Esta
novela me ha dejado un tanto perplejo. Presa de los prejuicios imaginé que las
novelas de Jane Austen ofrecían una cómoda lectura, apta para mayorías.
Inocentemente creí a otros que decían haberla leído y disfrutado. A mí en
cambio me parece que Jane Austen es difícil de leer. Requiere una lectura
concentrada y atenta, pues cualquier despiste te desplaza del sagaz conjunto
que forman un limitado escenario pueblerino y un reducido elenco de personajes.
Durante
la primera mitad de la novela anduve despistado y dubitativo. La presencia de
Jane Austen era obsesiva, hablaba sin parar, me contaba puntillosamente, de
manera omnisciente todo lo que pasaba, además del carácter, rasgos físicos y
raigambre de cada persona. Tantas cosas me explicaba, mucho más de lo que a mí
me apetecía saber, que temía perderme en la madeja que se estaba enredando a mi
alrededor.
Harriet,
ciertamente, no era lista, pero tenía un carácter dulce y dócil; estaba
totalmente libre de presunción y solo deseaba ser guiada por cualquiera que le
pareciera importante. Su rápido apego a Emma fue muy cariñoso, y su inclinación
a la buena compañía y su capacidad para apreciar lo que era elegante e
ingenioso mostraban que no tenía falta de gusto, aunque no debía esperarse de
ella fuerza de comprensión. En conjunto, Emma estaba muy convencida de que
Harriet Smith era exactamente la joven amiga que necesitaba; exactamente ese
algo que requería su hogar. Una amiga tal como la señora Weston estaba fuera de
cuestión. No se podía contar con dos personas así. Era una cosa muy diferente,
un sentimiento distinto e independiente. La señora Weston era objeto de una
consideración que se basaba en la gratitud y la estima. Harriet recibiría
cariño como alguien a quien ella podía ser útil. Por la señora Weston no había
nada que se pudiera hacer; por Harriet todo.
No
es fácil encontrar el fragmento adecuado para reflejar mis pensamientos. Austen
es densa, espesa. El ritmo de la lectura resultaba lento, pesado, cadencioso. A
menudo me encontraba con párrafos que ocupaban páginas enteras. Cierto que
mostraba aspectos positivos, ausencia de errores, descripciones logradas de los
ambientes y de las sencillas inquietudes de las personas que los habitaban, pero
la intriga se me ofrecía con cuentagotas. En realidad todo era cuestión de
casarse bien o de relacionarse adecuadamente, un ambiente exquisito, casi
perfecto, ¿inglés?
―Mi idea
de él es que sabe adaptar su conversación al gusto de cada cual, y que tienen
tanta capacidad como deseo de ser agradable a todos. Con usted, hablará de
agricultura, conmigo, de dibujo o de música; y así con todo el mundo, teniendo
esa información general sobre todos los temas que le permite seguir una
orientación, o tomar la orientación, según lo requiera la propiedad, y hablar
muy bien en cada caso; esa es mi idea de él.
―Y la
mía ―dijo el señor Knightley, calentándose―, es que si resulta ser tal cosa,
será el tipo más insoportable del mundo. ¡Cómo! ¡A los veintitrés años ser el
rey de su sociedad, ese gran hombre, ese político experto, que lee el carácter
de cada cual, y hace que los talentos de todos lleven a la exhibición de su
propia superioridad; concediendo por ahí sus adulaciones para poder dejar a
todos como tontos comparados con él mismo!
Y
es que la trama es sencilla, ordinaria incluso, y sin embargo progresivamente
el ambiente se carga de humanidad, palpamos a los personajes, nos los creemos, entrevemos
ironía, el retrato de una sociedad con sus virtudes y defectos.
―Pero
sin embargo, ¡será una solterona! ¡Eso es terrible!
―No te
preocupes, Harriet, no seré una pobre solterona; y es solo la pobreza lo que
hace despreciable la soltería a un público generoso. Una mujer sola, con una
renta muy estrecha, debe de ser una solterona ridícula, desagradable; la burla
apropiada de niños y niñas; pero una mujer sola con buena fortuna siempre es
respetable, y puede ser tan sensata y agradable como cualquier otra. Y la
diferencia no habla tanto contra la imparcialidad y el sentido común del mundo
como parece al principio; pues una renta muy estrecha tiene tendencia a
estrechar el ánimo y a agriar el carácter. Los que apenas pueden vivir, y viven
forzosamente en una sociedad muy reducida, y generalmente muy inferior, pueden
muy bien ser estrechos y malhumorados.
A
veces la extensión de los diálogos es abrumadora y tediosa, todo tan falso como
en la vida real. No hay apenas salidas de tono (resultarían aberrantes) y
cuando las hay no alcanzan a traspasar los elevados muros de la hipocresía. No
me queda otra sino asombrarme de la inmensidad de los diálogos, que me fueron
envolviendo de tal manera que cuando alcanzaba la mitad ya me hallaba rendido a
los pies de la escritora.
Cierto
que la lectura me ha dejado un poso extraña (bien podría haber dicho cara de
tonto). No ha pasado nada pero ha pasado de todo. No sé si Austen pretende
reflejar la realidad o evadirnos de la misma. Todavía no sé si es más
importante lo que no se dice que lo que se dice. Quizás suceda que el sobrecargado
ambiente no es sino un guiño, una irónica panorámica del mundo que nos rodea,
¿un gran sarcasmo?
Por
eso apuntaba arriba mi sorpresa, porque tengo entendido que Austen disfruta de
abundancia de lectores, y si algo me ha quedado claro de la lectura (ahora
mismo tengo más dudas que certezas) es que la maestra destaca por pintar
caracteres, no por crear tramas adictivas.
A
mi parecer se trata de una novela densa, nada recomendable para esa gran
mayoría de lectores que buscan lecturas fáciles que les sirvan de evasión de
las banalidades del día a día. Austen exige de una lectura intensa. A través de
escenas cotidianas, insulsas incluso, se nos define a una serie de personajes
en toda su extensión emocional. Todo, los diálogos, las descripciones
farragosas, los pensamientos, todo está pensado para redondear caracteres.
La
novela encierra tal complejidad que no hay manera de hacer una sinopsis
adecuada. Sucede así que las sinopsis de las contraportadas (he ojeado más de
una editorial) hablan de Emma como si se tratara de una aprendiz de celestina a
la que todo le sale al revés. A mi modo de ver no se acerca a la realidad. Emma,
una persona envidiable y privilegiada, a veces más pagada de sí misma de lo que
ella misma se cree, nos muestra sus virtudes y sus defectos en un momento
nuclear de la vida, que no es otro que la elección de pareja. De hecho solo en
esta búsqueda, y su feliz consecución, se logra cierta intriga.
¡Que
el señor Knightley no viniera ya para consolarles en el anochecer! ¿Qué ya no
entrara a cualquier hora, como deseando siempre cambiar su propio hogar por el
de ellos! ¿Cómo se podía soportar aquello? Y si le perdían por causa de
Harriet; si después hubiera que pensar que encontraba todo lo que quería en la
compañía de Harriet; si iba a ser Harriet la elegida, la primera, la más
querida, la amiga, la esposa de quien él esperara las mejores bendiciones de la
existencia ¿qué podía aumentar la desgracia de Emma sino la reflexión, nunca
lejana de su mente, de que había sido obra suya?
De
seguro que no tardaré en leer más novelas de Austen.
Me
he quedado con una frase curiosa del prólogo, que comparto, en la que dice
Virginia Woolf, a propósito de Los Watson, novela inacabada de Jane Austen:
Vale
la pena leer las obras menores de un gran escritor porque detentan la mejor
crítica de sus obras maestras.
Emma fue la primera novela de Jane Austen que leí y me dejó rendida y cautivada. Después he ido leyendo casi todo el resto de sus obras, incluso la inacabada "Sanditon" (no así "Los Watson") que me dejó muy frustrada porque lo que leí demuestra que pudo ser la mejor novela de la autora.
ResponderEliminarLa penúltima que leí de ella volvió a ser Emma, esta vez para la tertulia del instituto. Allí comentamos cómo, sin interesarnos nada de lo que se nos contaba (las peripecias de una sociedad que solo sabe pasear por los bosques, tomar el té, celebrar fiestas y buscar matrimonios convenientes) no se puede dejar de leer y es que, la forma de escribir, la crítica que asoma bajo el sarcasmo y la ironía, el conocimiento profundo del alma humana y de sus miserias y virtudes; todo ello engancha y hace que leer a la autora sea un placer.
Es cierto que es excesivamente densa y difícil como para gustar a tanto público, pero también es cierto que es de esos autores con varios niveles de lectura que permite profundizar más o quedarte en la superficie, en la mera narración de acontecimientos.
Sí, Jane Austen esconde más de lo que muestra y es más lo que oculta que lo que dice.
Un beso.
Detecto cierta pasión en tu comentario, síntoma de que la has disfrutado. A mí me ha costado mucho tiempo leerla. También tengo que reconocer que no dispongo de mucho tiempo y que si partes la lectura luego volver se hace arduo.
EliminarTal como dices al principio parece una realidad ajena, no a nosotros sino incluso a la humanidad, pero luego que penetras en el interior de la novela te cautiva, supongo que comenzamos a reconocer los caracteres que vemos y a elaborar semejanzas con los de las personas que nos rodean, completando una experiencia singular.
Me ha salido una respuesta demasiado distinguida, lo cual puede ser resultado de la misma lectura ;)
Besos
Ja ja. Austen nos contagia su elegancia.
EliminarSí, es cierto que, sin interesarme mucho el mundo que me narra, me apasiona cómo me lo narra.
Hace poco leí "Orgullo y prejuicio".La novela sí tiene trama, solo que parece hecha a ganchillo, muy bien entretejida y con los momentos climáticos muy bien distribuido. Yo esperaba aburrirme con la novela y me sorprendió la felicidad estética que me produjo su lectura. Hice el propósito de leer otra novela de ella; tal vez sea "Emma". Un saludo
ResponderEliminarEmma también tiene trama, pero ni mucho menos es una trama enredada, la complejidad radica en el carácter, en la psicología de cada personaje. Comencé Emma pensando que era una de sus obras menores, pero ahora veo que es una obra de madurez y la crítica comienza a considerarla entre las más logradas, si no la mejor. Desde luego que es una buena novela, pero también he dejado entrever que me ha costado entrar en ella.
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