Buck
no leía los periódicos; por eso no se enteró de la gran amenaza que iba a
transformar no solo su vida, sino la de los perros de toda la costa, desde el
estrecho de Puget hasta San Diego, que tuvieran fuerte musculatura y denso y
cálido pelaje.
En
1896 estalla la fiebre del oro de Klondike, también llamada del Yukón o Alaska.
El precio de los perros de tiro se dispara de tal manera que roban a nuestro
buen Buck, un perro mestizo, dando comienzo a una divertida historia de acción
bien narrada y que al mismo tiempo invita a la reflexión.
Se
trata de un canto a la naturaleza salvaje, aunque a mi manera de ver subyace
sobre el texto un mensaje más agudo y negativo, el de la nociva intervención
del hombre en dicha naturaleza salvaje. Me viene al recuerdo el accidente de
Chernóbil (1986). Suponían los expertos que una enorme zona alrededor del área
de radiación sufriría un quebranto medioambiental que duraría siglos. En cambio
ahora los expertos se han quedado estupefactos al comprobar que sí, que hubo
impacto ambiental negativo, pero que la vida animal y vegetal no solo se ha
recuperado al nivel de 1986 sino que ha sufrido una expansión de especies antes
desaparecidas como el lobo, el oso o el jabalí, quedando así demostrado que el
impacto de la “humanización” para con la naturaleza supera a cualquier otro mal
imaginable.
Después
de una vida pacífica y regalada, nuestro buen Buck descubre lo descarnado de la
lucha por la supervivencia. London titula así un capítulo: «La
ley del garrote y el colmillo»
Cada
hora le reservaba una sorpresa desagradable. Lo habían arrancado de repente del
corazón de la civilización para echarlo al de las cosas primitivas. Esta no era
una vida indolente y soleada, sin otro quehacer más que holgazanear y pasar el
rato. Aquí no había paz ni descanso, ni un momento de reposo. Todo era
confusión y actividad y, a cada momento, su vida o su cuerpo estaban en
peligro. Era absolutamente necesario mantenerse todo el tiempo alerta, pues
aquellos perros y aquellos hombres no eran perros ni hombres civilizados. Eran
unas bestias todos ellos y no conocían otra ley que la del garrote y el
colmillo.
London
fue uno más de los locos aventureros que se dejaron atrapar por la fiebre del
oro. Nos muestra sus vivencias a través del extremo Ártico en contraposición
con los climas cálidos e indolentes. El frío polar no es apto para pusilánimes.
Hombre y animal se ven sometidos de continuo a las más duras pruebas de
supervivencia. Buck se ve enfrentado a la más descarnada realidad.
Este
primer robo fue la prueba de que Buck era apto para sobrevivir en el hostil
ambiente de las tierras del Norte. Indicaba su adaptabilidad, su capacidad para
acomodarse a condiciones cambiantes, cuya carencia habría significado una
muerte rápida y terrible. Y además indicaba la degeneración o resquebrajamiento
de sus valores morales, cosa vana y un obstáculo en la despiadada lucha por la
existencia. Todo ello estaba muy bien en el Sur, donde reinaba la ley del amor
y el compañerismo y donde se respetaba la propiedad privada y los sentimientos
personales, pero en las tierras del Norte, bajo la ley del garrote y el
colmillo, el que tuviera aquellas cosas en cuenta era un necio y mientras las
respetase no podrá prosperar.
La
encarnizada lucha es de todos contra todos, animales y hombres.
Había
aprendido de Spitz y de los perros más combativos de la policía y del servicio
de correos, y sabía que no había término medio. Había que dominar o ser
dominado; y la piedad era una señal de debilidad. En la vida primitiva no
existía. Se confundía piedad con temor y ello acarreaba la muerte. Matar o
morir, comer o ser comido: tal era la ley; y Buck obedecía a aquel mandato que
surgía de las profundidades del tiempo.
Quizás
no haya encontrado párrafos magistrales pero el contexto general me ha agradado,
el fondo de la naturaleza salvaje enfrentado a la civilización. Frente a la
actitud humana, meditada, taimada, artificial, la naturaleza salvaje
instintiva, irracional. ¿Un canto a la naturaleza salvaje o un canto contra la
barbarie de la civilización?
Podemos
entresacar polémicas varias, darwinismo, comunismo, individualismo… Desde luego
que hay fragmentos en los que Buck deja de ser un perrito simpático para
convertirse un lobo sanguinario. La escena en la que se dedica a perseguir
durante días a un tremendo alce herido es un buen ejemplo de ello. Parece ser que
Buck caza más por orgullo que por hambre.
Las
ansias de sangre se hicieron más fuertes que nunca. Era un matador, un animal
de presa, que se alimentaba de seres vivos, solo, sin otra ayuda que su propia
fuerza y su habilidad, que lograba sobrevivir en un ambiente hostil donde solo
los fuertes sobrevivían. Por todo ello llegó a sentirse muy orgulloso de sí
mismo, orgullo que se contagiaba a su aspecto físico.
Buck
ya había derrotado a una cría extraviada; pero le tentaba enfrentarse a un
enemigo mayor y más peligroso, y un día se topó con uno en la línea divisoria
que hay encima del desfiladero. Una manada de veinte alces llegaba desde la
región de los bosques y los torrentes y entre ellos destacaba un macho de gran
tamaño.
Por
otro lado está la relación del perro con el hombre, que cuando es fluida y
respetuosa, nos ofrece fragmentos admirables. Hay un buen puñado de anécdotas
que hacen de Buck un perro legendario. Destaco una cualquiera en la que
Thornton, su adorado amo, lleva a cabo un temerario experimento:
…
los hombres y los perros estaban sentados en la cima de un precipicio que caía
a pico sobre un lecho de rocas desnudas, trescientos pies más abajo. John
Thornton estaba sentado junto al borde con Buck a su lado. De repente se le
ocurrió una idea absurda y llamó la atención de Hans y Pete sobre el
experimento que pensaba efectuar.
―¡Salta,
Buck! ―le ordenó, extendiendo el brazo sobre el abismo.
Un segundo después agarraba a
Buck al borde del precipicio y Hans y Pete tiraban de ambos para ponerlos a
salvo.
―Es
portentoso ―dijo Pete, cuando todo hubo pasado y habían recuperado el habla.
Thornton
meneó la cabeza.
―No; es
maravilloso, y además tremendo. Sabes, a veces me da miedo.
Cierto
que London cae a menudo en el maniqueísmo, y no solo distingue en exceso unos
hombres de otros sino que incluso unos perros de otros. Cierto también que
todos hacemos estas distinciones, de tal manera que dejo abierto otro camino
para la reflexión.
Y
por último está la extraña llamada de lo salvaje, pues no en vano la novela no
es otra cosa sino un tránsito de la vida civilizada a la salvaje, de manera que
Buck deja de ser un animal doméstico para volver al lugar del que provienen sus
ancestros, un lugar del que también el hombre procede.
Pero
lo que más le gustaba era correr, en la suave penumbra de las noches de verano,
atento a los mitigados y adormecidos murmullos del bosque, leyendo signos y
sonidos igual que un hombre puede leer un libro y buscando aquella cosa
misteriosa que lo llamaba y le decía incesantemente, estuviera despierto o
dormido, que acudiera.
Una
noche se despertó de un brinco, con los ojos inquietos, las aletas de la nariz
olfateando temblorosas, y el pelaje encrespado en repetidas olas. Del bosque le
llegaba la llamada (o una de sus notas, que la llamada tenía muchas), concreta
y definida como nunca hasta entonces: un aullido prolongado, semejante pero
distinto al de cualquier perro esquimal.
No
queda sino recomendarte, lector, esta lectura. Algunos pensarán que es una
novelita para jóvenes imberbes pero nada más lejos de la realidad. Por mi parte
qué decir sino que la he disfrutado sobremanera, al tiempo que he explorado
sendas para la reflexión que a un niño sin duda le pasarán desapercibidas.
Durante mucho tiempo pensé que eran una novela para "jóvenes imberbes",como dices, pero luego me hablaron de ella en otros términos y la tengo apuntada hace siglos. Es cierto que las historias ambientadas en lugares salvajes, con personajes solitarios y condiciones hostiles, no suelen atraerme mucho y creo que por eso la voy postergando. De nuevo me hago el propósito de ponerla al principio de la lista. Junto a "EL corazón de las tinieblas", de Conrad, que siempre relaciono con esta aunque sé que nada tienen que ver.
ResponderEliminarUn beso.
Es la historia de un perro. A mi me ha provocado a la reflexión. El genio de London está en que lo mismo sirve a un muchacho que a un adulto pues al mismo tiempo que entretiene provoca a la reflexión. Yo lo recomiendo a cualquiera sin dudar.
ResponderEliminarBesos ��
Es una novela en la que Jack London establece una relación entre el mundo civilizado y la naturaleza indómita y salvaje, sometida al imperio del más fuerte;Buck, se encuentra ante ese dilema de mudar esa naturaleza noble por la de un lobo feroz,despiadado, sanguinario para sobrevivir a los embates de una naturaleza casi inexpugnable y hostil, y a su vez la intervención despiadada y perfida y maquiavélica del hombre en el afán de conseguir poder y oro, no importando los medios para conseguirlo y London lo hace en una magistral prosa, matizada con pinceladas poéticas.
ResponderEliminar