viernes, 17 de junio de 2016

Milan Kundera. La insoportable levedad del ser.





Menos mal que la categoría de clásico no la otorga sino el tiempo. Apañados estaríamos si estuviera la novela sujeta al razonamiento, pues a cualquier cosa llama el hombre razón cuando sirve a su interés.
       ¿Y por qué?, os preguntaréis, me interrogo yo por semejantes desvaríos, ¿qué interés tendré en ello? Humano soy, ergo intereses tengo. Trato de abrirme un hueco en esto de las letras y no se me ocurre otra manera de hacerlo que a partir de aquello que acostumbro hacer, actividad poco discreta y nada original como es la lectura de clásicos. Pedante me dirán unos, snob otros; que así sea. Apenas salgo de los clásicos y de nada vale que os diga que no lo hago por afectación sino por gusto cuando la opinión circula en dirección contraria. Que conste que esta línea la sigo solamente con la literatura, porque delante de la pantalla del televisor me trago lo que pongan, como todo hijo de vecino.
En esta tesitura hubo quien me dijo que me estaba perdiendo maravillas modernas, pero es tan corto el camino y tantos los paisajes en los que entretenerse… Fijaos que una vez en twitter se me ocurrió decir que me iba a atrever con una novedad, una novelita del afamado Philip Roth, El engaño.
―¿Novedad? ―Me increparon. Para mí lo era.
El caso que no me ofreció nada nuevo, y no descarto volver a leer sus novelas mayores porque acostumbro a fiarme del criterio de determinados lectores. Pero viene a colación el caso. Soy mortal y consciente, y no siento la necesidad de gastar zapatos en la búsqueda de paisajes asombrosos. Así que, cuando me calzo botas y me cuelgo la mochila lo hago por necesidad, buscando apoyo a mi trabajo, como viene a ser el caso de la lectura que me ha llevado a comunicaros mis insípidos devaneos, La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera. No era mi primera lectura de este escritor que ¡aún vive! (he leído La lentitud). No me entusiasma porque no toca mis obsesiones más elementales, pero tampoco me desagrada, se deja leer bien y supongo que lo retomaré. No os engañaré porque sí que he reflexionado acerca de si le pertenece un lugar en mi estantería. El tiempo lo dirá. ¿Acaso creéis que solamente los buenos libros perduran? ¿Acaso creéis que los buenos libros nunca mueren? Yo abro interrogantes que no soy capaz de contestar. En el solo hecho de la reflexión está el triunfo, pienso.
Seguramente muchos de vosotros habéis leído a Kundera. Ni quiero pensar cuántos de vosotros os habéis rendido antes de llegar al final. Cuando menos se trata de una propuesta diferente al común denominador. El propio autor no comparte la opinión de aquellos que clasifican su novela como filosófica. Desde luego que abunda en referencias:

Recordó el conocido mito de “El banquete” de Platón: los humanos eran antes hermafroditas y Dios los dividió en dos mitades que desde entonces vagan por el mundo y se buscan. El amor es el deseo de encontrar a la mitad perdida de nosotros mismos.

Valentín, gran maestro de la Gnosis en el siglo segundo, decía para resolver este enrevesado problema que Jesús “comía, bebía, pero no defecaba”
La mierda es un problema teológico más complejo que el mal.

A mí desde luego que lo que más me ha llamado la atención es el despliegue macho-sexual de uno de los protagonistas, Tomás, y el contexto de la invasión soviética de Checoslovaquia.

Los rusos le trajeron en sus tanques la tranquilidad interior.

No es que le falte sensualidad, pero le falta fuerza para mandar. Hay cosas que sólo pueden hacerse con violencia. El amor físico es impensable sin violencia.

Por si todas estas excusas no bastan, Daniel-Day Lewis y Juliette Binoche añaden morbo e intriga para ver la película.



1 comentario:

  1. Hola! Increíble libro, super recomendable, intenso y revelador , gracias por tu reseña.

    Aquí me quedo, te sigo!

    Me gustaría que te pases por mi blog literario para ver qué te parece y si te gusta, sígueme :).

    saludos nos leemos!!

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