domingo, 31 de agosto de 2025

Deng Xiaoping, reformador de China (1988), Uli Franz.



No suelo leer biografías porque no me gusta ahondar en la vida familiar de las personas, ya sean o no trascendentes en la historia de la humanidad. Prefiero ir al meollo de las circunstancias históricas, aunque reconozco que también es una buena manera de abordar un período, y la revolución China bien lo merece.

Los que disfrutamos con la historia, bien sabemos que su mayor valor reside en la aplicación a nuestro tiempo presente. Observamos la Revolución Meiji, o el ascenso de Taiwán, Hong Kong o Singapur, y no podemos sustraernos a explorar en busca del porqué. Igual nos sucede ahora con China, y quizás un buen comienzo esté en la figura de Deng Xiaoping.

Deng Xiaoping venía de una familia de terratenientes. De ahí sus posibilidades para viajar a Francia para estudiar, aunque tampoco fue todo un camino de rosas y allí tuvo que trabajar; en los ambientes fabriles abrazó el comunismo. De aquí pasó a estudiar dos años en la Unión Soviética, escalando en las filas comunistas gracias a su viveza e inteligencia, hasta convertirse en uno de los máximos dirigentes del Partido Comunista al lado de Mao Zedong.

La biografía ilustra muy bien la época de los señores de la guerra o de los caudillos militares (1916-1928 aprox.) Deng regresa China en un momento en que los comunistas son débiles frente al líder en ascenso Chiang Kai-shek. Vivimos la larga marcha en 1934, luego la invasión japonesa en 1937 y tras la II GM, la guerra civil. En la fase final de la guerra, Deng ejerció un papel clave como líder político y maestro de propaganda, como Comisario Político. También participó en la difusión de las ideas de Mao Zedong, que se convirtieron en la base ideológica del Partido Comunista. Su labor política e ideológica, junto con su condición de veterano de la Gran Marcha, lo colocó en una posición privilegiada dentro del partido para ocupar posiciones de poder luego de que el Partido Comunista lograra derrotar a Chiang Kai-shek y fundara la República Popular China.

Su trayectoria es casi siempre ascendente, a excepción de un período en el cual sus afinidades reformistas le apartaron de la cúpula del poder, o sea, de Mao Zedong, logrando preservar, con dificultades, su propia vida.

En 1960, con Mao en el poder, recibe muchas críticas por una frase que define su ideología pragmática al tiempo que la China de hoy:

 

«da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones»,

 


Después, a la muerte de Mao, en 1976, de nuevo vuelve al primer plano de la actividad política, imponiéndose de manera silenciosa en la lucha por el poder.

A ver, no se trata de hacer un resumen sino de imbricar la pieza en el conjunto de la historia de China y situarnos en la transición entre una China comunista que por un lado es deprimente por la pésima situación económica, pero que por otro lado opone una China que deja de ser sierva de las potencias occidentales y alcanza la unificación y la independencia.

Aquí está la clave de la figura histórica. A fines de la década de 1970, Deng trató de corregir los errores de la Revolución Cultural. Bajo su liderazgo, China llevó a cabo una serie de reformas económicas liberales con resultados impresionantes. Se trata de reducir la intervención estatal y permitir la producción privada en la agricultura y la industria. Las reformas fueron bien recibidas, pero había grandes protestas debido a la corrupción y el nepotismo en el interior del Partido Comunista. Son las típicas resistencias de un poder asentado durante décadas.

Ni qué decir que la transición a una economía de mercado fue difícil. Se le achaca con frecuencia su carácter autoritario y su decisiva participación en la represión violenta de las protestas de la Plaza de Tiananmen en 1989, que pretendía un reformismo de corte occidental. El talante de Deng Xiaoping le llevó a defender al orden frente al caos.

Deng Xiao Ping muere en 1997, y durante muchos años gobierna prácticamente en la sombra.

 

Hacer una síntesis de mayor calidad pertenece al ámbito universitario, y esto no es más que una reseña. A mí me gusta aprender, y llevo un tiempo ahondando en el por qué de la Revolución China, y ello te conduce inexorablemente hacia la figura de Deng Xiaoping. Se trata de un sistema único, pragmático, que adopta políticas orientadas al mercado manteniendo los principios fundamentales del socialismo.

Las reformas de Deng, a menudo denominadas el "milagro económico chino", alentaron las inversiones extranjeras, la privatización de empresas estatales y la creación de Zonas Económicas Especiales.

Obviamente encontró tanto apoyo como oposición dentro del Partido Comunista Chino. Su prestigio residía en su biografía, en su reputación. Determinados especialistas argumentan que tanto Deng como otros activistas, no eran marxistas o comunistas propiamente dichos, sino básicamente nacionalistas revolucionarios que querían ver a China en igualdad de condiciones con las grandes potencias mundiales.

Con el tiempo, seguro que su figura crece, aunque a día de hoy, en occidente, nadie conoce su nombre. Pero es que apenas conozco a media docena de personas, historiadores, que sepan quién es Xi Jinping. Será que mi entorno es muy reducido o sencillo, o que el conocimiento de nuestra historia no vale para nada.

sábado, 23 de agosto de 2025

El barón rampante (1957), Italo Calvino.

 


Hace tiempo que conocí a Calvino por su ensayo Por qué leer los clásicos. Hasta ahora no me acerqué a una de sus novelas, probablemente porque ha entrado en el selecto club de las lecturas obligatorias del bachillerato.

La verdad que la he disfrutado, con sus luces y sus sombras. Es divertida, dinámica, aunque a ratos en exceso disparatada.

Cósimo es un joven barón de trece años, de la clase privilegiada, que se niega un día a comerse un plato de caracoles y, en señal de protesta, se sube a un árbol y promete que nunca bajará. No es una simple rabieta porque la relación con sus padres es difícil. El caso que nunca bajará de los árboles.

Es de imaginar al escritor haciendo verosímil su propuesta, extendiendo el campo de acción del protagonista, que se mueve entre los árboles como pez en el agua sin llegar a pisar el suelo. Crea su propia casa sobre los árboles, consigue comida mediante la caza o la recolección de frutos, y también crea su propia ropa con las pieles de los animales que caza. Vive grandes aventuras sobre los árboles, disfrutando de una visión diferente que los demás y alcanzando un conocimiento que nadie posee. Se traslada a otros lugares a través los bosques, conoce el amor, lee libros, conversa con gentes variopintas, se enfrenta a piratas y ladrones.

Sobre el significado de la novela, los hay que hablan sobre una alegoría de la vida, de la libertad o de la valentía a la hora de ser una persona original pese a quien le pese. 


Un libro aparentemente corto y fresco, que no sé yo hasta qué punto es apropiado para incentivar a los jóvenes a la lectura o para iniciarse con los clásicos, pero puedo asegurar que los jóvenes hablan del libro con cariño y respeto.

El parecer es la segunda parte de una trilogía, Nuestros antepasados, conformada además por las novelas El vizconde demediado y El caballero inexistente, que me suenan de verlas por ahí.

sábado, 2 de agosto de 2025

La Europa del siglo XVIII (1990), Jeremy Black.

 


Probablemente leo más historia que novela, pero no me considero ningún experto a la hora de analizar o valorar la calidad de las obras; me limito a dar algunos apuntes o valoraciones personales.

No es necesario explayarse mucho sobre el desprecio que la sociedad muestra por todo lo relativo a la disciplina de la historia. Dicho desprecio se extiende a las clases dominantes, salvo cuando necesitan usarla en su propio beneficio, para asentar su poder.

No obstante, nuestros chavales estudian someramente la historia hasta el Bachillerato. Se trata de una asignatura obligatoria, en general poco apreciada, mal considerada como de empollar. Gran parte de la culpa es del currículo, pero no vamos a entrar en semejante berenjenal. Lo único que aquí me importa es aludir a la imagen que les queda a esos pocos, los estudiantes de bachillerato, que han estudiado algo de historia, una imagen reducida, por no decir esquemática y ridícula, de lo que significa la historia a partir de la síntesis de un más o menos logrado libro de texto. Y digo esto porque me ha tocado unas cuantas veces escuchar cómo se reduce la historia del fascismo, el imperialismo o el capitalismo a unos pocos puntos, características, causas y consecuencias, y poco más.

Y aquí, tras largo rodeo, llegamos al presente libro de Jeremy Black, uno de los historiadores más prolíficos de la historia, con más de 180 libros en su haber. No es un libro fácil de leer. Tampoco es que me haya parecido una maravilla. Supongo que hubiera disfrutado más de un libro que narrara los acontecimientos políticos más relevantes del siglo XVIII, la guerra de Sucesión Española, la guerra de los siete años la desintegración de Polonia o el auge de Inglaterra, Prusia o Rusia, y sin embargo me he encontrado con un libro un tanto árido que ofrece un estudio temático con la siguiente división: demografía, economía, comercio, sociedad, creencias religiosas, ilustración, arte y cultura, ciencia, relaciones internacionales, el ejército y el arte de la guerra, el gobierno y la administración y, por último, ideología, política y reforma.

Lógicamente, resulta imposible resumir en un volumen, ni en veinte, la historia del continente europeo durante un siglo completo. La sensación que te queda después de la lectura es de lo inaprensible que resulta la historia global de un continente como Europa, tan compartimentado, tan diferente no solo en cuanto a países sino incluso también en cuanto a regiones menores. Son más las diferencias que las semejanzas de lo que ocurre en Portugal al mismo tiempo que en Rusia, Noruega o el Piamonte. De ahí que, si uno espera, terminar con cuatro ideas claras, mejor que no agarre este manual, que tiene la intención contraria, dar una imagen de la gran variedad de situaciones que se viven en el contexto europeo.

Cierto que el siglo XVIII es complejo, prolegómeno de la Revolución Industrial y burguesa, pero nos queda la sensación de que dicha complejidad puede aplicarse a cualquier siglo.

Un libro que se deshace en detalles de ciudades de cualquier parte de Europa, que nos lleva de una remota región de Rusia a Transilvania, Escocia, Suecia o Polonia, llevando a cabo una diversificada descripción de la Europa del Antiguo Régimen en vísperas de un nuevo orden. 


En definitiva, un trabajo arduo, arriesgado y peculiar, que ofrece un sinfín de detalles sobre diferentes regiones europeas. Más que aclarar conceptos, nos incita a ampliar nuestro estudio. Nada recomendable si lo que buscas es sencillas conclusiones.

sábado, 26 de julio de 2025

Esfera (1987), Michael Crichton.

 

En mi juventud fui lector de ciencia ficción durante una buena temporada. Ya entonces mostraba maneras y quería leer a los mejores. Leí a Asimov, pero también disfruté con la saga Pórtico de Frederick Pohl, con Fritz Leiber o con Star Maker de Olaf Stapledon. Así, a bote pronto, son algunos de los autores que mejor recuerdo. Leí docenas y docenas de novelas, algunas de ellas varias veces. Prefería las de mayor contenido científico y despreciaba las fantasiosas. Intercalaba novelas con alguna que otra obra científica de divulgación; cómo leer ciencia ficción sin saber lo que es un parsec, un agujero negro o hacerse a la idea del tamaño del sistema solar con respecto a la vía láctea o el Universo conocido. La buena ciencia ficción es el resultado de una mezcla adecuada de ciencia y de ficción, pero si flojea la primera pierde su sentido, en mi humilde opinión.

La presente novela la he leído en un momento de relajación que me he regalado tras trabajos tan arduos como los de Hércules. Los buenos lectores (permítanme la pedantería atendiendo al elevado número de sabelotodos que jamás leerán un libro y que nos rodean en la vida diaria) somos primero de todo lectores, y leemos hasta las frases de los azucarillos.


Ciertamente que la novela presenta sus puntos débiles. Acostumbrado uno a leer novela de calidad, pronto das con aspectos más o menos flojos. En todo caso he terminado la novela y me ha agradado. Ahora buscaré la película, que hace mucho que no la veo, y que temo que será diferente, pese a que la novela parece un guion por la abundancia de diálogo.

Lo más interesante de la propuesta de Michael Crichton está en el contacto con otra civilización extraterrestre, tenga este lugar o no, porque quedan incógnitas en el aire. Tanto los personajes como la intriga se nos presentan desde el minuto uno. La trama es fluida, por no decir vertiginosa, de tal manera que la lectura resulta fácil. El ambiente escogido ayuda al suspense, las profundidades del Pacífico, un ambiente claustrofóbico. Los tecnicismos parecen correctos, pero no abrumadores. Aquí y allá se entremezclan teorías acerca de la posibilidad o no de la existencia de vida más allá del sistema solar, y de cómo sería en caso de existir. He leído novelas mucho mejores en este aspecto.

En el fondo del mar aparece una nave espacial llena de sorpresas y que contiene una esfera incognoscible. Un grupo de expertos añaden el contenido científico, un psicólogo, un astrofísico, una bióloga y un matemático.

La novela se cierra de forma brillante, pero nos deja en la indefinición, lo que ayuda a crear esa sensación de misterio y terror subyacente al contacto con lo desconocido, ya sea vida extraterrestre o una tecnología inasequible para el ser humano. En todo caso, un final coherente con el resto del relato. 


En definitiva, sin ser una novela memorable, una buena excusa para hablar de libros, una buena historia para leer a la sombra de un olivo en la piscina. Suspense, ritmo trepidante, y algún que otro dilema existencial sobre la mesa.

sábado, 19 de julio de 2025

El corazón es un cazador solitario (1940), Carson McCullers.

 


La novela comienza con una narración absorbente y espectacular. La autora tiene el don de cautivar. En unas pocas páginas nos presenta a dos amigos íntimos, dos personas peculiares, sordos, John Singer y Spiros Antonapoulos. Uno de ellos, Antonapoulos enferma y comienza a comportarse de forma violenta y acaba en un hospital psiquiátrico, de manera que el protagonista absoluto de la novela, John Singer, se queda solo y se muda.

Aunque el sordomudo Spiros Antonapoulos no desaparece del todo, el resto de la novela, diríase mejor los demás personajes, giran alrededor de John Singer, que tiene una singular personalidad que los atrae. Sí, John Singer es el gran protagonista de la novela, y a su alrededor basculan otros cuatro personajes muy diferentes entre sí, Mick Kelly, una niña espabilada de alrededor de 13 años, amante de la música, Jake Blount, un obrero alcohólico de tendencias socialistas, Biff Brannon, el dueño de un establecimiento donde se dan comidas y bebidas, y el Dr. Copeland, un idealista médico afroamericano ya anciano.

La novela transcurre en la órbita que describen cada uno de estos personajes alrededor del sordo, John Singer, probablemente menos desarrollado que los otros cuatro, algunos de los cuales presentan sus satélites, personajes que a su vez los rodean y describen a su alrededor su propia órbita. 

Poco después de la Navidad, una noche, dio la casualidad de que las cuatro personas vinieron a visitarle al mismo tiempo. Esto no había ocurrido nunca. Singer se movía por la habitación repartiendo sonrisas y cosas para comer, haciendo todo lo posible para que sus invitados estuvieran cómodos. Pero algo no andaba bien.

El doctor Copeland permanecía de pie, en la puerta, con el sombrero en la mano, y sólo hizo una fría reverencia a los demás. Los otros le miraron como preguntándose por qué estaba allí. Jake Blount abrió las cervezas que había traído consigo, y la espuma le manchó la pechera de la camisa. Mick Kelly escuchaba la música de la radio. Biff Brannon estaba sentado en la cama, las piernas cruzadas, y sus ojos escrutaban al grupo que tenía ante sí con los ojos fijos y entrecerrados.

 Así describo yo esta novela, una novela de personajes entrelazados, apenas coordinados por la figura de John Singer. La introducción de cada personaje me ha parecido magistral, muy sugerente para aquellos que tratamos de hacer nuestros propios pinitos literarios.

Estas características pueden echar para atrás a muchos lectores, pero la verdad que la novela se lee bien, sin necesidad de poner excesiva atención o retroceder páginas en la lectura, porque la escritora pone todo su arte al servicio del lector, de manera que no nos resulta difícil entrar en el enrevesado mundo de cada personaje.

Por eso, insisto, que no es necesario acudir a un taller de escritura para que nos enseñen el oficio. Cierto que podemos hacer amistades, como en cualquier otro círculo, pero para aprender las técnicas narrativas basta con leer novelas de los maestros, que son los que verdaderamente nos muestran el camino.

 

La novela transcurre en una pequeña ciudad industrial del sur de los EE.UU, Georgia, en la década de los 30, fácil de comprobar porque de vez en cuando se nos describen a través del diálogo los movimientos políticos de Adolf Hitler frente a la política de apaciguamiento.

El ambiente puede resultar claustrofóbico, miserable, como lo es la vida de los humildes de los suburbios de cualquier ciudad.

El título de la novela proviene de un poema "El cazador solitario" del poeta escocés William Sharp.

Deep in the heart of Summer, sweet is life to me still, But my heart is a lonely hunter that hunts on a lonely hill.

 En lo profundo del corazón del verano, dulce es la vida para mí todavía, pero mi corazón es un cazador solitario que caza en una colina solitaria.


 
Lo que más me ha sorprendido es que la autora, Carson McCullers, escribió esta, su primera novela, con 23 años, por la cual obtuvo una temprana y merecida fama. Luego tuvo una azarosa vida, a través de la cual se puede comprobar que sus personajes están hechos del mismo pegamento que su realidad.

Ya he conseguido La balada del café triste, que espero leer pronto, lo cual indica, mejor que cualquier valoración numérica, lo que me ha gustado esta novela.

 

sábado, 5 de julio de 2025

La caverna (1940), José Saramago.

 

¿Mereció la pena mi primera experiencia con Saramago?

Estuve tentado de abandonar su lectura desde un principio. Terminé la lectura motivado por la presente reseña, y todavía no sé si merece la pena volver a Saramago. No cumple con los requisitos que yo le suelo exigir a un clásico literario, profundidad y entretenimiento. Me ha costado mucho enganchar, no ha sido una lectura para nada entretenida.

Por otro lado, otros lectores me han recomendado diferentes títulos, Ensayo sobre La ceguera o Las intermitencias de la muerte. Es probable que vuelva a fustigarme más adelante, pero me da la sensación de que Saramago me va a ofrecer más de lo mismo.

La lectura en sí no alberga ningún tipo de complejidad, ni por sus peculiaridades gramaticales o sintácticas, ni por el ritmo narrativo. La experimentación con la forma nada tiene que ver con Joyce o Virginia Woolf. Tampoco hay un batiburrillo de personajes, sino que todo se decide entre un señor ya mayor que ronda la edad de jubilación, su hija, el marido de su hija, y un perro.

Los diálogos son peculiares, separados con comas en vez de utilizar los tradicionales guiones, la ausencia de signos de interrogación o admiración. A decir del autor, los seres humanos no hablamos con guiones. Cuenta Saramago que al escribir la novela que le dio notoriedad, Alzado del suelo, recogió historias de gente humilde, con orígenes similares al suyo, y que, para reflejar el lenguaje oral de la mejor manera posible, optó por no usar algunos signos de puntuación, y pensó que se entendía igual.

Y así es, la lectura en sí no es farragosa. El problema está en que el argumento carece de dinamismo. El tema nuclear, la tesis de la novela, es la puesta en cuestión de las ventajas de la modernidad, o así lo veo yo. ¿El avance tecnológico mejora la vida de las personas? Los humildes se resisten a trasladarse a la ciudad (el Centro lo denominan los personajes de Saramago), a dejar sus oficios antiguos por otros más modernos y para nada más sofisticados. La modernidad, el denominado avance, no tiene en cuenta a las personas. Y no es que Saramago se desate en explícitas disquisiciones, sino que es la realidad que ronda en cada capítulo, en cada párrafo.

Cierto que el lenguaje es metafórico, y que a veces Saramago se deshace en digresiones que poco o nada añaden al contexto. Es mi apreciación. Por poner un ejemplo. El protagonista es alfarero, de horno tradicional, y cuando la empresa de la ciudad rechaza sus productos, entre él y su hija se deciden por cambiar el género tradicional de útiles de cocina por figuritas decorativas. Saramago nos describe la búsqueda de las figuritas a través de las imágenes de una enciclopedia y durante varias hojas nos describe sencillas representaciones, la enfermera, el payaso, el esquimal, el bufón…, que podríamos decir que nada aportan pero que seguro que el escritor nos diría que son parte intrínseca e imprescindible de la novela porque participan en ella para crear eso que se puede definir como el mensaje que Saramago nos quiere transmitir, una visión desesperante y engañosa de un mundo actual que parece que avanza pero que lo hace mal. Se genera así una sensación de desesperanza, de precipicio al final del camino.

 

Es difícil entresacar un fragmento. Os dejo este, ejemplo que me ha parecido interesante, pero habrá cientos, sobre la vejez…

 

… son los tiempos que mudan, son los viejos que cada hora que pasa envejecen un día, es el trabajo que deja de ser lo que había sido, y nosotros que sólo podemos ser lo que fuimos, de repente descubrimos que ya no somos necesarios en el mundo, si es que alguna vez lo fuimos, pero creer que lo éramos parecía bastante, parecía suficiente, y era en cierta manera eterno, durante el tiempo que la vida durase, que eso es la eternidad, nada más que eso.

 

Insisto, el lenguaje está muy trabajado, las metáforas abundan. El estilo es el protagonista de la novela, y a menudo se suele premiar el estilo. En 1998 se le otorga el Premio Nobel de Literatura por "volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía".

En verdad que Saramago tiene una voz propia, un objetivo y un buen número de lectores. Yo garantizo que sus libros se venden bien.

 

Por último, decir que abordé la novela sin lecturas previas de reseñas o similares, así que siempre imaginé que el título guardaba algún tipo de relación con Platón y su teoría de las ideas. A medida que me adentraba en sus páginas descarté tal relación, y al final, sorprendentemente, aparece dicha relación de manera casi indigesta. Quizás no he sido un lector hábil a la hora de desentrañar el juego simbólico de Saramago, que lo hay seguro porque se trata de un alfarero que hace figuras con barro, pero tampoco quiero ser tan exigente conmigo mismo. A veces prefiero que el escritor me tome de la mano y me guíe como si fuera un jovencito imberbe.



En todo caso, explorando por la Wikipedia me encuentro con esta cita del propio autor:

 

La caverna ha sido escrita para que la gente salga de la caverna

 

La Wikipedia habla de que la presente novela compone un tríptico que puede ser etiquetado como distopía o ciencia ficción junto a otras dos novelas: Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres.

Necesitaré coger aire para afrontar otra de sus novelas. Claros y sombras.

 

lunes, 9 de junio de 2025

El poder y la gloria (1940), Graham Greene.

 


Un libro peculiar, una crítica desordenada. Mi primer acercamiento a este maestro del thriller, incitado por múltiples recomendaciones de mis amigos lectores.

El autor británico se dedicó de forma temprana a la literatura, aunque tuvo que completar sus ingresos escribiendo una interesante crítica literaria y cinematográfica. También comenzó a trabajar, discretamente, como es lógico, para el MI6 británico, así que cuando nos regala una de espías sabe de lo que se habla. De todo esto resultaron múltiples viajes por África y Latinoamérica y algunas novelas que basculan entre la novela de entretenimiento y eso tan difícil de definir como es la literatura.

La novela que traigo trata sobre un cura perseguido por la justicia mexicana. Nos hallamos en la década de los 30, en una época de represión tras la denominada Guerra Cristera, en la que el gobierno trata de erradicar a la Iglesia, considerada causante de los males del país.

Es un auténtico recorrido psicológico a través de un mal cura, un “paterwhisky”, una persona simple y vulgar colocada en una situación de extrema violencia. Sin embargo, esa situación no empuja al cura al esperado heroísmo, aunque pareciera que al final hay una especie de sacrificio, pero no nos engañemos, nunca deja de ser una persona vulgar que es capaz de sacrificar al otro por un trago de aguardiente.

En el otro extremo están también las contradicciones de la política anticlerical, que Green conoció de primera mano. Se ordenó a todos los sacerdotes casarse. Se cerraron las iglesias y se quemaron imágenes de santos, se sustituyeron las festividades agrícolas religiosas y hasta se prohibió el uso de la palabra “adiós”, sustituida por “salud”. Los sacerdotes que no transigieron, fueron ejecutados o no les quedó otra que huir.

El resultado de esto es una novela angustiante, ambientada en un paisaje húmedo y pantanoso, selvático, preñado de fiebre. Hay alguna reflexión religiosa, quizás una crítica al catolicismo, cierto contraste con el protestantismo. A Greene se le ha tachado a menudo de escritor católico. Sin embargo, la novela no refleja otra cosa que un personaje sucio y vulgar, una persona a la que se le supone, dada su profesión y sus atuendos, una honradez y una bondad que brillan por su ausencia. Quizás al final admite una reconciliación del personaje, como una confesión del mal cura, pero no veo redención de ningún tipo; a mi juicio demasiada vulgaridad. 


Mientras leía esperaba un giro, un arrebato heroico o algo similar, pero predomina el miedo, la estupidez, el afán por sobrevivir. Y es esto lo que a mí más me ha llamado la atención de la novela, la vulgaridad del personaje en cuestión. Si buscamos héroes, estos están en el pueblo, en la gente humilde y analfabeta. Para ellos la religión es un consuelo a su vida miserable.

 

Sé que hay una película, y me apetece verla para contrastar mientras me regalo un buen rato. El libro contiene mucho diálogo, es casi un guion. Interesante contrastar al personaje de Green con el interpretado por Henry Fonda.