lunes, 23 de mayo de 2016

El médico rural y otros relatos. Franz Kafka.

 Kafkiano, na
1.      adj. Perteneciente o relativo a Franz Kafka, escritor checo, o a su obra. Las novelas kafkianas.
2.      adj. Que tiene rasgos característicos de la obra de Kafka. Una visión del mundo muy kafkiana.
3.      adj. Dicho de una situación: absurda, angustiosa.

Empezar a hablar de Kafka a partir del DRAE tiene su razón de ser. Kafka es símbolo y significado. Kafka activa en nosotros, lectores, el prejuicio, de una manera especial.
El último descubrimiento de Kafka, Carta a un padre, me provocó a seguir buceando en su obra. De forma casual tropecé con sus relatos. Empiezas a leerlos y te quedas un tanto extrañado. ¿Habré leído mal?, piensas, ¿no habré sido capaz de captar su significado? Si se hubiera tratado de cualquier otro escritor lo hubiera abandonado a la primera de cambio. En el caso de tratarse de un escritor desconocido o nobel, ni decir tiene que lo hubiera rechazado sin piedad, pero claro, se trataba de Kafka. Volví a leer algunos relatos buscándoles una oculta simbología que a mí debió pasarme desapercibida. Son los prejuicios, y yo trato de combatirlos a diario cual Don Quijote a pellejos de vino. 

Volví a releer algunos relatos. Llegué a pensar que tal vez una lectura en alemán me ayudaría, cuando nunca la eché en falta al enfrentarme a La metamorfosis o El proceso. La mayoría de los relatos no solamente eran absurdos, sino que incluso podríamos decir que no tenían ni pies ni cabeza.
En esta ocasión tardé en desenvainar la navaja de Ockham para quedarme con la explicación más sencilla. Es más, salí de mi postura de lecturas sin academicismos y acudí primero a la wikipedia y después a otros textos especializados para salir de dudas.
De alguna manera me resistía a opinar mal de mi apreciado Kafka. De todos sus relatos que he leído solo salvo La condena, que además me parece buenísimo. Los demás que he leído, e incluso releído, me han resultado horribles; si acaso salvo también de la quema El médico rural.
Doy por terminada la lectura de los relatos de Kafka un tanto disgustado, que no con Kafka sino con quienes lo publican sin aclaración, y tampoco (creo necesario apuntarlo) me he enfadado con Max Brod porque a él le debemos su legado. Tengo, no vayáis a creer, el temor de equivocarme, pues me quedo con la sensación de que la mayoría de los relatos de Kafka son solamente esbozos sin terminar. No he llegado a estudiarme tanto a Kafka como para averiguar si en verdad algunos de ellos fueron publicados tal y cual nos han llegado, así que acepto cualquier aclaración al respecto.

Si me he atrevido a dar mi opinión libre de tapujos es porque he llegado a leer lo que para mí son alucinantes delirios interpretativos de algunos relatos de Kafka. Me da por pensar que la realidad académica actual es más absurda que la imaginada por Kafka. Se escriben ríos de tinta acerca del símbolo kafkiano, ensayos que interpretan su obra desde perspectivas tan inverosímiles que, de no ser porque Kafka quiso destruir la mayoría de sus escritos, hubiera llegado a la conclusión de que los ideó para reírse de nosotros desde su tumba.


martes, 17 de mayo de 2016

Marguerite Duras. El amante.







Llamadme atrevido, pedante dirán algunos, pero me gusta hacer mi propia valoración acerca de esos libros que aún no han adquirido la pátina que solo el tiempo otorga. Tampoco esperéis un veredicto porque no lo encontraréis, pues opino como Ramón de Campoamor, que “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color, del cristal con que se mira”.
Se trata de mi primer encuentro con Duras, que no el último, aunque he de decir que sus temas esenciales no me han tocado de lleno. No es un pero, sino un pro para aquel que sea tocado por la varita mágica de Duras. Tened en cuenta que si lo reseño es porque no he querido dejarlo pasar…

Me quedo con la ejecución de la trama, pues se estructura a partir de sensaciones, sin necesitar del sostén de una línea argumental ordenada.
La verdad que me sorprende que esta novela tenga tantos lectores, porque no se trata de una lectura fácil para aquellos que gustan del best-seller, pero así pasa…

Se trata, en definitiva, de la descripción de una pasión amorosa peculiar, entre una adolescente de quince años que pretende, con ello, ayudar a su familia, y un rico comerciante chino de veintiséis. Valiente zozobra la de la protagonista y escritora, en lucha consigo misma por culpa del prejuicio.

No estaba enferma de su locura, la vivía como la salud.

Pero hay más, mucho más entre líneas. La visión del choque cultural es sencillamente genial, a la vez que escueta. Duras deja mucho espacio al lector, lo hace reflexionar, lo cual me agrada sobremanera.

Existe la diferencia racial, no es blanco, debe superarla, por eso tiembla.

Eso ocurre porque es chino, porque no es blanco.

Poco más que decir, acercaos a Marguerite Duras y a su fascinante prosa. Es una novelita corta que se lee de un tirón, aunque también apetece pararse a la orilla del Mekong a paladear las sensaciones que destila.       

...esos ríos, fluyen deprisa, se derraman como si la tierra se inclinara.

El río fluye sordamente, no hace ningún ruido, la sangre en el cuerpo.

        Yo desde luego que me quedo con unas ganas tremendas de ver la película del siempre sorprendente Jean-Jacques Annaud.