 13 de abril de 2025

Hotel Savoy (1924), Jospeh Roth

 


Este Hotel Savoy era como el mundo; hacia el exterior irradiaba una poderosa ostentación; la magnificencia parecía imperar en los siete pisos, pero en el interior habitaba la pobreza. Los pobres estaban en la pare de arriba, enterrados en tumbas bien ventiladas, y las tumbas se amontonaban sobre las cómodas habitaciones de los ricos, instalados abajo, tranquilos y holgados, sin preocuparse por los ataúdes de frágil construcción.

 

El Hotel Savoy viene a ser como una metáfora de la sociedad centroeuropea al final de la Primera Guerra Mundial. Los combatientes vuelven a casa, y la maltrecha economía erige los pilares de un cambio político que degenerará en el fascismo, réplica al bolchevismo oriental.

No es de las mejores novelas de Roth. No se desanime el lector que comience con esta obra, las tiene mucho mejores, fascinantes en grado sumo. Y es que en realidad no se trata de una novela (lo que pasa que el concepto de novela lo engloba todo). Se publicó por entregas, una vez terminadas pasaron a formato libro. La primera traducción al español data de 1971. Me resulta curioso cómo los grandes autores centroeuropeos llegan a España tan tarde, menoscabo para nuestra literatura, o sucedió que el menoscabo lo trajo la dictadura.

 

Un joven judío vienés regresa a casa después de visitar los campos de prisioneros rusos. Según mis superficiales pesquisas, el hotel se encuentra situado en Lodz, una de las principales ciudades de Polonia, un lugar perfecto para enclavar un hotel habitado por un variopinto grupo humano. La gran Polonia de la Edad Moderna es borrada del mapa durante el siglo XIX; renace en el siglo XX, reconocida por el Tratado de Versalles.

Allí se desenvuelve el joven Gabriel Dan. La novela no es más que una galería de personajes que desfila ante nosotros. El rector del hotel es un misterioso Kaleguropulos, griego repatriado al que nadie conoce, al que nadie ha visto, pero que se las arregla para visitar las habitaciones y controlar a los inquilinos a su antojo. El ascensorista Ignatz negocia la estancia en el hotel a cambio de la entrega a cuenta de las maletas de los inquilinos. La bailarina de variedades, Stasia, Wladimir Santschin, payaso que muere a causa de las malas condiciones de vida del hotel para los que viven en los pisos superiores.

En realidad, nos dan igual los personajes, que vienen y van, con la sola argamasa del protagonista. En la segunda parte del libro aparece un repatriado, otro soldado sin trabajo, un croata gigantesco, Zwonimir Pansin, que será amigo inseparable del protagonista y que representa la Revolución. 


En la tercera parte viene el señor Bloomfield, un rico americano al que todos solicitan ayuda. Se viene encima una nueva oleada de repatriados, consecuencia poco conocida de todas las guerras, y finalmente, en la cuarta parte, estalla una revolución, rápidamente reprimida por el ejército, que significa el fin del hotel y de la historia.

 

Venían de Rusia, llevaban consigo el impulso de la gran Revolución; era como si la Revolución los hubiese escupido hacia el oeste, como un cráter en erupción escupe lava.

 

En conclusión, una especie de collage, mezcla de relatos unidos en torno a un joven y optimista muchacho en una Europa que no muestra síntomas de recuperación tras la Gran Guerra, una novela prescindible, del gran Joseph Roth, que no debe ser óbice para descubrir al maestro.