La
Biblia es el clásico de entre los clásicos, el primer libro que pasó por una
imprenta, el más traducido, el de mayor influencia a lo largo de la historia.
Ello no lo convierte en un libro que obligatoriamente haya que leer. El que se
acerque al libro que lo haga por voluntad propia, pues no otra cosa que pausa
requiere su lectura.
Si
de cualquier clásico se pueden sacar diferentes lecturas qué decir de la
Biblia. El conocimiento de la Biblia es imprescindible para desentrañar la
formación de la cultura occidental. Todos conocemos, de una u otra forma, su
contenido.
Por
mi parte más de una vez había afrontado, y abandonado, su lectura. En esta
ocasión, y probablemente gracias a este blog, estoy avanzando con lentitud y
constancia, empapándome de la época a través de la Wikipedia, de la visión de
algunos documentales y ojeando textos y artículos relacionados, deteniéndome en
aquellos lugares que más me llaman la atención. Estoy disfrutando mucho de su
lectura, y yo creo que el acierto está en que estoy enfocándola desde un punto
de vista histórico.
No
en vano el Antiguo Testamento consiste en el relato historiado de los avatares
del pueblo elegido, el pueblo de Israel. Las inexactitudes y las polémicas no
me interesan en demasía, no más allá de aclarar el concepto general de un
pueblo que habita una zona clave en el entorno de la revolución neolítica, la
llamada media luna fértil. En los
cauces del Nilo, el Jordán, el Tigris y el Éufrates encontramos los primeros
restos arqueológicos de la agricultura y la ganadería, y en su centro
geográfico se localizan las tierras del pueblo de Israel.
Me
fascinan la génesis y el desarrollo de un pueblo, el judío, que persiste en
circunstancias difíciles a lo largo de la historia y logra pervivir hasta el
día de hoy sin que sea posible encontrar paralelismos semejantes. El pueblo judío
constituye probablemente el primer germen del monoteísmo. Explotó sus
fortalezas para mantener su peculiar idiosincrasia a lo largo de los siglos, y
ello lo logró en parte gracias a la Biblia, al mito que forjaron de sí mismos.
En
fin, tras esta introducción abierta al debate, decir que la edición escogida ha
sido el principal acicate para la lectura, pues es peculiar donde las haya,
Biblioteca de Autores Cristianos, de Miñón, S.A., en 6 volúmenes de gran
formato y con más de 2.000 páginas pero que se caracteriza por contener mapas y
miles de fotografías complementarias que hacen la lectura amena y didáctica.
También
decir que saldrán de esta lectura un número indeterminado de reseñas y que, por
supuesto, dejaré su lectura y la retomaré cuando me plazca.
Comenzamos
por el Pentateuco (literalmente “cinco libros”: Génesis, Éxodo, Levítico,
Números y Deuteronomio), desde la creación del mundo hasta la llegada del
pueblo de Israel a la tierra prometida.
Nos
encontramos con algo así como una recopilación de cuentos que ilustran las
costumbres, la economía y la sociedad de la época, la fragilidad de la
situación política y la gestación progresiva de una cultura poderosa, de ese
espíritu de supervivencia tan propio y peculiar del pueblo judío.
Y dijo a Abraham: “Has
de saber que tu descendencia será extranjera en una tierra no suya, y estará en
servidumbre, y la oprimirán por cuatrocientos años;
Pero yo juzgaré al
pueblo que los esclavizará, y saldrán de allí después con mucha hacienda;
Pero tú irás a reunirte
en paz con tus padres, y serás sepultado en buena ancianidad.
A la cuarta generación
volverán acá, pues todavía no se han consumado las iniquidades de los
amorreos”.
He
encontrado dificultades, que mantengo, para situarme con respecto a tierras,
lenguas y sus habitantes, arameos, cananeos, semitas, caldeos, amorreos… pero
sirva todo esto para ilustrar la complejidad del período. Los hay que califican
la Biblia como un libro en extremo violento lleno de crímenes aberrantes y sacrificios
humanos, pero no es otra cosa que un reflejo de una civilización, e insisto,
una civilización caracterizada en esencia por su persistencia y empeño en la
propia supervivencia.
Para
terminar con el Génesis me ha llamado la atención, en su parte final, la
historia de José, primero en el fondo de un pozo cuando es vendido a los
egipcios, luego encumbrado gracias a la protección de Yavhé y a su hábil interpretación
de los sueños, algunos de los cuales son tan populares como el de las vacas
gordas y las vacas flacas. A mi modo de ver el cuento goza de una
extraordinaria calidad literaria y sirve para ilustrar a la perfección las
dificultades del período, la influencia del Imperio egipcio y esa mezcla de
mito y realidad que conforman la persistencia y multiplicación del pueblo judío
que descuella a lo largo de todo el texto.
Dijéronse
unos a otros: “Mirad, ahí viene el de los sueños; vamos a matarle y le
arrojaremos a uno de estos pozos, y diremos que le ha devorado una fiera; así
veremos de qué le sirven sus sueños”.
Rubén,
que esto oía, quería librarle de sus manos, y les dijo: “Matarle, no; no
vertáis sangre; arrojadle a ese pozo que hay en el desierto y no pongáis la mano
sobre él”.
Y
después el clímax, tan usado en la narrativa de todos los tiempos, apurando el
momento en el que José se manifiesta a sus hermanos
Entonces
José, viendo que no podía contenerse más ante todos los que allí estaban,
gritó: “Salgan todos”. Y no quedó nadie con él cuando se dio a conocer a sus
hermanos.
Lloraba
José tan fuertemente, que lo oyeron todos los egipcios, y lo oyó toda la casa
del faraón. “Yo soy José ―les dijo―. ¿Vive todavía mi padre?”. Pero sus
hermanos no pudieron contestarle, pues se llenaron de terror ante él.
Él les
dijo: “Acercaos a mí”. Acercáronse ellos, y les dijo: “Yo soy José, vuestro
hermano, a quien vendisteis para que fuese traído a Egipto.
Pero no
os aflijáis y no os pese haberme vendido para aquí, pues para vuestra vida me
ha traído Dios aquí antes de vosotros.
Van dos
años de hambre en esta tierra, y durante otros cinco no habrá arada ni cosecha.
Dios me
ha enviado delante de vosotros para dejaros un resto sobre la tierra y haceros
vivir para una gran salvación.
No sois,
pues, vosotros, los que me habéis traído aquí; es Dios quien me trajo y me ha
hecho padre del faraón y señor de toda su casa y me ha puesto al frente de toda
la tierra de Egipto.
Yo también afronté la lectura de la Biblia de esa manera, y me llevó tres años, pero ciertamente es toda una experiencia como lector. Se podrían comentar decenas de pasajes, recursos, tipos humanos que aparecen, intereses que se representan -también que se silencian, como los de los hebreos de Samaria-... es abrumador. La parte más tediosa a mi me resultó la de los profetas de cuando el reino se disgrega y finalmente cae. Se hace muy redundantes, básicamente vienen todos a decir lo mismo, y supone al menos una quinta parte del total de los textos. Coincido en que el relato de José y sus hermanos es de lo mejor que uno puede leer.
ResponderEliminarUn saludo.
Se agradece el aporte, más aún porque veo que mi lectura también se alargará en el tiempo, intercalando otras lecturas, y eso que me planteo como principio la lectura del Antiguo Testamento nada más. También tengo que añadir que mi edición me está motivando a leer capítulos como el Levítico o el Deuteronomio, que con otra edición no hubiera leído. Las imágenes y otros recursos paralelos me sirven para empaparme de una religión, como es la judía, bastante desconocida para ser al mismo tiempo tan cercana.
EliminarToda una experiencia, que se agradece compartir con lectores como usted.
Un cordial saludo