Que la literatura no da tanto dinero como el
fútbol es una obviedad. A eso debemos añadir que escribir no es fácil cuando lo
que se pretende es remover conciencias. Hay que ser cuidadosos a la hora de
mencionar a personas vivas, incluso a la hora de gestionar las referencias. En
la Edad Media no se puede ofender a Dios, en la Edad Moderna no se puede poner
en tela de juicio el poder absoluto de la Monarquía, y en la Edad Contemporánea
son los principios fascistas y comunistas los que marcan el límite de la
censura. A saber los caminos que tomará la censura en el futuro…
Después
de la Segunda Guerra Mundial Sándor Márai tiene que huir de Hungría para
establecerse en los Estados Unidos. La obra del que es considerado uno de los
mejores escritores de Centroeuropa es censurada y, en cierta manera, olvidada.
De
casualidad he penetrado en la lectura de esta novela, que me ha dejado unas
fantásticas sensaciones. De alguna manera me ha recordado a Joseph Roth.
Obviamente los dos escriben en el contexto del Imperio Austrohúngaro pero las
obsesiones de cada uno son bien distintas.
Lo
primero que uno agradece es el talento narrativo. Se trata de un escritor que
pretende atraparte en sus redes, que te agarra de la mano y te lleva allá donde
quiere que estés. Te ofrece reflexión, filosofía, pero al mismo tiempo trata de
abarcar el abanico de lectores más amplio posible ofreciendo dramatismo, una
trama ágil con giros y sorpresas. Las maneras son clásicas. Su forma de
introducir los temas la hemos visto ya en multitud de ocasiones, pero eso da
igual porque Márai lo hace todo con maestría.
El
tema puede no parecer en exceso llamativo. La novela podría ser resumida en una
sola frase. Dos grandes amigos ven truncada su amistad por una mujer y después
de 41 años se reencuentran.
Como
ya he dicho, el tratamiento es clásico, incluso puede parecer rudimentario
porque Márai utiliza procedimientos obvios para hablarnos del pasado de los
personajes principales. Sin embargo la lectura es deliciosa y profunda. Los
temas que se encuentran esparcidos por doquier están tratados de forma
magistral, la amistad, la soledad, la lealtad, la traición, la pasión, la
música, la búsqueda de uno mismo. Alejado de todo maniqueísmo y a través de un
largo diálogo, con todo su sentido, Márai nos regala su sabiduría.
Quizás
alguno de estos párrafos pueda servir para que os iniciéis con este magnífico
escritor. Por mi parte volveré a él sin dudar.
Los
gemelos, como sabes, incluso en la edad adulta, y hasta separados por grandes
distancias, lo saben todo el uno del otro. Obedeciendo las órdenes ocultas de
su metabolismo, enferman al mismo tiempo, de la misma dolencia, aunque uno viva
en Londres y el otro lejos, en otro país. No se escriben, no se hablan, viven
en circunstancias muy distintas, comen alimentos diferentes, los separan miles
y miles de kilómetros. Sin embargo, a la edad de treinta o de cuarenta años,
sufren al mismo tiempo la misma enfermedad, un cólico hepático o una
apendicitis, y les quedan las mimas posibilidades de vivir y de morir. Los dos
cuerpos viven en simbiosis, como en el útero materno… los dos aman y odian a
las mismas personas. Es así, es una ley de la naturaleza. No ocurre muchas
veces… pero tampoco es tan raro como algunos creen. Yo he llegado a pensar que
la amistad es un lazo parecido a la unión fatal de los gemelos. Esa peculiar
correspondencia de las vocaciones, de las simpatías, de los gustos, de los
aprendizajes, de las emociones ata a dos personas y les asigna un mismo
destino.
Uno
siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa
lo que diga, no importa con qué palabras y con qué argumentos pretende
defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a las preguntas con los
hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las
preguntas son éstas: ¿Quién eres?... ¿Qué has querido de verdad?... ¿Qué has
sabido de verdad?... ¿A qué has sido fiel o infiel?... ¿Con qué y con quién te
has comportado con valentía o con cobardía?... Estas son las preguntas. Uno
responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí
importa es que uno al final responde con su vida entera.
Tú
siempre has sido el más culto, el artista, el más aplicado, el más virtuoso, el
que tenía talento, el que tenía un instrumento de música, el que tenía un
secreto y además literalmente: tu secreto era la música. Pero en el fondo de tu
alma habitaba una emoción convulsa, un deseo constante, el deseo de ser
diferente de lo que eras. Es la mayor tragedia con que el destino puede
castigar a una persona. El deseo de ser diferentes de quienes somos: no puede
latir otro deseo más doloroso en el corazón humano. Porque la vida no se puede
soportar de otra manera que sabiendo que nos conformamos con lo que
significamos para nosotros mismos y para el mundo. Tenemos que conformarnos con
lo que somos, y ser conscientes de que a cambio de esta sabiduría no
recibiremos ningún galardón de la vida: no nos pondrán ninguna condecoración
por saber y aceptar que somos vanidosos, egoístas, calvos y tripudos: no, hemos
de saber que por nada de eso recibiremos galardones ni condecoraciones. Tenemos
que soportarlo, éste es el único secreto.
¿Qué
significa la fidelidad, qué esperamos de la persona a quien amamos? Yo ya soy
viejo, y he reflexionado mucho sobre esto. ¿Exigir fidelidad no sería acaso un
grado extremo de la egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de
las cosas y de los deseos de los seres humanos? Cuando exigimos a alguien
fidelidad, ¿es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la
otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿amamos a la
persona a quien se la exigimos? Y si no amamos a esa persona ni la hacemos
feliz, ¿tenemos derecho a exigirle fidelidad y sacrificio?
Magnífica novela y magnífico autor. Esta la leí en 2006 y me gustó mucho. Era la segunda que leía de Sándor Márai, pero ninguna de las que he leído después ha podido superar la primera que leí: "La mujer justa". No sé si por ser la primera o porque realmente es insuperable.
ResponderEliminarHas escogido párrafos muy indicativos de lo que es la prosa del autor.
Un beso.
A veces me pregunto eso mismo, si la primera novela que leemos de un autor es la que se queda grabada mejor en nuestro recuerdo. Estoy leyendo ahora "Desgracia", de Coetzee, y mira que la estoy disfrutando, pero "Verano" me resultó mucho más contundente, más feraz.
EliminarUn beso
A mi me devoró la fiebre por la literatura de Sandor Marai, aunque deje ese poso de pesadumbre que torne en algunas ocasiones a sus páginas, en las más difíciles de leer. Hojeas sus novelas pesaroso, porque invita a la reflexión y a encontrarte contigo mismo. Tu semblanza del autor así como la forma de acercarte al Último encuentro, como siempre, muy brillante, Rubén. Un gusto leerte.
ResponderEliminarEl gusto es mío, sigo atento tus escritos y siempre es un placer leerte.
EliminarLa verdad que ha sido una sorpresa Sandór, y espero encontrarme de nuevo con él. Qué duda cabe que admite una profunda relectura, como dices, deteniéndose en sus sabias reflexiones, pues cuál es el camino de la sabiduría, el fin mismo, sino la reflexión.
Saludos.