Yo,
que no soy tiquismiquis a la hora de afrontar los clásicos desde cualesquiera
edición, tengo que reconocer ahora la labor de Impedimenta. Y no lo hago desde
ese punto de vista tan usado como es la traducción, ni tampoco por la estética,
ni por las notas al pie, ni tan siquiera por la calidad del papel o las
portadas. Lo que en este caso me ha llamado la atención es un detalle tan
sencillo como la sinopsis que figura en la contraportada, la cual transcribo:
«Grace
Melbury, la preciosa y delicada hija de un próspero maderero que haría
cualquier cosa por ella, regresa al pequeño pueblo de su infancia después de
haber recibido una refinada educación lejos de allí. Su reencuentro con quien
siempre estuvo destinado a ser su marido, Giles Winterborne, les revela a los
dos que, pese a todo lo que él pueda amarla, no está a la altura de sus nuevas
expectativas sociales y, en cambio, sí lo está el nuevo médico de la región, el
aristocrático Edred Fitzpiers, que aparece rodeado de libros y de un raro halo
de misterio. La relación que se establece entre los tres se verá salpicada de
malentendidos y traiciones, pero también de una devoción y una lealtad que
conducirán a un desenlace extraordinario».
Se
trata de una sinopsis trabajada y acertada, más que correcta dada su
dificultad, una sinopsis que no enaltece al autor y a su presente obra sino que
tan solo resume y da una idea aproximada de la temática. Cierto que hay que
conocer un poco a Hardy para saber que a lo largo del texto se nos van
planteando dilemas morales, y otra serie de interrogantes a los que solo un
lector cómplice dará pábulo.
Ahora
bien, aquellos lectores que solamente buscan entretenimiento, difícilmente lo
hallarán en el escaso trajín de una serie de personajes que apenas salen unas
millas de los estrechos márgenes del pueblo y el bosque circundantes.
El
tiempo es lento. Hardy no tiene prisa a la hora de presentarnos a los
personajes. De hecho es necesario un ritmo lento si lo que se pretende reflejar
es la vida tranquila de un pueblo pequeño. Bueno, necesario nada hay en
literatura, pero cierto que Hardy se detiene en la marcha de las estaciones, en
el clima, en los pequeños matices que pintan el bosque.
Mientras
que los habitantes corrientes de la zona se contentaban con echar algún que
otro vistazo a ese maravilloso mundo de savia y hojas que todos conocían como
el bosque de Hintock, Giles y Marty, en cambio, eran capaces de derramar sobre
él miradas llenas de claridad. Ellos habían descubierto sus misterios más
exquisitos, que pasaron a formar parte de su saber cotidiano; habían sido
capaces de leer sus jeroglíficos como si se tratara de la escritura habitual;
para ellos, las visiones y los sonidos de la noche, el invierno, el viento, la
tormenta entre aquellas densas ramas, que para Grace tenían un toque misterioso
e incluso sobrenatural, eran simples hechos cuyo origen, continuidad y leyes
conocían anticipadamente a la perfección. Habían plantado juntos, y juntos
habían talado; juntos habían recopilado mentalmente, con el paso de los años,
aquellos signos y símbolos remotos que, contemplados en pequeños grupos, eran
de una oscuridad rúnica, pero que, en conjunto, constituían un auténtico
alfabeto. Por el ligero azote de las ramas en sus rostros cuando pasaban junto
a ellas en la oscuridad, cualquiera de los dos era capaz de nombrar la especie
de árbol a que pertenecían; cualquiera de los dos podía, de manera similar, por
la cualidad del murmullo del viento a través de una rama, saber de qué variedad
se trataba a distancia. Sabían, al mirar un tronco, si su corazón se hallaba en
buen estado o si estaba, por el contrario, cubierto ya de una podredumbre
incipiente, y, por el estado de sus ramas superiores, eran capaces de percibir
el estrato que habían alcanzado sus raíces.
Al
mismo tiempo que realismo, y profundidad en los personajes, Hardy nos ofrece
conflicto social, ese extraño enfrentamiento entre personas que no son iguales
debido a factores tan dispares como el nacimiento o la cantidad de dinero y
bienes que se poseen. Esto, que tan sencillo parece, pervive en nuestra
sociedad, muy democrática pero preñada de desigualdades, pero el talento de
Hardy reside en la manera a través de la cual nos lo cuenta. Hardy crea mundos
paralelos, estancos, que de alguna manera se comunican pero sin llegar a
mezclarse en demasía. Raro será el lector que no se posicione al lado de los
humildes, al lado de Hardy, raro será que no disfrutemos de su ironía. Otra
cosa será que estemos de acuerdo con el desenlace.
La
crítica abunda acerca de la fatalidad de Hardy, de la fuerza del destino, de la
desigualdad natural, del feminismo incipiente, incluso del darwinismo
spenceriano.
No
es fácil desentrañar las claves de esta novela, y de ahí también el mérito del
postfacio de Roberto Frías, mucho mejor que un prefacio que puede dar pistas o
que despista al lector.
A
un lector atento no le será difícil tener paciencia porque a cada rato Hardy
suelta perlas que reflejan sabiduría, eso que, a mi modo de ver, no es otra
cosa que el conocimiento de la conducta humana.
Así
sucede a menudo: esperamos encontrar desfallecidos y abatidos a los amigos
caídos en desgracia, a los que hemos perdido la pista, y lo que descubrimos es,
en cambio que les va bastante bien.
De
hecho, no era muy buen vendedor de sus árboles ni de su sidra, pues su hábito
de decir lo que pensaba, si acaso llegaba a decir palabra alguna, solía operar
en contra de su propio negocio.
El
personaje de Melbury, el padre de Grace, la protagonista alrededor de la cual
se mueven todos los demás, me ha llamado la atención. Sirve como ejemplo para
esquematizar la manera en que Hardy construye la novela, porque hay que apuntar
que la arquitectura de esta novela, bastante larga, está perfectamente
entablada.
Melbury
es un hombre rico pero humilde y trabajador. Es maderero, el más rico del
pueblo, burgués, que convive con sus vecinos pero sin ser uno más sino el que más.
Quiso el destino dotarlo de una sola hija y lógicamente pretende darle lo
mejor. Su entereza moral le lleva a contraer una deuda con un vecino humilde, y
por ello le concede su hija a Giles Winterbone. Luego llegan los giros
dramáticos a través de los cuales Winterbone cae en desgracia al tiempo que
Melbury cambia de opinión. Estos giros son muy visibles, como los pilares de un
edificio en construcción. Cada uno de los giros le son presentados al lector
con claridad meridiana, y así sucede con las decisiones que van tomando cada
uno de los personajes, decisiones que se gestan a partir de acciones, diálogos,
sucesos inesperados.
Seguramente
hay quien piensa que tanta transparencia significa una especie de menoscabo en
cuanto a la calidad del escritor. Sin embargo para mí es algo así como lograr
lo sublime a través de lo sencillo.
No
es fácil de explicar, pero cualquier fragmento de la novela que al principio
nos puede parecer carente de importancia, es usado por Hardy en un momento u
otro, como mago que tiene a mano su chistera. Un buen ejemplo es el fragmento
inicial, que trata de un personaje secundario, Marty, que se ve obligada a
vender su castaña cabellera. Curiosamente será Marty la que cierre la novela.
No,
no es fácil hablar de esta novela. Tan compleja, tan trabajada, tan sencilla a
su vez… No es la primera vez que me dan ganas de borrar la reseña. Debería
bastar con decir que Hardy ocupa lugar en mi cada vez más diminuta estantería.
Desde luego, en breve leeré a Hardy, y no sé si es por la sinopsis que tanto te ha gustado (yo no puedo juzgarla sin leer el libro), pero casi me dan ganas de empezar por "Los habitantes del bosque" antes que por "Lejos del mundanal ruido".
ResponderEliminarLo que cuentas me recuerda un poco a Austen. Personajes encerrados en un entorno rural del que apenas salen y los conflictos entre ellos. Igual es una impresión equivocada, por supuesto. Lo descubriré pronto.
Un beso.
Lo de la sinopsis es porque vengo elaborando sinopsis por otros motivos y acostumbro a leer sinopsis laudatarias del libro en cuestión que resumen. En este caso se trata de una sinopsis sencilla que me ha llamado la atención por su contención. Un motivo como otro cualquiera para iniciar una pequeña reseña.
EliminarYo no puedo sino decirte mi pensar, y creo que Tess D'Ubervilles es, por el momento, la obra más contundente que he leído de Hardy. Lo que ocurre que creo que es una novela llevada al cine y que tiene múltiples reediciones en diferentes formatos y que los lectores ya conocen el tema. De todas maneras, es una novela, insisto, muy contundente y briosa. Los habitantes del bosque tiene un ritmo más lento, es más melodiosa, tiene una cadencia que le va bien a un pueblo pequeño. Otro estilo que el de Austen, a mi modo de ver "fácil" de leer, que se deja leer sin necesidad de focalizar la atención.
Besos
Muchas gracias por esta reseña. Estoy disfrutando mucho de la lectura de esta novela durante la triste pandemia.
ResponderEliminarYa había leído Tess y el libro de relatos del brazo marchito pero esta es sin duda de largo la mejor hasta ahora. Atacaré pronto Jude el oscuro
Saludos
Desde luego que te envuelve en una atmósfera auténtica. Es lo que nos ofrece la lectura, ¿verdad?. A ver si consigo yo también leer Jude y lo comentamos.
EliminarSaludos