Esta pequeña historia me sirve para recordaros la
grandeza de los cuentos peterburgueses de Gógol, pues no creo que a Tolstói se
le hubiera ocurrido escribirlo sin sus precedentes. La comparación, a mi modo
de ver, engrandece, más si cabe, al propio Gógol, y digo esto porque a Tolstói
no le hacen falta elogios, y sí, en cambio, creo necesario sentar a Gógol a la
misma mesa.
El
narrador es un caballo pío llamado Kolstomier. Según la Wikipedia los caballos
píos son aquellos que tienen manchas blancas de distinto tamaño, y según colijo
del texto dicha condición resta prestigio a los caballos.
Si
hubiera nacido con una estrella en la frente, aún podía pasar; pero ¡ha nacido
pío!
La
suerte era injusta y cruel conmigo. Me indigné profundamente y no tuve más que
un pensamiento: dejar mi pueblo natal lo antes posible. Mi posición era en ella
demasiado penosa; el porvenir pertenecía a otros caballos. El amor, la gloria y
la libertad les esperaban; en cuanto a mí, debía trabajar y humillarme toda mi
vida… Y ¿por qué tan gran injusticia? ¡Porque era pío, y porque pertenecía a un
caballerizo!
En
el momento de la narración el caballo es viejo, y los demás caballos lo
desprecian, un poco por su condición de pío y otro poco por su edad. El caballo
llama nuestra conmiseración, y se rebela contra los demás contándoles su
historia, pues hubo un tiempo en que nuestro caballo pío destacó por sus
cualidades.
Se
trata en definitiva de un relato corto, triste, con moraleja y sátira de las
costumbres de los hombres.
Las
palabras “mi caballo” me parecían ilógicas como “mi tierra, mi aire, mi agua”;
pero causaron en mí una impresión profunda. Mucho he reflexionado después
acerca de esto, y únicamente mucho más tarde, cuando aprendí a conocer mejor y
más cerca a los hombres, fue cuando me pude explicar todo eso.
A
la mitad aproximada del relato me topé con un fragmento que me llamó la
atención, primero por lo extraño y después por la profundidad que pueda albergar.
Quizás me equivoque, o quizás se trate de la clave del texto, pues por un
momento he llegado a pensar que los caballos son los mujiks y su relación con
los señores una comparación válida.
Aunque
él haya sido la causa de mi ruina; aunque él no haya amado a nadie ni a nada en
el mundo, yo lo quería y aún lo quiero con todas las fuerzas de mi corazón de
caballo.
Lo
que me gustaba en él es que era joven, hermoso, feliz y rico, y que, por todas
estas razones, no amaba a nadie. Vosotros comprendéis bien ese sentimiento que
nos aguijonea. Su frialdad y mi dependencia no hacían más que impulsar el
cariño que le tenía.
―Mátame,
atorméntame ―pensaba yo―; cuanto más me haga sufrir tu mano, más feliz seré.
La
última parte del cuento merece capítulo aparte. Termina el relato de la vida
del caballo pío y entran los dueños en escena. Gestos sencillos nos revelan la
ruindad de los amos. A veces los señores recuerdan la grandiosidad de sus
caballos, ¿o de sus mujiks?, pero en realidad solamente les interesa esa grandeza
en cuanto que sirve a sus propios intereses.
El
sarcasmo final llega con la muerte. Cuando muere un animal se aprovecha todo,
la piel, la carne e incluso los huesos. En cambio, ¿qué se aprovecha de la
muerte de un señor? No significa más que dilapidar recursos.
El
cadáver vivo de Nikita, que aún seguía comiendo y bebiendo, no fue depositado
en la tierra sino años después; ni su piel, ni su carne, ni sus huesos
sirvieron para nadie.
Como
hacía veinte años que aquel cadáver vivía a costa ajena, su entierro fue una
molestia más para los que le habían conocido. Hacía ya mucho tiempo que nadie
lo necesitaba. Sin embargo, cadáveres vivos parecidos a él creyeron un deber
cubrir su podrida humanidad con un uniforme nuevo y magníficas botas, ponerlo
en un ataúd, encerrar éste en una caja de plomo, transportarlo a Moscú y allí
desocupar viejas tumbas y, enterrar en una de ellas aquel cuerpo vestido con
uniforme nuevo y lustrosas botas, y cubrirlo de tierra…
Un
relato corto, unas pocas páginas. Se puede leer de un tirón pero la historia
permanecerá con nosotros durante mucho tiempo. Tolstoi en estado puro.
En los últimos años, he releído "Ana Karenina" y "Guerra y paz" que tenía leídas de muy joven. Hubo un tiempo en que leí varias cosas de Tolstoi. Me parece grandioso. Es asombrosa su capacidad para diseccionar el alma humana y sacar todas las miserias y todas las grandezas que esconde.
ResponderEliminarEste relato lo conozco, pero no lo he leído.
Un beso.
Empieza uno a leerlo un tanto reticente, un animal contándonos su vida, pero sorprendentemente mejora y termina de forma magistral. Yo reconozco que jamás lo hubiera buscado, pero me llegó y no pude resistirme. De alguna manera entronca con los guiños de Gógol.
EliminarBesos