Gran
sorpresa, enorme escritor por explorar.
Fue
necesario superar el escollo de una introducción que juega al despiste para
entrar de lleno en una auténtica proeza de narrador. Da lo mismo que abuse de
registros agudos y novedosos porque de igual manera nos atrapa en su red.
¿Todo
está dicho en literatura? Las maneras de ahondar en todo aquello que nos
atribula son infinitas. Coetzee ejemplifica el futuro de la novela.
Un
periodista pretende escribir la biografía de un escritor ya fallecido que ganó
el premio nobel, un tal Coetzee. Para acercarse a la persona entrevista a
cuatro mujeres que tuvieron con él algún tipo de relación, más o menos
sentimental, y un hombre. ¿Cinco diálogos?
Se
trata de la tercera de una serie de memorias noveladas, continuación de Infancia
y Juventud. Como veis me he enganchado por la última, de manera improvisada.
A
lo largo del texto no he dejado de reflexionar. He llenado varios folios con
mis notas. Muy recomendable para todos aquellos que pretendemos contar
historias.
Un
biógrafo reúne y reinterpreta de una u otra forma la opinión de cinco personas
que tuvieron importancia en la vida de John Coetzee. Cada uno de los personajes
enarbola una opinión particular, de la misma manera que cada uno de nosotros
nos labramos nuestra propia opinión de los demás. Aunque reconocemos a Coetzee
en todas las opiniones, desde luego que el Coetzee resultante es diferente en
cada una de ellas. Además, y me parece que es un punto muy importante a tener
en cuenta, no se trata del mismo Coetzee a lo largo del tiempo.
Parecía
fuera de lugar, deseoso de marcharse cuanto antes. No había aprendido a ocultar
sus sentimientos, que es el primer paso hacia los modales civilizados.
Sé
que más tarde se labró una notable reputación, pero ¿era realmente un gran
escritor? Porque, a mi modo de ver, tener talento narrativo no basta si uno
quiere ser un gran escritor. También tienes que ser un gran hombre, y él no lo
era. Era un hombre pequeño, un hombrecillo sin importancia.
Pero
fijaos qué curioso, las entrevistas, que tienen la finalidad de darnos a
conocer al escritor, al mismo tiempo definen perfectamente a cada uno de los
entrevistados, construyendo un microcosmos cuyo epicentro es Coetzee.
En
aquella época yo siempre notaba cuándo un hombre me miraba. Sentía una presión
en los miembros, en los pechos, la presión de la mirada masculina, unas veces
sutil y otras no tanto. Usted no comprenderá de qué le hablo, pero las mujeres
sí. Con aquel hombre no había ninguna presión detectable. En absoluto.
Un
apéndice inicial y otro final, a la manera de notas encontradas entre los
papeles del escritor, completan el panorama.
¿Qué
indica esto sobre el funcionamiento del mundo? Lo más evidente que parece
indicar es que el camino que conduce a través del latín y el álgebra no es el
camino hacia el éxito material. Pero puede indicar mucho más: que comprender
las cosas es una pérdida de tiempo, que si quieres tener éxito en el mundo, una
familia feliz, una bonita casa y un BMW no deberías tratar de comprender las
cosas, sino tan solo sumar las cifras o pulsar los botones o hacer cualquier
otra cosa que haga la gente de marketing y por la que son tan espléndidamente
recompensados.
Dicho
lo cual no me hagáis mucho caso porque lo mío no es más que una lectura
superficial. Queden los análisis sesudos para los bien pagados profesores de
Universidad.
Se
trata Coetzee de un escritor visceral, que escribe por necesidad, para
conocerse a sí mismo. Frío lo denominan las mujeres de su vida, pese al magma
que sobresale de su interior.
¡Oh,
sí! ¡Cómo se expresa Coetzee! Prioriza el contenido sobre el continente,
independientemente de que sea capaz de hacerlo con planteamiento tan fabuloso.
La imagen que los demás guardan de él es vulgar, patética, verosímil. Retraído,
esquivo en sociedad, rodeado de libros, absorto en sus pensamientos. Julia,
Margot, Adriana, Martin y Sophie nos los cuentan con una frescura envidiable.
Otro
punto fuerte de esta novela, bajo mi particular punto de vista, es Sudáfrica.
No hace mucho tiempo que la curiosidad me llevó a leer cosillas acerca de la
historia de los Boers, afrikaners. La complicada situación de la Sudáfrica del
apartheid aparece tan solo como telón de fondo grandioso de las peculiaridades
de nuestro buen Coetzee. Luego está el fabuloso medio físico, Ciudad del Cabo, el
parque natural de Karoo para los aficionados a la geología.
Sudáfrica:
cultivábamos cierta provisionalidad en nuestros sentimientos hacia ella, él tal
vez más que yo. Éramos reacios a integrarnos demasiado en el país, puesto que
más tarde o más temprano sería preciso cortar nuestros vínculos con él, esa
integración quedaría anulada.
No
voy a entretenerme explicando cosas concretas de cada uno de los narradores,
que podría. Solo espero que mi positividad no sirva para que el lector afronte
esta novela imaginando que será la panacea. No os forméis grandes expectativas
no vaya a ser que salgáis trasquilados. Se trata de una historia honda y
singular, diferente a todo aquello que hayáis leído con anterioridad, que no es
poco.
―¿De
veras crees eso? ―me preguntó―. ¿Qué los libros dan significado a nuestra vida?
―Sí
―respondí―. Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en
nuestro interior. ¿Qué otra cosa debería ser?
―Un
gesto de rechazo ante la cara del tiempo. Un intento de alcanzar la
inmortalidad.
―Nadie
es inmortal. Los libros no son inmortales. El planeta sobre el que estamos será
absorbido por el sol y quedará reducido a cenizas. Tras lo cual el mismo
universo sufrirá una implosión y desaparecerá por un agujero negro. Nada
sobrevivirá, ni yo ni tú ni, desde luego, los libros que interesan a una minoría
sobre hombres imaginarios de la frontera en la Sudáfrica del siglo dieciocho.
―No me
refería a inmortal en el sentido de existir fuera del tiempo. Me refería a sobrevivir
más allá de tu desaparición física.
―Quieres
que la gente te lea después de muerto?
―Aferrarme
a esa perspectiva me procura cierto consuelo.
Leo
fragmentos y enlazo con lecturas frescas, la obsesión por la inmortalidad de Unamuno,
el mejor London de Martin Eden.
Coetzee
reflexiona sobre la visión que los demás tienen de él, sobre la muerte y la
posteridad. No importa lo que nos dice, a veces en boca de los demás, otros en
la suya propia, lo importante es que nos provoca a la reflexión.
¿Y
no debería eso darle que pensar? ¿No va a escribir un texto que inevitablemente
se decantará hacia lo personal y lo íntimo a expensa de los logros reales del
hombre como escritor? ¿Será algo más, y perdóneme por decir tal cosa, algo más
que chismorreos femeninos?
Le
repito que me parece extraño que escriba la biografía de un escritor dejando de
lado su obra. Pero tal vez me equivoque.
Mi
opinión sobre el particular no tiene ninguna importancia. Lo importante es lo
que él mismo creía. Y a ese respecto la respuesta es clara. Creía que la
historia de nuestra vida es nuestra para edificarla como deseemos, dentro de
las restricciones impuestas por el mundo real e incluso contra ellas, como
usted mismo ha reconocido hace un momento.
¿Una
conclusión? A veces siento que el artificio y la innovación caen en una especie
de esnobismo onanista, y perdonen la expresión artificial. Virginia Woolf o
Joyce, a mi manera de ver, fracasan en muchas de sus obras, que sobreviven
ajenas, hostiles incluso, al lector. Coetzee usa de un planteamiento complejo
pero su expresión es elaborada pero sencilla. Otra cuestión es que su reflexión
sea honda. Siento que con solo una novela de tamaño medio conozco al hombre.
Gracias, Coetzee.
hace años, prácticamente desde que lo conocí a raíz del Nobel, que tengo a Coetzee entre mis pendientes. Nunca me he decidido. Ahí sigue en la intención. A ver si con esta reseña me animo.
ResponderEliminarUn beso.
Es un escritor árido en cuanto al contenido pero sincero y visceral. Es de los míos porque toca temas que me rondan siempre en la imaginación. De ahí simplemente viene mi entusiasmo.
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