Si
acaso necesitan justificación para el regreso a los orígenes acuérdense de
Sócrates, que antes de morir pidió la cítara para aprender un aria. Los
estudiantes me piden libros como el presente (lecturas obligatorias) y renuevan
curiosidades no saciadas. Cuando hablo de este tipo de lecturas me gusta más
hablar de historia de la literatura que de literatura a secas. Para disfrutar
de estas lecturas nos tiene que gustar estudiar, aprender, ¿el arte por el
arte?
Por
otro lado, y suponiendo que la literatura sirve a humana necesidad, es obvio
que en la edad media las necesidades no eran las mismas que las de hoy. La
literatura de hoy es individualista, digamos que burguesa. La literatura del
siglo XIV era más colectiva, un detalle a considerar.
¿Son
aburridos los romances? Yo entiendo que no es fácil de leer, ni mucho menos
recomendable, una violación si se lo obligamos a leer a un adolescente. Sirve
para adquirir un poso cultural que no va más allá del buen tono. Me viene al
pelo el ejemplo de nuestro actual presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que
confunde en sus memorias San Juan de la Cruz con Fray Luis de León.
Lo
he leído de forma pausada, intercalando con otras lecturas, a partir de dos
humildes ediciones, subrayando mucho, seleccionando fragmentos. Entiendo que
los jóvenes se vean espantados. La vía más adecuada está en el entorno del
turismo y la recuperación de las tradiciones medievales. No pasar por alto que
los romances se recitaban con acompañamiento de música.
En
caso de que queramos obligar a nuestros jóvenes a leer los romances, una buena
gestión obliga a cambiar de método. No podemos hacerle competencia a la
comodidad de un vicio tan repetitivo como el que ofrecen las consolas. La única
manera es enriquecer la lectura para restarle aridez y permitir que los jóvenes
sueñen y jueguen con un pasado pretérito.
A
mí personalmente me ha venido bien como introducción a un reto personal, que es
leer más poesía, regalarme un poco de calma. Perdonadme si la califico como una
introducción de poesía “para torpes”, tiradas de versos octosílabos con la rima
asonantada en los pares, quedando libres los impares, un ritmo perfecto para la
memorización.
Para
terminar, hablaros de su trascendencia. Cervantes, Góngora o Quevedo los
conocieron bien, pero también Zorrilla, el Duque de Rivas o Rosalía de Castro.
Sorprendentemente su tradición sigue viva en el siglo XX, de la mano de Unamuno,
Juan Ramón Jiménez, Alberti o los hermanos Machado.
Se
burlaba Manuel Machado del anonimato de estas composiciones:
Tal
es la gloria, Guillén,
de
los que escriben cantares;
oír
decir a la gente
que
no los ha escrito nadie.
Antonio
Machado nos regala La tierra de Alvargonzález y Federico García Lorca El Romancero
gitano.
Están
los romances del rey visigodo Don Rodrigo, que perdió España tras la batalla de
Guadalete, los dedicados a Bernaldo del Carpio, único héroe castellano que
bascula entre la realidad y la leyenda. El ciclo del conde Fernán González
retrata la rebelión de los castellanos contra los leoneses, dentro del cual se
incluyen los Romances de los Infantes de Lara.
Punto
aparte merece el ciclo del Cid, que muestra a un héroe más joven e impetuoso,
más iracundo, que el del Poema. Por poner un ejemplo, el Poema de Mío Cid habla
del casamiento de sus hijas mientras que el Romancero habla de cómo se casó Rodrigo
con su mujer, Jimena. Tengo temor a equivocarme porque no domino bien los
sucesos, pero me ha quedado la idea de que al padre de Rodrigo le ofende otro
noble. Su padre, viejo ya para vengarse, tantea a sus hijos para que tomen
venganza en su lugar. Será Rodrigo quien lo haga, dejando huérfana a Jimena,
que después se queja al Rey. Pero el Cid, Rodrigo todavía, tiene muchos amigos
y no es fácil para el Rey actuar contra él. Es Jimena la que nos sorprende con
una decisión inesperada:
―Ten
tú las tus Cortes, Rey,
nadie
las revolveá
y
al que a mi padre mató
dámelo
tú por igual,
que
quien tanto mal me hizo
sé
que algún bien me traeá.
Y
así responde el Rey, desconcertado:
―Siempre
lo escuché decir
y
ahora veo que es verdad,
que
las mujeres actúan
como
no era natural:
hasta
aquí pidió justicia
ya
quiere con él casar;
mas
lo haré de muy buen grado,
de
muy buena voluntad.
Otro
tipo de romances han llamado menos mi atención, quizás por agotamiento,
Romances denominados “variados”, los fronterizos o moriscos, los del ciclo
carolingio. Cada cual que seleccione los suyos.
Para
terminar un Romance de amor, que me ha sorprendido, quizás porque de antemano
menosprecié dicha temática:
En
el tiempo que me vi
más
alegre y placentero
encontré
con un palmero
que
me habló y dijo así:
―¿Dónde
vas el caballero?
¿Dónde
vas, triste de ti?
Muerta
es tu linda amiga,
muerta
es que yo la vi;
Las
andas en que ella iba
De
luto las vi cubrir,
Duques,
condes la lloraban,
todos
por amor de ti;
dueñas,
damas y doncellas
llorando
dicen así:
―¡Oh
triste del caballero
que
tal dama pierde aquí!
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