viernes, 7 de junio de 2019

Demian (1919), Hermann Hesse





Para contar mi historia tengo que empezar muy atrás. Si fuera posible, tendría que remontarme todavía más, hasta los primeros años de mi infancia e incluso hasta la lejanía de mi procedencia.

La introducción que hace Hesse a su propia obra es crucial. Quizás sirve mejor como epílogo.

No puedo adjudicarme el título de sabio. He sido un hombre que busca, y aún lo sigo siendo; pero ya no busco en las estrellas y en los libros, sino que comienzo a escuchar las enseñanzas que me comunica mi sangre. Mi historia no es agradable, no es dulce y armoniosa como las historias inventadas. Tiene un sabor a disparate y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que ya no quieren seguir engañándose a sí mismos.

La novela contenía el siguiente subtítulo en sus primeras ediciones: Demian. Historia de la juventud de Emil Sinclair. Comienza como un auténtico bildungsroman, aunque en esta ocasión Hesse va más allá y su protagonista no se queda en la indefinición de la adolescencia, no del todo cuando menos.

De toda esta vivencia, en cuanto va relatado hasta aquí, constituyó este momento lo más importante y perdurable. Fue el primer resquebrajamiento de la divinidad del padre, el primer golpe a los pilares sobre los que había descansado mi niñez y que todo hombre tiene que destruir para poder ser él mismo.

Luego aparece el coprotagonista, Demian, el portador de la marca de Caín, que sirve a Sinclair, a Hesse, como interlocutor. Se trata de una novela mucho más opresiva, incisiva y simbólica que las anteriores del autor. Caín representa al hombre fuerte mientras que Abel representa la cobardía y la debilidad que se ampara en los demás.
Aunque la trama se enreda, la profundidad de Hesse salva en todo momento los muebles.

Hay muchos caminos por los que Dios puede llevarnos a la soledad y a nosotros mismos. Este fue el camino por el que me condujo entonces a mí. Fue como una pesadilla. A través de basura y viscosidad, sobre vasos de cerveza rotos y en noches enteras de cinismo, me veo a mí mismo, soñador hechizado, arrastrándome desasosegado y atormentado por un camino sucio y feo. Hay sueños así en los que de camino al castillo de la princesa encantada uno queda empantanado en barrizales y callejas llenas de malos olores y basuras. Así me sucedió a mí. De esta manera tan poco refinada, aprendí a estar solo y a levantar entre mi infancia y yo una puerta cerrada por guardianes implacables y resplandecientes.

Demian aparece y desaparece, como los descansillos de una escalera, mientras el protagonista, Sinclair, se labra su propio camino. El contenido se enrarece y exige una nueva lectura. El camino que Sinclair encuentra es extraño, mítico, profético. Si en la mayoría de las ocasiones Hesse se limita a plantear dudas, ahora plantea soluciones, aunque no queden muy claras.

Era un error desear nuevos dioses, y completamente falso querer dar algo al mundo. No existía ningún deber, ninguno, para un hombre consciente, excepto el de buscarse a sí mismo, afirmarse en su interior, tantear un camino hacia adelante sin preocuparse de la meta a que pudiera conducir… Yo no estaba en el mundo para escribir, predicar o pintar; ni yo ni nadie estaba para eso. Tales cosas sólo podían surgir marginalmente. La misión verdadera de cada uno era llegar a sí mismo.

La novela causó un tremendo revuelo en la época. Multitud de jóvenes siguieron a Hesse como si de un mesías se tratase, y eso que Hesse no profetiza nada:

Quien desee solamente cumplir su destino, no tiene modelo, ni ideales, nada querido y consolador. Este es el camino que habrá que seguir. La gente como usted y como yo está muy sola;

Cierto que está escrita en el período de entreguerras y termina con párrafos como el que sigue:

Presiento graves conflictos. Vendrán, créeme, vendrán pronto. Naturalmente, no «mejorarán» el mundo.

Aunque no es esta mi novela preferida de Hesse, no bien estaba leyéndola y ya pensaba en releerla. Hesse es siempre fascinante, admite tantas lecturas y toca tantos temas... Hay críticos que dicen que no se puede entender si no se conoce el psicoanálisis de Jung; yo no voy tan allá. La influencia de Nietzsche es obvia y el mismo Hesse la subraya.

Sobre mi mesa tenía unos tomos de Nietzsche. Con él vivía, sintiendo la soledad de su alma, presintiendo el destino que le empujaba inexorablemente; sufría con él y era feliz de que hubiera existido un hombre que había seguido tan consecuentemente su camino.

Una novela que deja un poso perturbador, que pide regresar a ella, interesante, qué duda cabe, para los que nos gusta leer con intensidad.

4 comentarios:

  1. La leí hace muchos años. Es cierto que durante un tiempo Hesse hizo furor entre los jóvenes. Recuerdo que se convirtió en lectura obligada. Recientemente he leído "Bajo las ruedas", una maravillosa novela corta.

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    1. Bajo las ruedas. Desconozco las veces que la he leído. Fue la novela que me llevó a la escritura. Siempre la traigo en la memoria.

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  2. Al contrario que para ti, para mí sí que es mi novela favorita de Hermann Hesse. La leí hace muchos años, siendo casi adolescente y me fascinó. Volví a leerla mucho después, pero igual hace ya muchos años (lo he mirado en mi lista y está leída en 1981 y en 1999) y me volvió a gustar, pero es normal, porque el mito de Caín y todo lo que trata sobre él, tanto en literatura como en cine, me encanta.
    Me ha gustado mucho recordarla. No descarto volver a leerla.
    Un beso.

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    1. Cada lectura que hacemos de un libro es diferente. Con el tiempo nosotros cambiamos. Ni digamos la impresión distinta que causa en cada lector. Cierto que esto no sucede con todas las obras. Sin embargo hay historias tan agudas y precisas que pueden generar diferentes lecturas, como es la novela que tenemos entre manos. Incluso me dio la sensación, mientras la leía, por su mitad, en que el propio autor dudaba y no era capaz de expresar con exactitud lo que sentía. A veces es complicado expresarse mediante palabras.
      Hablas del tema de Caín, y yo que ando leyendo la Biblia. Qué gran lector Hesse, que se ha parado en el detalle y ha sido capaz de elaborar sus propias conclusiones.
      ¡Oh, cuántas posibilidades nos ofrece Hesse!
      Besos

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