lunes, 23 de enero de 2017

Los señores del límite (selección de poemas y ensayos), de W. H. Auden (1927-1963).




 Sigue, poeta, sigue aún                     Follow, poet, folow right
Hasta el sótano de la noche,             To the bottom of the night,
Y con tu voz irreprimible                  With your unconstraining voice
Persuádenos a ser felices;                Still persuade us to rejoice;

Uno de mis innumerables defectos es la prisa. Supongo que el día que consiga mitigar su incidencia me dedicaré a leer y escribir poesía, pero todavía no ha llegado el momento para la lentitud. No invertí mucho tiempo en la poesía y me desplacé al ensayo, y aquí sí que me he topado con un tipo realmente interesante, digamos incluso que cinematográfico. Él habla de sí mismo sin prejuicios:

Durante mis tres años de universidad lo pasé estupendamente, hice algunos amigos para toda la vida y fui más infeliz de lo que nunca lo he sido antes o después.

O de la formación académica:

¿Por qué hemos de emprender estudios académicos cuando lo único que deseamos es poder responder a la pregunta, “¿Quién soy?”

Y en cuanto a los ensayos se trata de una pequeña selección de su trabajo, que al parecer es inmenso (El arte de leer me lo apunto para más adelante). Se leen con facilidad y están estructurados por temas: Leer, escribir, Hacer, saber y juzgar, El poeta y la ciudad, Lo frívolo y lo serio, Cristianismo y arte. Magníficas frases tomadas en préstamo, aforismos de un solo párrafo y ensayos de varias páginas se reúnen en un extraordinario ejercicio de erudición y autoanálisis. Mejor limito esta reseña a los fragmentos seleccionados; siempre será mejor que os aburra Auden y no yo.

Un libro es un espejo: si un asno se mira en él, no cabe esperar que un apóstol le devuelva la mirada.
C. G. Lichtenberg.

Sólo leemos bien aquello que leemos con un propósito personal. Puede ser para adquirir algún poder. Puede ser por odio a su autor.

Los intereses de un escritor y los intereses de sus lectores jamás coinciden y, si alguna vez lo hacen, no es más que un golpe de suerte.

En relación con un escritor, la mayoría de los lectores creen en una suerte de Doble Moral: ellos pueden serle infieles tan a menudo como quieran, pero él nunca debe serles infiel a ellos.

En tanto que lectores, muchos de nosotros, en cierta medida, somos como esos pilluelos que dibujan bigotes en los rostros de las mujeres que aparecen en los anuncios.

El placer no es ni mucho menos un guía crítico infalible, pero sí el menos falible.

Una de las razones de que los buenos críticos literarios sean más escasos que los buenos poetas o novelistas es la naturaleza del egoísmo humano. Un poeta o un novelista ha de aprender a ser humilde ante el tema de su escritura, que es la vida en general. Pero el asunto del crítico, el tema ante el cual debe aprender a ser humilde, está compuesto de otros escritores, es decir, de individuos humanos, y esta clase de humildad es mucho más difícil de adquirir. Resulta infinitamente más fácil decir: «La vida es más importante que cualquier cosa que pueda decir sobre ella ―que afirmar―: la obra del señor A es más importante que cualquier cosa que pueda decir sobre ella»

La única actitud sensata para un crítico es guardar silencio sobre obras que juzga malas, al tiempo que promueve con vigor aquellas que juzga buenas, especialmente si han sido ignoradas o infravaloradas por los lectores.

Atacar un mal libro no es sólo una pérdida de tiempo, sino también nocivo para el carácter. Si un libro me parece malo, el único interés que puedo obtener de comentarlo debe provenir de mí mismo, del despliegue de inteligencia, ingenio y malicia que sea capaz de ofrecer. No se puede reseñar un mal libro sin caer en la presunción.

Cuando algún necio me dice que le ha gustado uno de mis poemas, me siento como si me hubieran robado la cartera.

El intelecto humano ha de elegir, por fuerza, Entre la perfección de la vida o de la obra.
YEATS

Debido al maleficio de Babel, la poesía es la más provinciana de las artes, pero hoy en día, cuando la civilización comienza a ser monótonamente igual en todo el mundo, uno tiende a pensar que es más una bendición que un maleficio: en poesía, al menos, no puede haber un “estilo internacional”.

Mi idioma es la puta universal a la que yo debo convertir en una virgen.
KARL KRAUS

La moda y el esnobismo son una defensa valiosa contra la indigestión literaria. Al margen de su calidad, siempre es mejor leer unos pocos libros con atención que hojear muchos con prisa y, en ausencia de un gusto personal que no puede formarse de la noche a la mañana, el esnobismo es un principio limitador tan bueno como cualquier otro.

El único dios griego que trabaja es Hefesto, y es un cornudo cojo.

2 comentarios:

  1. Auden era bastante poliédrico: alternaba poesía, teatro, ensayo y libros de viajes. Todo ello teñido de una sobria preocupación moral y un afán periodístico creciente. Recuerda un poco a Hemingway en lo segundo, en lo del moralismo no tanto... Los dos viajaron a España durante la guerra civil e hicieron de cronistas, y a ambos les marcó bastante eso.

    Creo que Hemingway no cambió tanto de carácter, pero Auden se fue volviendo más sesudo con los años, y su poesía más reflexiva y densa también.

    Buena selección de fragmentos, Rubén. Auden no aburre y tú tampoco.

    Saludos.

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    1. La guerra de España fue sin duda un acontecimiento que no dejó indiferente a ningún intelectual del momento.
      Saludos Boni

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