lunes, 15 de enero de 2018

Electra (circa 415 a.C.), de Sófocles





El tema central de esta obra, la venganza impuesta a Orestes por la tradición legal y religiosa del crimen cometido por Clitemnestra y Egisto contra el Rey Agamenón, ya era un tema viejo cuando lo tocó Sófocles. Venía de los primeros pasos del teatro, de la épica y la lírica coral, y luego adquirió líneas más precisas con Esquilo. De hecho no es del todo seguro, aunque sí verosímil, que sea anterior a la homónima de Eurípides, contemporáneo de Sófocles.
Es curioso que los tres grandes de la tragedia griega tocan los mismos temas pero los singularizan con su propia impronta y los tres logran el aplauso de la crítica y del espectador. Al decir de la crítica Sófocles seculariza la temática, de tal manera que los asuntos divinos devienen en humanos. Las guerras Médicas y las posteriores del Peloponeso con las consabidas perturbaciones para el mundo griego debieron tener parte de razón en ello.
La crítica considera que a esta obra le falta grandeza épica porque trata de personajes de condición normal pero al mismo tiempo coincide en apuntar que es la que alcanza mayor perfección estructural. Al mismo tiempo la crítica se explaya en las similitudes que guarda con Edipo Rey, no sólo en la estructura sino, y es lo que más importa para mi lectura, en el uso profuso que hace de la ambigüedad.

ELECTRA. ―En verdad que es terrible expresarse una tan bien para luego errar por completo!
CRISOTEMIS. ―Has interpretado correctamente el mal de que eres víctima.
ELECTRA. ―Pero ¿cómo? ¿No te parece que lo enjuicio con razón?
CRISOTEMIS. ―Pero es que a veces incluso la razón trae malas consecuencias.

La locura y la cordura van de la mano:

ELECTRA. ―Incluso ya está dando sus resultados en lo que a mí toca, pues con el tiempo aprendí cordura, con el resultado de avenirme a los más poderosos.

Las tensiones que viven los personajes son tremendas. El padre que tiene que sacrificar a un hijo, la venganza posterior de la madre, el odio visceral que surge consecuentemente entre madre e hijos, las tensiones entre los hijos motivadas por la actitud que cada uno piensa que se debe adoptar. Las hijas de Clitemnestra viven con ella, y mientras una aborrece abiertamente a su madre, Electra, la otra, Crisotemis, mantiene las apariencias. Dicha situación la puede extrapolar el espectador a las circunstancias peculiares de su propia familia, de manera tal que se da la identificación del espectador con los personajes. Sófocles consigue así no sólo sobrecoger al espectador sino incluso sonsacarle la lágrima a partir de una conclusión que ya conoce antes de comenzar el drama. Es la grandeza del teatro, de la literatura, del cine.

El núcleo de la historia lo veo yo en la diferente actitud de las dos hermanas, Crisotemis y Electra.

CRISOTEMIS. ―Pero ahora en medio de la tempestad me parece conveniente navegar con velas recogidas y no hacerme la ilusión de que, sí, de que estoy creándoles dificultades y de que, en cambio, no los molesto. Otro tanto me gusta que hagas también tú. Y, sin embargo, lo correcto es no como yo propugno sino como tú lo interpretas. Pero si he de vivir libre hay que obedecer en todo a los que mandan.

La honestidad roza la locura, mientras que la hipocresía representa la supervivencia, la cordura. El espectador tendrá dudas y basculará entre uno y otro parecer.

CRISOTEMIS. ―¿Para experimentar qué sensación? ¿En qué locura estás inmersa?
ELECTRA. ― Para escapar lo más lejos posible de vosotros.
CRISOTEMIS. ―¿No tienes añoranza de la vida presente?
ELECTRA. ―¡Claro, mi existencia es hermosa, como para admirarla!
CRISOTEMIS. ―Pero lo sería si te entrara en la cabeza ser sensata.
ELECTRA. ―No me enseñes a ser ruin con los seres queridos.
CRISOTEMIS. ―Es que no te lo enseño, sino sólo a rebajarte a los que mandan.
ELECTRA. ―Tú, halágales con esa sumisión. Hablas de comportamientos que no son los míos.
CRISOTEMIS. ―Sin embargo es sumamente inteligente no sucumbir por irreflexión.
ELECTRA. ―Sucumbiremos, si es preciso, vengando el honor de padre.
CRISOTEMIS. ―Padre, lo sé, tiene comprensión por este proceder que sustento.
ELECTRA. ―Esas son presunciones buenas para ser aprobadas por los ruines.
CRISOTEMIS. ―Pero ¿tú no me harás caso de ninguna manera ni aprobarás mis proposiciones?
ELECTRA. ―No, por cierto. ¡No sea todavía tan privada de juicio!

El sarcasmo está presente de la mano de Clitemnestra, cuando recibe la noticia (falsa) de la muerte de su hijo Orestes, que no sabe muy bien si celebrar:

CLITEMNESTRA. ―¡Oh Zeus! ¿Cómo son estos hechos? ¿En cuál de los dos sentidos los interpreto, afortunados o espantosos, pero ganancia al fin? Por lo demás es triste si salvo mi vida a costa de mis propias desgracias.
AYO. ―¿Por qué, oh mujer, te desanimas tanto por este mi mensaje?
CLITEMNESTRA. ―Cosa formidable es dar a luz, pues ni siquiera recibiendo mal le entra a una odio contra los que da a luz.

Perfecta lectura, breve, para compaginar con otras de mayor extensión que a veces nos ocupan, para disfrutar conociendo los inicios de nuestra literatura, de la civilización occidental.

3 comentarios:

  1. La perspectiva humanista de Sófocles se ve también en Antígona y su propio dilema...

    La lucha dialéctica entre Crisotemis y Electra (statu quo Vs rebeldía) es un tema eterno, desde luego. Hoy por hoy se sigue considerando "locura" al hecho de no conformarse con lo establecido.

    Es curioso el tema estructural que mencionaste, eso de que:

    "Sófocles consigue así no sólo sobrecoger al espectador sino incluso sonsacarle la lágrima a partir de una conclusión que ya conoce antes de comenzar el drama".

    Es bueno subrayar eso justamente, pues parece haberse impuesto en la narrativa (también en la cinematográfica) la falsa idea de que una ficción tiene que ser imprevisible y sorprendente y con un final epatante, además.

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    1. Me diriges a "Antígona". No tardaré mucho porque Sófocles me deja buen sabor de boca, me provoca, y luego se rastrean sus influencias por doquier.
      El lector habitual se "mete mucha presión" por no perderse una novedad. Me pregunto si luego, cuando la curva de la vida tienda a declinar, sentirán la misma ansia por leerlas...

      Saludos

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    2. Efectivamente, con el tiempo la perspectiva cambia. Además la prisa con la lectura es inútil, siempre quedarán cosas por leer. Lo importante es que no queden cosas por vivir, en los libros y fuera de ellos.

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