miércoles, 26 de diciembre de 2018

El honor perdido de Katharina Blum (1974), de Heinrich Böll





 El autor advierte de su discurso desde el prefacio:

Las personas que se citan y los hechos que se relatan son producto de la fantasía del autor. Si ciertos procedimientos periodísticos recuerdan los del Bils-Zeitung, el paralelismo no es intencionado ni casual, sino inevitable.

Novela corta, de tesis, estructura moderna con tintes cinematográficos que viene a ser llamada experimental. Algunas veces parece ser un atestado policial en forma de testimonios, otras veces no parece tan objetiva; no he llevado a cabo un análisis exhaustivo porque esa no es mi intención, que se queda en la sugerencia. Un ejemplo revelador de su estilo libre:

Aquí debemos volver atrás. Este recurso se llama en cinematografía y en literatura flashback. Retrocedamos desde la mañana del sábado, en que el matrimonio Blorna regresó agotado y bastante desesperado de sus vacaciones…

El mismo Böll define su estilo metafóricamente:

Si el informe ―pues aquí se habla tanto de fuentes― resulta a veces “fluido”, se ruega que lo disculpen: era inevitable. Los términos “fuentes” y “fluir” no parecen compatibles, con el concepto de composición literaria; les convendría mejor el de conducción. Esto debería comprenderlo todo aquel que alguna vez, siendo niño (o incluso ya mayor), haya jugado en, al lado de y con unos charcos, uniéndolos mediante pequeños canales, vaciándolos y desviándolos hasta conducir, finalmente, toda el agua hacia un canal colector, para desviarla a un nivel inferior o tal vez, incluso, para encauzarla debidamente, de forma oficial y regular, hacia un desagüe o un canal construido por las autoridades. Es decir, se procede a una especie de drenaje que constituye un verdadero proceso de ordenación.

Una noche particular Katharina Blum conoce a un hombre del cual se enamora, y dicho hombre la enreda, sin pretenderlo, en un escabroso asunto que nada tiene que ver con ella. El problema principal radica en que un medio de comunicación, “EL PERIÓDICO”, de tendencias amarillistas, utiliza la noticia tergiversando, sin escrúpulos, la información, sin tener en cuenta el daño que pueda ocasionar a los afectados.

―¡Ánimo, pequeña Katharina! Aquí no todos piensan mal de ti.

El tema, pues, es bastante claro, la crítica hacia un tipo de prensa a la que nada se le pone por delante. El contexto es la Alemania de 1974, ya pasadas casi tres décadas de la Segunda Guerra Mundial y todavía presente la Guerra Fría y la división de las dos Alemanias.
Böll nos pinta a Katherina como una mujer ejemplar por su conducta, que ha superado con trabajo y pundonor sus inciertos orígenes. Ello lo corroboran sus personas más cercanas, que poco pueden hacer ante el veneno ponzoñoso de la prensa amarilla, que prioriza la promulgación de titulares atractivos frente a la verdad probada, provocando el desamparo de la protagonista y un final inesperado.
Sin ir más allá, parece ser que la protagonista está basada en un personaje real. La protagonista es una mujer peculiar, atractiva, orgullosa, muy honrada y un tanto mojigata, pero no esperemos profundidad ni identificación con la protagonista. Las sensaciones son más bien frías, como el estilo de la narración.

―Desde luego, existen personas que nos quieren mortificar desde que saben por el PERIÓDICO cómo nos llamamos y dónde vivimos. Es preferible dejar descolgado.

A favor de Böll su concreción, que no necesita de muchas páginas para desarrollar su tesis, en contra que el desarrollo de la “tesis” deja en segundo plano a la protagonista, que primero se gana nuestras simpatías pero luego se retrata en un desenlace que quizás fue real pero a mí me ha resultado incongruente (congruente, sí, para los parámetros poco ambiciosos del cine de Hollywood). Quiero suponer que Böll le dio prioridad a la “tesis” y que, si en verdad el caso fue real, el carácter de la protagonista debió esconder, sin duda, complejidades mucho mayores que las que me hace llegar.

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