Soy consciente de haber contado esta historia
con muy poco orden, de manera que tal vez resulte difícil encontrar el camino,
por lo que quizá no sea más que una especie de laberinto. No está en mi mano
evitarlo. Me he atenido a la idea de que me encuentro en una casa de campo con
un silencioso oyente que, entre las ráfagas de viento y los ruidos del lejano
mar, va escuchando la historia a medida que brota de mis labios. Y cuando se
analizan unas relaciones amorosas ―unas
largas y tristes relaciones amorosas―, tan pronto se retrocede como se va hacia
adelante. Al recordar de repente aspectos olvidados, se tiende a explicarlos
con mayor minuciosidad porque se es consciente de que no se los mencionó en el
sitio adecuado y de que, al omitirlos, quizá se haya dado una impresión falsa.
Me consuelo pensando en que se trata de una historia verdadera y en que,
después de todo, la mejor manera de contar una historia verdadera es hacerlo
como quien se limita a contar una historia. Será entonces cuando parezca más
auténtica.
Novela
entretenida, correctamente escrita, pero que no me ha entusiasmado. De ahí que
salga una reseña rudimentaria, diríase mejor una “huella de lectura”.
Dice
la edición de cátedra en la contraportada que «Ha
sido definida como un cuadro fracturado, deliberadamente subjetivo y ambiguo,
una imagen que refleja el fin de una época y de una clase social, y que da
expresión al escepticismo y nostalgia de su autor: “la historia más triste” y
una obra cómica a la vez. Es también un ejercicio de estilo, un alarde de
técnica en manos de un hábil prestidigitador.»
No
hay que perder la perspectiva, principios del siglo XX. Imaginaba yo
experimentos al estilo Joyce o Woolf, y nada que ver. Continuos flash back y un
planteamiento moderno, pero luego me he encontrado con una novela que se lee
bien, con un autor preocupado porque el lector le siga, porque se entretenga. Cierto
que hay momentos de desconcierto, personajes que se nos escapan de las manos,
pero el resultado es comprensible, una bagatela humorística para nada tan
triste como hace prever su primera, y famosa, frase:
Esta
es la historia más triste que jamás he oído.
Así
que, no se arredre el lector ante tanto modernismo, porque la novela tiene
mucho de clásico. Es más, las continuas intervenciones del narrador, en las
cuales se dirige directamente a nosotros, los lectores, nos retrotraen más allá
del siglo XIX.
El
problema de las primeras impresiones siempre me ha preocupado mucho…, aunque de
una manera muy teórica. Quiero decir que de cuando en cuando me he preguntado
si era bueno o malo fiarse de las primeras impresiones en el trato con las
personas.
Porque,
¿quién hay en este mundo que pueda garantizar la hombría de bien de nadie? ¿Es
que hay alguien en este mundo que conozca el corazón de otra persona…, o el
suyo propio? No quiero decir con esto que uno no pueda hacer una valoración
aproximada de la forma en que cualquier hombre se comportará. Pero no se puede
estar seguro en todos los casos de cómo reaccionará…, y hasta que eso se pueda
hacer, una «reputación»
no le sirve de nada a nadie.
El
narrador, John Dowell, comparte protagonismo con su mujer y otra pareja de
burgueses muy bien acomodados que se pasan la vida en un balneario. El mismo
John Dowell se retrata a sí mismo como un estúpido, y ciertamente que pasa la
mayor parte de su vida hundido en la más absurda inocencia con respecto a las
relaciones de su esposa. Dada su posterior intuición, el lector puede llegar a
plantearse si tamaña candidez ha podido ser real. Quizás esto carezca de
importancia para el autor, dado el tono jocoso y sarcástico de la trama, y
desde luego que no es óbice para servirnos en bandeja un cuadro de lo más
gracioso relativo a las miserias humanas.
Cuando
menos la novela nos ofrece, a través de una técnica depurada, giros continuos,
matrimonios fracasados, adulterio, engaños, herencias, venganzas. No pocas
notas he tomado durante su lectura.
Nadie
me visita porque yo no visito a nadie. Nadie se interesa por mí, porque carezco
de intereses.
Por
ultimo destacar la figura casi mítica de Ford Madox Ford, conocido editor de
revistas en las cuales dio a conocer el talento de grandes escritores como D.H.
Lawrence o Ezra Pound. Asimismo, y por poner un ejemplo, trabajó mano a mano
con Conrad durante casi 10 años, escribiendo libros a cuatro manos. En fin, que
su biografía aparece entremezclada con la de muchos otros escritores que me
importan, y ello supone motivo más que suficiente para abordar su lectura.
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