jueves, 21 de diciembre de 2017

Así habló Zaratustra (1885), de Fiedrich Nietzsche



En alguna otra ocasión lo había intentado con Nietzsche. De la Universidad no me quedó absolutamente nada; algo estudiaría, digo yo, como aquel que oye llover. Y sin embargo ahora, con los años y sin prisa alguna, me he topado con Nietzsche, el más extraño filósofo que se pueda encontrar.

Alguna cosita he leído por ahí de manera desordenada, por lo cual no me hagáis, para no variar, mucho caso. Al parecer Nietzsche llegó a la filosofía desde la filología; llegó ésta (y no al revés) a Nietzsche como una necesidad, o sea que no fue fruto de una formación netamente académica. De ahí, probablemente, que estemos ante una obra de gran calidad literaria (no en vano se le considera uno de los maestros de la literatura germánica) y que nada tiene que ver con la filosofía abstracta y conceptual a la que nos ha condenado la universidad.

Así habló Zaratustra, en el original, se hacía seguir de otra frase: “Un libro para todos y para nadie”. Creo que debería conservarse para dar una idea al lector de lo ambiguo de la obra. Tomando el nombre del sabio de la antigüedad, Zaratustra, entramos en una escena alegórica e irreal que obliga constantemente a la reflexión. No está escrita, por tanto, para leer de un tirón, sino más bien todo lo contrario; perfectamente puede sustituir a La Biblia (con la que entronca constantemente) como libro de cabecera. En mi caso su lectura se ha prolongado durante semanas. Se puede leer un pequeño capítulo y al día siguiente otro, sin orden de continuidad. Se puede uno saltar páginas o volver sobre lo leído; no hay hilo conductor. Quizás al final sí que hay un fragmento que se deba leer de seguido, y aun así…, porque Nietzsche se dedica a sembrar la duda aquí y allá, más que resolver plantea incógnitas, caminos arados para la reflexión.



El sarcasmo impregna cada una de sus profundas reflexiones. ¿Y por qué tanta ambigüedad? Pues trata de desentrañar la sabiduría, y toda afirmación categórica se muestra imprecisa e incapaz, de ahí el recurso a la ambivalencia, al juego de palabras. Cada vez que empezamos con un fragmento temeremos no dar con la tecla, con lo que Nietzsche pretende, en verdad, comunicar, pero tampoco es necesario captarlo todo porque podemos quedarnos con lo esencial, o con lo que a nosotros nos interesa porque raya en nuestras obsesiones.

No, no nos exijamos demasiado para disfrutar del maestro. Baste con que nos dejemos llevar por nuestro estado de ánimo y, si lo consideramos necesario, tal vez nos sirva de consuelo cuando tengamos que enfrentarnos a la ruindad y vileza de la sociedad de los hombres.



Probablemente se trate del autor más leído y menos entendido, y me refiero aquí a que es uno de esos autores que mucha gente dice haber leído pero que casi todos, supongo, hemos abandonado llevados por el tedio acompañado de la incomprensión. Yo fui uno de ellos, pero ahora que ha llegado su momento no tardaré en afrontar Ecce Homo, que al parecer contiene notas explicativas sobre la presente.

No me atrevo a decir mucho más de esta obra tan terrible y magnífica. Dejo unos fragmentos (valgan como personal repositorio); solo decir que he rellenado hojas y hojas de anotaciones, que uno de los fragmentos será el prefacio de mi próxima “novela” (entrecomillo porque no sé si se tratará de una novela propiamente dicha) y que más pronto que tarde habrá relectura.



Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.



Yo soy un pretil junto a la corriente: ¡agárreme el que pueda agarrarme! Pero yo no soy vuestra muleta.



La raya trazada en el suelo hechiza a la gallina; el golpe dado por el delincuente hechizó su pobre razón ―demencia después de la acción llamo yo a eso.

¡Oíd, jueces! Existe otra demencia aún: la de antes de la acción. ¡Ay, no habéis penetrado bastante profundamente en los rincones de esa alma!

Así habla el rojo juez: «por qué asesinó este delincuente? Quería robar». Más yo os digo: su alma quería sangre, no robo: ¡él estaba sediento de la felicidad del cuchillo!

Pero su pobre razón no comprendía esa demencia y le persuadió. «¡Qué importa la sangre!, dijo; ¿no quieres al menos cometer también un robo? ¿Tomarte una venganza?»

Y él escuchó a su pobre razón: como plomo pesaba el discurso de ella sobre él, ―entonces robó, al asesinar. No quería avergonzarse de su demencia.

Y ahora el plomo de su culpa vuelve a pesar sobre él, y de nuevo su pobre razón está igual de rígida, igual de paralizada, igual de pesada.



Siempre hay algo de demencia en el amor. Pero siempre hay también algo de razón en la demencia.



Desde que quiero elevarme hacia la altura, ya no tengo confianza en mí mismo, y ya nadie tiene confianza en mí, ―¿Cómo ocurrió eso, pues?

Me transformo demasiado rápidamente: mi hoy refuta a mi ayer. A menudo salto los escalones cuando subo, ―eso no me lo perdona ningún escalón.

Cuando estoy arriba, siempre me encuentro solo. Nadie habla conmigo, el frío de la soledad me hace estremecer. ¿Qué es lo que quiero yo en la altura?



¡Huye, amigo mío, a tu soledad! Ensordecido te veo por el ruido de los grandes hombres, y acribillado por los aguijones de los pequeños.



Invitáis a un testigo cuando queréis hablar bien de vosotros mismos; y una vez que lo habéis seducido a pensar bien de vosotros, también vosotros mismos pensáis bien de vosotros.



¡Y guárdate de los buenos y justos! De buen grado crucifican a quienes se inventan una virtud para sí mismos, ―odian al solitario.

            ¡Guárdate también de la santa simplicidad! Para ella no es santo lo que no es simple; también le gusta jugar con el fuego ―con el fuego de las hogueras para quemar seres humanos.



Vosotros amáis vuestra virtud como la madre a su hijo; pero ¿cuándo se ha oído decir que una madre quisiera ser pagada por su amor?



La vida es un manantial de placer; pero donde la chusma va a beber con los demás, allí todos los pozos quedan envenenados.



Con estos predicadores de la igualdad no quiero ser yo mezclado ni confundido. Pues a mí la justicia me dice así: los hombres no son iguales.

¡Y tampoco deben llegar a serlo! ¿Qué sería mi amor al superhombre si yo hablase de otro modo?



¿De dónde vienen las montañas más altas?, pregunté en otro tiempo. Entonces aprendí que vienen del mar.

Ese testimonio está escrito en sus rocas y en las paredes de sus cumbres. Lo más alto tiene que llegar a su altura desde lo más profundo.



Se desaprende a conocer a los hombres cuando se vive entre ellos: demasiado primer plano hay en todos los hombres, ―¡qué tienen que hacer allí los ojos que ven lejos, que buscan lejanías!



Ya casi en la cuna se nos dota de vocablos y valores pesados: «bueno» y «malvado» ―así se llama esa dote. Y en razón de ella se nos perdona que vivamos.

Y dejamos que los niños pequeños vengan a nosotros para impedirles a tiempo que se amen a sí mismos: así lo procura el espíritu de la pesadez.



Oh hermanos míos, en cierta ocasión uno miró dentro del corazón de los buenos y justos, y dijo: «son fariseos». Pero no le entendieron.

A los buenos y justos mismos no les fue lícito entenderle: su espíritu está prisionero de su buena conciencia. La estupidez de los buenos es insondablemente inteligente.

5 comentarios:

  1. El Zaratustra es más bien un libro de aforismos poéticos, efectivamente ambiguos (y desiguales). En otras obras su autor es más directo y homogéneo, por ejemplo en Más allá del bien y del mal.

    Nietzsche bien leído, da en la diana denunciando el aborregamiento de un cierto tipo de pensamiento débil, burgués y tibiamente acomodaticio (sin pasión vital), que él ejemplificó en el cristianismo como culpable, aunque es más amplio.

    Su pensamiento es ante todo (necesaria) lucidez irreverente, que no deja títere con cabeza aunque sí acierta bastante.

    Mal leído, puede convertirse en una especie de santón para los supremacistas que (como hicieron los nazis) se toman demasiado al pie de la letra su elitismo aristocrático, que es más bien una reacción contra lo que hoy se llamaría “dictadura de lo políticamente correcto” y, en general, contra la decadencia de occidente.

    Aunque muchos misántropos y “antisistema” (supremacistas o no) tienen a Nietzsche como su filósofo de cabecera, para usarle como ariete contra el statu quo, sin haberle leído y/o entendido bien.

    Cayendo muchas veces en el darvinismo social más zafio. Cuando Nietzsche subrayaba la necesidad de que el ser humano (sobre todo el europeo alemán, su visión era más bien nacionalista) se superase a sí mismo, sin que eso implique hacerlo aplastando a otros (en todo caso, aplastando su debilidad).

    Saludos.

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    1. A mí personalmente su lectura me ha sorprendido. Ha habido ciertos puntos de contacto y he interpretado ciertos fragmentos a mi favor, hacia temáticas que a mí me interesaban, porque si por algo destaca esta obra, a mi modo de ver, es por su flexibilidad y alcance, por la multiplicidad de puntos de vista que ofrece y permite, por su ductilidad, por su grandeza en definitiva.
      Obviamente Nietzsche no se preocupó por las posibles interpretaciones de su obra, pues a medida que la escribía, según he podido comprobar, era consciente de que estaba logrando una obra importante para la posteridad, y eso que murió sin conocer las mieles del éxito.
      Que luego se haya usado para fines distintos para los que fue creada, y que algunos critiquen obra y autor por ello me parece una soberana estupidez, algo, por otro lado muy humano y que precisamente esta obra trae constantemente a colación.
      Las alusiones al Cristianismo son constantes. De hecho su mensaje entronca con el de Jesús, otro sabio al que "Zaratustra" intenta superar.
      Las críticas que se han hecho de la obra de Nietzsche por el uso que de él hicieron los nazis con posterioridad son absurdas y están fuera de lugar. Se habla de un autor peligroso en sus conclusiones, pero... el peligro no está en las obras de arte sino en los que luego hacen uso de ellas.
      A mí, personalmente, el mensaje de Jesucristo se me hace el más hermoso de todas las religiones, al mismo tiempo que el más absurdo y el más hipócrita y desvergonzado en su puesta en práctica. Así que... el debate está servido. Nietzsche es un filósofo total, que sigue, a mi modo de ver, de actualidad, y que propone constantemente, algo de agradecer.

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  2. Así habló Zaratustra, no es una novela, sino, un libro de enseñanzas, cual un Tercer Testamento, que Friederich Nietzsche escribió, según sus propias palabras, como el mayor regalo que podía hacerle al ser del futuro a través de las enseñanzas de Zaratustra, cual un guía para el hombre del futuro, no para el de su tiempo que no estaba capacitado para entender sus pregones repletos de filosofía.

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  3. Nietzsche nació en 1844. Era de profesión Filólogo, no Filósofo, como se le conoce por sus extraordinarias obras de filosofía. No esperaba ser entendido por el hombre de su tiempo, sino que se le comprendiese postreramente.

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    1. Se agradecen los apuntes. A ver si saco tiempo para leer una pequeña biografía que he conseguido porque me ha quedado la curiosidad, así como también leeré algunas de sus obras, pues su lectura me ha sido muy productiva.
      Saludos.

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