jueves, 13 de diciembre de 2018

Hojas de hierba (1855), de Walt Whitman






¡Oh capitán, mi capitán! Nuestro azaroso viaje ha terminado.

El club de los poetas muertos y múltiples recomendaciones me han encaminado a esta lectura. Tengo que reconocer que me cuesta con la poesía, y que me ha llevado semanas leerla, por fragmentos e intercalando fragmentos en inglés. También debo decir que me ha sorprendido positivamente, por su profundidad y su lenguaje sencillo, cercano y al mismo tiempo preciso.
¿Se lee la poesía como una novela, de arriba a abajo, de principio a fin? ¿Se puede hacer una reseña de un conjunto de poemas o basta con seleccionar aquellos que te han llamado la atención durante una primeriza lectura?

Si no consigues encontrarme al principio, no te desalientes,

Si no me encuentras en un lugar, busca en otro,

Estoy en alguna parte esperándote

Whitman habla consigo mismo, en una continua búsqueda, asombrado ante la observación de lo importante, de la vida, sí, es lo que más me ha llamado la atención, un espíritu libre y curioso, asombrado ante la vida, ante la fuerza de la materia compleja que se organiza aquí y en cualquier lugar del universo adquiriendo movimiento, que se reproduce, que crece, que muere…

¿Has pensado alguna vez que es afortunado nacer?

Me apresuro a decirles a él o a ella que no es menos afortunado morir, y sé lo que me digo.

Cuando se observa la vida en sí, no se detiene uno en lo bueno o lo malo, no se detiene uno en nimiedades, si acaso en ¿Dios?

Érase un niño que se lanzaba a la aventura todos los días,

Y en el primer objeto que miraba y aceptaba con asombro, piedad, amor o temor, en ese objeto se convertía,

Y ese objeto se hacía parte de él durante el día o una parte del día... o durante muchos años o largos ciclos de años.

Whitman lo ve todo, o todo lo quiere ver, con ojos de niño. Hay unos pocos hombres que siempre miran con ojos de asombro, ojos de niño. Entre ellos está Whitman, que no quiere preocuparse de cosas estériles, que no conoce la ambición y por tanto tampoco la estupidez.
Y la hierba, la hierba aparece aquí o acullá, símbolo de la vida más maravillosa y sencilla, sin matices, sin grados, toda la vida es maravillosa y la hierba está por todas partes.

Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen de todos los poemas,

Poseerás lo bueno de la tierra y del sol… aún quedan millones de soles,

Nada recibirás ya de segunda o tercera mano… ni mirarás a través de los ojos de los muertos… ni te alimentarás de los espectros de los libros,

Tampoco mirarás a través de mis ojos, ni aceptarás las cosas que te digo,

Escucharás lo que te llega de todos lados y lo tamizarás tú mismo.

Me preguntó un niño: ¿Qué es la hierba?, trayéndomela a puñados;

¿Cómo podría yo responderle?... Yo no sé lo que es mejor que él.

Dicen por ahí que Whitman es el poeta de la democracia, supongo que por fragmentos como este:
 
Me inclino ante el esclavo de los algodonales o ante el que limpia

las cloacas… le beso familiarmente la mejilla derecha,

Y juro por mi alma que nunca lo negaré.

Pero quizás es mucho decir, qué necesidad tenemos de construir encasillamientos grandilocuentes. Whitman es autodidacta, no pertenece a estilos ni partidos, no es nada convencional, pero sí que pertenece a esos que buscan y buscan, que adoran la libertad, para sí y para el otro, la libertad para vivir, y para morir, y de ahí su antigüedad y su modernidad, y su permanencia.

Nuestra cita ha sido fijada a la perfección… Dios estará esperando a que lleguemos.

4 comentarios:

  1. Buena reseña.

    Gran libro y gran autor, uno de los precursores de la poesía moderna, intimista y narrativa, descriptiva, sin estridencia alguna. Pero salvando él un vivo fondo lírico en su caso, y un hondo compromiso humanista, hoy casi ausentes ambas cosas por completo en la poesía, por desgracia.

    Su verso libre no era intencionado ni rompedor de molde alguno. Sino necesario para evitar encorsetar en lo más mínimo la fluidez de sus ideas y emociones desnudas de artificio, que además de suyas eran universales también. Fondo y forma muy simples pero en equilibrio perfecto, en su caso. Whitman era casi un panteísta, que idealizaba la realidad pero sin divinizarla, con una mirada melancólica y serena, aunque llena de energía.

    Poeta, no de lo sencillo, sino de lo sublime que hay en lo sencillo. Describía el alma humana a través de los detalles, con serenidad pero apasionamiento, en el fondo, tomándole el pulso a cada brizna (u hoja) de la vivísima realidad que le envolvía, y dignificándola en su justa medida.

    En estos tiempos de literatura autorreferencial estricta, abusivamente radiográfica más que biográfica, y burdamente egótica más que crítica, tuvo la precursora y atrevida ocurrencia de escribir un poema titulado “Canto a mí mismo”. En el que, pese a lo que parece por el título, su “yo” personal no se convierte en absoluto en un megáfono ególatra de sus interioridades personales. Sino más bien en una excusa subjetiva, como en el resto de su obra. En un prisma, por decirlo así, con el que Whitman se disgrega en mil matices para iluminar mejor el mundo externo (y vivamente humano) que le envuelve. Y del que él mismo, Whitman, es un (humilde) ejemplo más, igual que todo el mundo. Si acaso, y por fortuna para la literatura, uno con los ojos más abiertos y sensibles que la media, eso sí. Un verdadero poeta, al fin. Nada más y nada menos que eso.









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    1. Gracias Boni, por completar mi reseña.
      Desconozco por completo la marcha de la poesía actual. Desde luego que la poesía española del siglo XX mostró grandes temas con Machado, Lorca y tantos otros. Imagino que hoy sucede en la poesía lo mismo que en el ámbito de la novela, que se escribe mucho y las pretensiones son "demasiado humanas". Desde luego que Whitman escribe con otras pretensiones... Yo me quedo con la enorme sabiduría que se transpira entre sus líneas.

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    2. Sí, sabiduría es la palabra, que ya no se usa apenas. Se ha sustituido la sabiduría como modelo que perseguir y que admirar, por la idealización de una inteligencia meramente racional, cuantitativa. La cual sí es necesaria para las cosas grandes, pero resulta un rodillo ciego para los detalles, en los que dicen que está el diablo… pero también aflora lo divino a veces, por decirlo así (no soy creyente). Y corremos el riesgo de perdérnoslo.

      Todos los sabios son inteligentes, pues la inteligencia forma siempre parte de la sabiduría. Pero no todos los inteligentes son sabios, ese es el matiz. El tonto, mira el dedo. El inteligente, mira la luna, es verdad. O sea: lúcido sí es. Pero se piensa que, con eso, ya lo ha visto todo.

      Solo el sabio mira el brillo de la luna en el dedo, por decirlo así. Whitman sabía captar dicho matiz sutil, hasta en las hojas de los árboles. Sí las sabía contar, claro. Pero también sabía distinguir unas de otras.

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    3. Ha llegado a mis manos algún ensayo que trata de definir el término "sabiduría". No debe ser tan fácil de definir cuando utiliza cientos de páginas sin llegar a una conclusión clara. La clave está en la reflexión, que no en la cantidad de conocimientos o erudición. Y sí, Whitman o Tolstói, por ejemplo están entre el escaso número de los sabios.

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