Menos
mal que la categoría de clásico no la otorga sino el tiempo. Apañados
estaríamos si estuviera la novela sujeta al razonamiento, pues a cualquier cosa
llama el hombre razón cuando sirve a su interés.
¿Y
por qué?, os preguntaréis, me interrogo yo por semejantes desvaríos, ¿qué
interés tendré en ello? Humano soy, ergo intereses tengo. Trato de abrirme un
hueco en esto de las letras y no se me ocurre otra manera de hacerlo que a
partir de aquello que acostumbro hacer, actividad poco discreta y nada original
como es la lectura de clásicos. Pedante me dirán unos, snob otros; que así sea.
Apenas salgo de los clásicos y de nada vale que os diga que no lo hago por
afectación sino por gusto cuando la opinión circula en dirección contraria. Que
conste que esta línea la sigo solamente con la literatura, porque delante de la
pantalla del televisor me trago lo que pongan, como todo hijo de vecino.
En
esta tesitura hubo quien me dijo que me estaba perdiendo maravillas modernas,
pero es tan corto el camino y tantos los paisajes en los que entretenerse… Fijaos
que una vez en twitter se me ocurrió decir que me iba a atrever con una
novedad, una novelita del afamado Philip Roth, El engaño.
―¿Novedad?
―Me increparon. Para mí lo era.

Seguramente
muchos de vosotros habéis leído a Kundera. Ni quiero pensar cuántos de vosotros
os habéis rendido antes de llegar al final. Cuando menos se trata de una
propuesta diferente al común denominador. El propio autor no comparte la
opinión de aquellos que clasifican su novela como filosófica. Desde luego que
abunda en referencias:
Recordó
el conocido mito de “El banquete” de Platón: los humanos eran antes
hermafroditas y Dios los dividió en dos mitades que desde entonces vagan por el
mundo y se buscan. El amor es el deseo de encontrar a la mitad perdida de
nosotros mismos.
Valentín,
gran maestro de la Gnosis en el siglo segundo, decía para resolver este
enrevesado problema que Jesús “comía, bebía, pero no defecaba”
La
mierda es un problema teológico más complejo que el mal.
A
mí desde luego que lo que más me ha llamado la atención es el despliegue
macho-sexual de uno de los protagonistas, Tomás, y el contexto de la invasión
soviética de Checoslovaquia.
Los
rusos le trajeron en sus tanques la tranquilidad interior.
No
es que le falte sensualidad, pero le falta fuerza para mandar. Hay cosas que
sólo pueden hacerse con violencia. El amor físico es impensable sin violencia.
Por
si todas estas excusas no bastan, Daniel-Day Lewis y Juliette Binoche añaden
morbo e intriga para ver la película.
Hola! Increíble libro, super recomendable, intenso y revelador , gracias por tu reseña.
ResponderEliminarAquí me quedo, te sigo!
Me gustaría que te pases por mi blog literario para ver qué te parece y si te gusta, sígueme :).
saludos nos leemos!!