Una
historia extraña, inquietante, una novela confusa, como el tema que pretende
reflejar, que no es otro que la locura. Por poner un ejemplo, estoy elaborando
la reseña y todavía no alcanzo a entender a qué o a quién se refiere el título.
Se
puede decir que se trata de una novela corta porque no alcanza las 150 páginas,
pero el tamaño no nos dice nada acerca de la intensidad, la profusión de
detalle en las descripciones o en las emociones de los personajes. Hay novelas
de mil páginas que apenas cuentan nada, otras en las que sobra la mitad.
La
extraña es una novela que comienza arrolladora, y precisamente lo hace
describiendo un ambiente, un hotel de Dubrovnik y los personajes que por él
pululan, que prácticamente nada tienen que ver con la historia en sí, a no ser
que hablemos de la importancia de la antesala en una mansión aristocrática.
Apabullados
ante tan grandiosa descripción apenas nos damos cuenta de que el personaje más
insignificante que se nos describe va a ser el protagonista supremo de la
novela, Viktor Askenasi, un prestigioso profesor del Instituto de Estudios
Orientales de París. Progresivamente, y de forma magistral, se nos explica por
qué Viktor ha emprendido un viaje en solitario por el Mediterráneo, y progresivamente
también se nos describe cómo ha sido su particular descenso a los infiernos.
Es
llamativa la forma de escribir de Sándor Márai. Quizás me equivoco, pero me da
la impresión de que Sandor prescinde de guión, de brújula, que enarbola la
pluma teniendo en mente una idea clara de aquello sobre lo que pretende
escribir pero sin conocer en absoluto la ruta a seguir. Digamos que tiene una
estrategia general, como en ajedrez, y que luego gana la partida resolviendo
las complicaciones tácticas con las que se encuentra. Sándor divaga,
simplemente escribe y escribe, confía en su talento y experiencia, sabe que
llegará a puerto, le da lo mismo enredarse en una u otra línea temporal, el
caso es que todas sus obsesiones terminan derramadas a lo largo del texto.
El
núcleo del texto es Víktor Askenasi, su trabajo, su vida, la relación con su
mujer y su hija estropeada por la aparición de otra mujer, ¿extraña?, su caída
en la locura y finalmente un viaje en solitario que termina como no podía ser
de otra forma.
La
historia en sí es sencilla, la manera de contarla es compleja, a veces de una
densidad inquietante, exuberante. Supongo que los detalles, que a veces pueden
pesar como una losa sobre el lector, son los que redondean la historia en sí,
las largas enumeraciones, las descripciones de su atuendo, de los objetos que
lleva en los bolsillos, de las sensaciones que embargan su visión especial de
la realidad, son las que nos dan la imagen fiel de la personalidad de Víktor
Askenasi.
Inquietante,
una novela realmente extraña y ambigua. No me gusta abusar del término símbolo
(no usurpemos terreno a la teoría de la literatura). Sándor Márai juega con
nosotros y nos va mostrando a su gusto la evolución del personaje:
El
susto que le produjo ese sentimiento de pérdida era desproporcionado con la
importancia de los objetos que había llevado consigo….
Aquella
sensación de pérdida lo atormentaba tanto que ni por un instante dudó que el
objeto extraviado, en el hotel o aun antes, fuera algo valioso e
imprescindible.
Al
principio podemos pensar que Víktor Askenasi no es más que un hipocondríaco, un
maniático del detalle. Seguimos sus pasos y se nos presentan los sucesos más
gruesos que jalonan su vida.
Su
prosa, ora nos mantiene atrapados, ora nos confunde de forma deliberada.
La
gente, e incluso uno mismo, se forma una idea precipitada sobre el carácter de
cierta persona y luego esa persona se ve obligada a cargar con las
consecuencias el resto de su vida…
Después
el escritor nos desvela paso a paso la verdadera naturaleza del personaje.
…
Pero no lograba dar con las palabras adecuadas para comunicarle la magnífica
noticia. Aunque conocía las palabras hasta sus raíces más profundas y era capaz
de seguir el rastro de las etimologías más oscuras, aunque trabajaba con las
palabras como el albañil con los ladrillos, ahora le parecían instrumentos
chapuceros, burdos e inútiles, hechos de una materia cruda y extraña.
Por
momentos sufrimos altibajos, en un creciente sostenido, hasta el clímax final. Hay
humor, sarcasmo (de qué otra manera se puede hablar del prejuicio), pero sobre
todo hay dolor, el sufrimiento hasta el paroxismo de la locura.
Me gusta mucho Sándor Márai y he leído cuatro libros suyos, pero concretamente este no está entre ellos. Mi favorito sigue siendo "La mujer justa" que fue el primero que leí y después releí para la tertulia del instituto.
ResponderEliminarTomo nota de este porque tu reseña hace que me apetezca mucho leerlo y además hace tiempo que estoy un poco alejada del autor.
Un beso.
Tiene más altibajos que "El último encuentro". Ahora estoy leyendo un tercer libro de Sándor. Es, para mí, bastante adictivo. Es un escritor que reúne las dos cualidades fundamentales: entretenimiento y reflexión. Tomo nota del que dices, si lo encuentro en biblioteca lo comento.
ResponderEliminarBesos.
La parte final,cuando está en la isla, es demoledora.
ResponderEliminar¿1867? ¡Si el autor nació en 1900!
ResponderEliminarGracias por el apunte. En todo caso, confío en que mis lectores son inteligentes y conscientes de la fragilidad de mis opiniones.
EliminarUn cordial saludo.