lunes, 23 de abril de 2018

Catedral (1983), de Raymond Carver





Concisión, meticulosidad, solo se transcribe lo verdaderamente importante. Escenas cotidianas, una anécdota que sirve como excusa para reflejar una personalidad, la pequeña historia de una persona cualquiera, tú por ejemplo. Y sin embargo, ¡hay suspense! No se sabe muy bien ni qué ni cómo, pero la atmósfera está cargada y parece que algo importante va a suceder, aunque luego no sucede nada, o sí, sucede algo, lo normal. No hay asesinatos, ni siquiera asuntos tremebundos, situaciones que no suceden todos los días y que ponen a prueba a los personajes.
  
Por ejemplo Plumas, un relato magnífico, dos parejas que se reúnen para cenar en una casa, una de las parejas tiene un pavo que se enseñorea de la casa como una mascota doméstica. Las parejas se definen, con sus peculiaridades, y luego resulta que la escena, sin ser nada del otro mundo, pasa a ser un recuerdo con consecuencias.



Aquella noche en casa de Bud y Olla fue algo muy especial. Comprendí que era especial. Aquella noche me sentí a gusto con casi todo lo que había hecho en la vida. No podía esperar a estar a solas con Fran para hablarle de cómo me sentía. Aquella noche formulé un deseo. Sentado a la mesa, cerré los ojos un momento y pensé mucho. Lo que deseaba era no olvidar nunca, o dejar escapar, de algún modo, aquella noche. Ese es uno de los deseos míos que se han realizado. Y me dio mala suerte que resultase así. Pero, desde luego, eso no lo sabía entonces.



En El compartimiento un hombre viaje en tren para volver a ver a su hijo después de años de enemistad. Su vida desfila ante nosotros con sus más y sus menos, hasta que, inesperadamente, le roban el reloj. Dicho asunto modifica sus planes, aunque no es sino la excusa para hacer algo que ya latía en su interior.

Parece una tontería es quizá el relato que más me ha llamado la atención por lo extravagante de la situación. Un niño es atropellado por un coche y cae en coma. La situación es trágica para los padres, qué duda cabe, pero no deja de ser una escena en todo momento ordinaria, la angustia inicial, las visitas de los doctores, el hospital. Sin embargo Carver se va por la tangente. Dos días antes del accidente la mamá del niño había encargado un pastel para celebrar su cumpleaños. Lógicamente lo ha olvidado; en cambio el pastelero no, imagina que le han engañado y se desahoga en llamadas intempestivas.

El relato es extraordinariamente peculiar, perfecto en la ejecución y en los matices. Imprescindible.


Hasta el momento se había librado de la desgracia, de aquellas fuerzas cuya existencia conocía y que podían incapacitar o destruir a un hombre si la mala suerte se presentaba o si las cosas se ponían mal de repente.

Cerró los ojos y apoyó un momento la cabeza sobre el volante. Escuchó los ruiditos que hacía el motor al empezar a enfriarse.



Otros relatos me han pasado desapercibidos, algunos de ellos como La casa de chef o Vitaminas, pero en ningún momento la lectura me ha provocado ni de lejos a la desidia.

Varios relatos están poblados de alcohólicos. El comienzo de este, Desde donde llamo, me parece que define muy bien el estilo conciso de Carver.



J.P. y yo estamos en el porche del establecimiento de desintoxicación de Fran Martin. Como todos en la casa de Fran Martin, J.P. es ante todo y sobre todo un borracho. Pero también es deshollinador.



Y para terminar Catedral, el último relato y el que da título a la colección, otro buen ejemplo del juego a que Carver nos somete. ¿Por qué demonios se llamará Catedral? Una chica recibe en su casa la visita de un ciego con el que tuvo una relación laboral y de amistad años ha y que la ha mantenido a través de un carteo de grabaciones de sonido en cintas magnetofónicas. Su pareja y ella reciben al ciego en su casa y cenan. Carver nos presenta progresivamente a todos los personajes, a través de la cotidiana escena de una cena. La mujer tiene sueño y termina por quedarse dormida y entonces el marido termina por asumir el protagonismo del relato. Ven un documental en la televisión. Sorpresivamente el hombre invita al ciego a un porro de marihuana. Todo discurre de forma normal. Charlan. El ciego le pregunta cosas al hombre sobre las catedrales, que es el asunto del documental. El hombre intenta explicarle al ciego lo que es una catedral, cómo es, y terminan dibujándola en un papel. ¿Estremecedor? Para nada contiene spoiler porque los relatos de Carver ser pueden leer una y otra vez.


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