jueves, 13 de febrero de 2014

El cielo protector - Paul Bowles


A esta novela llegué gracias a un profesor de literatura de la universidad. Por lo menos alguno se salva de la quema, ¿verdad?. Ojalá que a alguien le encandile gracias a este blog, como a mi me sucedió.
Con muy pocas novelas me sucede lo que con esta, que no logro recordar el número de veces que la he leído, y no me preguntéis por qué. Desde luego que está bien escrita, tiene acción y diálogos trepidantes, pero también una enorme carga psicológica con respecto a los personajes protagonistas, y esa (no se muy bien cómo definirla) angustia del hombre occidental que se complica la vida a la hora de buscar la felicidad.
Sí, aunque por poco, sigo hablando de escritores muertos, (Nueva York 1910 - Tánger 1999) pero estamos ante un escritor muy actual, no os vayáis a creer que por el hecho de hablar de clásicos haya que remontarse al siglo XVI. De su actualidad habla también el hecho de que algunas de sus historias han sido ya llevadas al cine, especialmente la que tenemos entre manos, que fue adaptada ni más ni menos que por Bernardo Bertulocci.
            Insisto en recomendar la lectura de Paul Bowles, porque es casi un desconocido pero sin duda alguna está entre los grandes de la literatura norteamericana contemporánea. Bowles viajó mucho y vivió en varios países. Para aquellos que gustan de las novelas de viajes se darán de lleno con una narrativa arrebatadora y fácil de leer, que no simple. Pero además descubriréis unos personajes que os harán meditar, que os dejarán huella para siempre.
      Bowles introduce a sus protagonistas americanos en lo más hondo de la cultura africana, fundamentalmente musulmana. Al choque cultural se suma el paisajístico, con el desierto siempre de fondo «donde lo único que existe es el arriba y el abajo».

Trama: En un período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, una singular pareja neoyorkina, Port y Kit, viajan al desierto norteafricano del Sahara acompañados por un amigo. El viaje, planeado inicialmente para resolver las dificultades conyugales de Port y Kit, se convierte rápidamente en una situación peligrosa, debido a la ignorancia de los viajeros sobre las circunstancias que los rodean. Port, el protagonista, se define insistentemente como un viajero y no como un turista corriente. No está muy seguro de su destino pero está decidido a dejar atrás el mundo moderno, por lo que finalmente se adentran en el Sáhara esperando encontrarse también a sí mismos. Como afirmó el propio Paul Bowles, la acción transcurre en dos planos, el desierto africano exterior y el desierto interior de los protagonistas.

 
La película: Como curiosidad, la novela es en parte autobiográfica y el filme supuso el redescubrimiento del autor en su propio país, sacándole de las estrecheces económicas que empezaban a asediarlo. Trailer de la película.


Creo, sinceramente, que es una de esas novelas que debe guardar un lugar de honor en cualquier biblioteca que se precie. (Y por último, no quiero cerrar el hilo sin deciros que se me ha puesto la piel de gallina en varias ocasiones mientras escribía esta reseña. Estoy contento de haber recordado un libro que me ha provocado tantísimas emociones).

Un par de fragmentos:

            «No se consideraba un turista; él era un viajero. Explicaba que la diferencia residía, en parte, en el tiempo. Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra.»
  

       
     «Allí en el desierto, aún más que en el mar, tenía la impresión de que estaba sobre una gran mesa, de que el horizonte era el borde del espacio. Se imaginó un planeta en forma de cubo, suspendido en algún lugar sobre la tierra, entre ésta y la luna, donde hubieran sido transportados. La luz sería dura e irreal como aquí; el aire tendría la misma sequedad, como en toda esta vasta región, los contornos del paisaje carecerían de las reconfortantes curvas terrestres. Y el silencio alcanzaría su intensidad suprema; sólo quedaría roto por el sonido del aire al pasar. »

¡Buen provecho!

martes, 11 de febrero de 2014

El árbol de la ciencia - Pío Baroja

            Leí por primera vez a Baroja a raíz de una de esas lecturas obligatorias del Bachillerato. Tampoco es casualidad que sea una de las preferidas durante los exámenes de Selectividad, pues probablemente define bien a esa maldita Generación del 98 que presuntamente pretendía la regeneración de España.
            No voy a gastar ni una sola línea contándoos el argumento de la novela. Tampoco creo que sea de interés. El árbol de la ciencia refleja la lucha de un hombre, Andrés Hurtado, por salir adelante en una sociedad que le repugna. De no ser porque la novela comienza cuando el protagonista roza la mayoría de edad, tal vez podríamos hablar de un bildungsroman, que viene a ser el término alemán para definir a la novela de iniciación o desarrollo de un personaje desde la niñez a la edad adulta.
            La primera vez que leí la novela lo hice en un arrebato, de un tirón, y luego he recurrido a ella en variadas circunstancias, como por ejemplo en el último Taller de Lectura que impartí. Viene al caso la experiencia porque la novela pasó sin pena ni gloria, y por lo tanto presupongo que más aprendí yo con ella que los demás miembros del Taller. Que para mi el estilo de Baroja sea sencillo y ágil no quiere decir que le suceda igual al resto de los mortales, sino más bien todo lo contrario, pues así sucedió que Baroja se les hizo árido y complicado. Cierto es que entra en intrincados paradigmas filosóficos, pero cierto también que se puede leer la novela obviándolos por completo. Y cierto también que es importante la cuestión de si nos identificamos o no con el protagonista, con su angustia vital, con la melancolía y el hastío que transmite a partir de cada uno de sus actos.
            Poco más que decir que no encontréis en wikipedia o en cualquier manual al uso de literatura. Solamente decir que os podéis fijar en la estructura de los capítulos, en la prosa sencilla sin mácula, en el desprecio de las digresiones. No me digáis por qué, pero ya he perdido la cuenta de las veces que he releído la novela. Constituye para mi un ejemplo que trato de emular en mi escritura, prosa visceral que da en el clavo, una de las obras maestras de la literatura española que, para mi pensar, aún está de actualidad.
Probablemente hay libros de Baroja de más acción y aventura, más dinámicos, y sin embargo ninguno de ellos ha logrado entretenerme como este.

Solamente me queda recomendaros la compra de este libro (no lo he encontrado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes), porque es uno de esos imprescindibles que debemos conservar en casa, un libro para releer, pero que además servirá a nuestros hijos. De la misma manera que tenemos El Quijote o La Regenta, entre ellos debería estar El árbol de la ciencia, con más razón porque es entretenido y fácil de leer.

He escogido un pequeño fragmento que, a mi modo de ver y dada la situación por la que atraviesa España, viene al caso:
La acción de la cultura europea en España era realmente restringida, y localizada a
cuestiones técnicas, los periódicos daban una idea incompleta de todo; la tendencia
general era hacer creer que lo grande de España podía ser pequeño fuera de ella y al
contrario, por una especie de mala fe internacional. Si en Francia o en Alemania no hablaban de las cosas de España, o hablaban de ellas en broma, era porque nos odiaban; teníamos aquí grandes hombres que producían la envidia de otros países: Castelar, Cánovas, Echegaray... España entera, y Madrid sobre todo, vivía en un ambiente de optimismo absurdo. Todo lo español era lo mejor.


domingo, 9 de febrero de 2014

Declaración de intenciones.

            Comienzo hoy y aquí una tarea tan ardua como necesaria, que no es otra que promover la lectura de la buena literatura.
            Pero ya advierto desde el propio nombre de este humilde blog, que comienzo desnudo. De la misma manera que Descartes partió de la duda para crear una filosofía original yo comenzaré leyendo los clásicos sin sujeción a academicismo alguno. Recomiendo y recomendaré que leáis clásicos libres de prejuicios, huyendo de los prólogos de las ediciones de lujo, de la crítica literaria, tratando de evitar la lectura de wikipedia con tal de tener algo interesante que decir. Prefiero abordar los libros sin contaminación, a partir únicamente de aquello que nos legaron los propios escritores, que tened a buen seguro que confiaron en el "arte de leer", al igual que vosotros debéis hacer, guiaros a través de la confianza que os otorga vuestra propia perspicacia y saber hacer a través de la rica experiencia de la lectura.

            Quiero que os deis cuenta también, lectores, que leer mucho no es garantía de nada. Seguramente hay unos cuantos que se creen "cinéfilos" por el hecho de ir 4 veces a la semana al cine y ver la última de Spiderman o del Van Damme. Lo mismo pasa con la literatura. Es probable que un lector que "solamente" lee 20 libros al año pero con criterio progrese más que uno que lee 120 sin criterio alguno, guiado únicamente por la publicidad o por el entretenimiento. ¡Ojo!, que no estoy yo aquí para criticar a los lectores sino todo lo contrario, pero seamos sinceros, lo mismo da leer un mal libro que ir al cine a ver una de zombies; eso sí, ¡entretiene!.
            Todos queremos ser buenos lectores, incluso voy más allá, goza el lector de cierta autocomplacencia, y viene a pensar que se trata de una actividad, la de la lectura, sumamente enriquecedora, que a la vez que instruye entretiene. Claro que sí, pero con criterio.
            Y no voy a ser yo quien marque el CRITERIO. Daré pautas, claro que sí, mejor dicho aún, MIS PAUTAS. Leeré, o mejor dicho releeré a los clásicos y daré mi humilde opinión sobre ellos, que con toda seguridad será distinta que la vuestra, pues para eso estamos en terreno ajeno a la ciencia. El que quiera encontrar cosas ciertas o seguridades ha entrado en lugar equivocado, mejor que rebusque en otras disciplinas u otros blogs.

            A lo largo de las diferentes entradas trataré de aclarar lo que es un clásico, o cuando menos lo que no es, y abordaré aquellas cuestiones que a mi me obsesionan referentes a la lectura, la literatura o la escritura, aunque pondré los pies en polvorosa ante todo aquello que nos obligaron a estudiar en la escuela, el Bachillerato o la Universidad, eso que se da en llamar Historia de la Literatura y que a decir del Currículo es fundamental para que nuestros hijos aprendan a debatirse en la difícil sociedad de los hombres. La política para los políticos, señoras y señores, aquí solamente trataremos de LITERATURA.

            Y, en cuanto a las razones prosaicas de este blog, haberlas haylas, ¿cómo si no?, y perdonen que recurra a algo tan lejano como la infancia para darle una explicación. Era yo un tierno mozalbete de alrededor de 6 añitos y apenas me quedan recuerdos ciertos de aquella edad, pero sí que retengo uno por encima del resto. Me enfadaba con mi madre, me ponía el abrigo, y le decía que me marchaba de casa. Me iba al piso de arriba y me sentaba en el descansillo de las escaleras con mi único tesoro, un libro de tapas duras de los hermanos Grimm. Luego, independientemente de qué es lo que hubiera hecho, volvía a casa y le decía a mi madre que la perdonaba.
            Mi padre es albañil, jubilado, y mi madre ama de casa, en activo ¿cómo no?. Quién sabe qué me llevó a mi a leer, y luego a escribir. Mi vida entera no se entiende sin los libros, y ahora abro este blog para devolverles una pequeñísima parte de lo que a mi me han ofrecido, y desde aquí les digo, ¡Gracias libros!.