miércoles, 4 de septiembre de 2019

El último encuentro (1942), Sándor Márai





Que la literatura no da tanto dinero como el fútbol es una obviedad. A eso debemos añadir que escribir no es fácil cuando lo que se pretende es remover conciencias. Hay que ser cuidadosos a la hora de mencionar a personas vivas, incluso a la hora de gestionar las referencias. En la Edad Media no se puede ofender a Dios, en la Edad Moderna no se puede poner en tela de juicio el poder absoluto de la Monarquía, y en la Edad Contemporánea son los principios fascistas y comunistas los que marcan el límite de la censura. A saber los caminos que tomará la censura en el futuro…

Después de la Segunda Guerra Mundial Sándor Márai tiene que huir de Hungría para establecerse en los Estados Unidos. La obra del que es considerado uno de los mejores escritores de Centroeuropa es censurada y, en cierta manera, olvidada.

De casualidad he penetrado en la lectura de esta novela, que me ha dejado unas fantásticas sensaciones. De alguna manera me ha recordado a Joseph Roth. Obviamente los dos escriben en el contexto del Imperio Austrohúngaro pero las obsesiones de cada uno son bien distintas.

Lo primero que uno agradece es el talento narrativo. Se trata de un escritor que pretende atraparte en sus redes, que te agarra de la mano y te lleva allá donde quiere que estés. Te ofrece reflexión, filosofía, pero al mismo tiempo trata de abarcar el abanico de lectores más amplio posible ofreciendo dramatismo, una trama ágil con giros y sorpresas. Las maneras son clásicas. Su forma de introducir los temas la hemos visto ya en multitud de ocasiones, pero eso da igual porque Márai lo hace todo con maestría.

El tema puede no parecer en exceso llamativo. La novela podría ser resumida en una sola frase. Dos grandes amigos ven truncada su amistad por una mujer y después de 41 años se reencuentran.

Como ya he dicho, el tratamiento es clásico, incluso puede parecer rudimentario porque Márai utiliza procedimientos obvios para hablarnos del pasado de los personajes principales. Sin embargo la lectura es deliciosa y profunda. Los temas que se encuentran esparcidos por doquier están tratados de forma magistral, la amistad, la soledad, la lealtad, la traición, la pasión, la música, la búsqueda de uno mismo. Alejado de todo maniqueísmo y a través de un largo diálogo, con todo su sentido, Márai nos regala su sabiduría.

Quizás alguno de estos párrafos pueda servir para que os iniciéis con este magnífico escritor. Por mi parte volveré a él sin dudar.



Los gemelos, como sabes, incluso en la edad adulta, y hasta separados por grandes distancias, lo saben todo el uno del otro. Obedeciendo las órdenes ocultas de su metabolismo, enferman al mismo tiempo, de la misma dolencia, aunque uno viva en Londres y el otro lejos, en otro país. No se escriben, no se hablan, viven en circunstancias muy distintas, comen alimentos diferentes, los separan miles y miles de kilómetros. Sin embargo, a la edad de treinta o de cuarenta años, sufren al mismo tiempo la misma enfermedad, un cólico hepático o una apendicitis, y les quedan las mimas posibilidades de vivir y de morir. Los dos cuerpos viven en simbiosis, como en el útero materno… los dos aman y odian a las mismas personas. Es así, es una ley de la naturaleza. No ocurre muchas veces… pero tampoco es tan raro como algunos creen. Yo he llegado a pensar que la amistad es un lazo parecido a la unión fatal de los gemelos. Esa peculiar correspondencia de las vocaciones, de las simpatías, de los gustos, de los aprendizajes, de las emociones ata a dos personas y les asigna un mismo destino.



Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué palabras y con qué argumentos pretende defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son éstas: ¿Quién eres?... ¿Qué has querido de verdad?... ¿Qué has sabido de verdad?... ¿A qué has sido fiel o infiel?... ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía?... Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.



Tú siempre has sido el más culto, el artista, el más aplicado, el más virtuoso, el que tenía talento, el que tenía un instrumento de música, el que tenía un secreto y además literalmente: tu secreto era la música. Pero en el fondo de tu alma habitaba una emoción convulsa, un deseo constante, el deseo de ser diferente de lo que eras. Es la mayor tragedia con que el destino puede castigar a una persona. El deseo de ser diferentes de quienes somos: no puede latir otro deseo más doloroso en el corazón humano. Porque la vida no se puede soportar de otra manera que sabiendo que nos conformamos con lo que significamos para nosotros mismos y para el mundo. Tenemos que conformarnos con lo que somos, y ser conscientes de que a cambio de esta sabiduría no recibiremos ningún galardón de la vida: no nos pondrán ninguna condecoración por saber y aceptar que somos vanidosos, egoístas, calvos y tripudos: no, hemos de saber que por nada de eso recibiremos galardones ni condecoraciones. Tenemos que soportarlo, éste es el único secreto.



¿Qué significa la fidelidad, qué esperamos de la persona a quien amamos? Yo ya soy viejo, y he reflexionado mucho sobre esto. ¿Exigir fidelidad no sería acaso un grado extremo de la egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de las cosas y de los deseos de los seres humanos? Cuando exigimos a alguien fidelidad, ¿es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿amamos a la persona a quien se la exigimos? Y si no amamos a esa persona ni la hacemos feliz, ¿tenemos derecho a exigirle fidelidad y sacrificio?



4 comentarios:

  1. Magnífica novela y magnífico autor. Esta la leí en 2006 y me gustó mucho. Era la segunda que leía de Sándor Márai, pero ninguna de las que he leído después ha podido superar la primera que leí: "La mujer justa". No sé si por ser la primera o porque realmente es insuperable.
    Has escogido párrafos muy indicativos de lo que es la prosa del autor.
    Un beso.

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    1. A veces me pregunto eso mismo, si la primera novela que leemos de un autor es la que se queda grabada mejor en nuestro recuerdo. Estoy leyendo ahora "Desgracia", de Coetzee, y mira que la estoy disfrutando, pero "Verano" me resultó mucho más contundente, más feraz.
      Un beso

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  2. A mi me devoró la fiebre por la literatura de Sandor Marai, aunque deje ese poso de pesadumbre que torne en algunas ocasiones a sus páginas, en las más difíciles de leer. Hojeas sus novelas pesaroso, porque invita a la reflexión y a encontrarte contigo mismo. Tu semblanza del autor así como la forma de acercarte al Último encuentro, como siempre, muy brillante, Rubén. Un gusto leerte.

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    1. El gusto es mío, sigo atento tus escritos y siempre es un placer leerte.
      La verdad que ha sido una sorpresa Sandór, y espero encontrarme de nuevo con él. Qué duda cabe que admite una profunda relectura, como dices, deteniéndose en sus sabias reflexiones, pues cuál es el camino de la sabiduría, el fin mismo, sino la reflexión.
      Saludos.

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