viernes, 25 de septiembre de 2020

Nido de hidalgos (1859), Turguéniev

 


Leer al maestro es una delicia. Tuve sensaciones contradictorias a través de la lectura. Al principio la estructura me pareció deslavazada. Sin embargo, a medida que la concluía intuí que Turguéniev tuvo muchas dudas a la hora de elaborarla, y que por lo tanto la armazón está muy pensada. Naturalmente que no es más que una intuición, pues yo también escribo y continuamente reelaboro las formas de abordar una historia.

Nos cuesta entrar en el personaje principal, Lavrietski. De hecho la novela nos introduce en una familia que es como una excusa para introducirlo.

Tras años en Europa Lavrietski regresa a su casa natal arrastrando un fracaso matrimonial. De pronto Turguéniev dice:

 

Fiodor Iványch Lavriétski (pedimos permiso al lector para cortar por algún tiempo el hilo de nuestro relato) era de noble linaje.

 

Y así comienza una enorme digresión que consiste en la descripción de su historia familiar, una saga fabulosa que nos muestra el recorrido de una familia nobiliaria rusa. Aquí, si no tuviera mejor cosa que hacer, disfrutaría buscando datos, una biografía del maestro que de alguna manera uniera vida y obra, pero para eso ya están los bien pagados profesores de universidad.

Lavrietski es un hombre noble, de corazón puro. No sé si este párrafo da una idea de la habilidad de Turguéniev para penetrar en la mente de sus personajes. Evita que alguien ose tildarlo de maniqueísta.

 

Pero la timidez que le embargaba desapareció pronto: la bondad innata de todos los rusos se acentuaba aún más en general por esa afabilidad especial de las personas que tienen algo oscuro en su pasado;

 

Representa a la nobleza progresista que antecede a la gran reforma de 1861. Como es lógico el lector coetáneo está atento al contexto socioeconómico; ni qué decir que Turguéniev influía en el pueblo ruso, en la sociedad y la política. Sin embargo, en la actualidad, vemos en el maestro un pintor de historias y caracteres. Personas reflexivas, resignadas, escépticas, deprimidas, enfrentadas a mentes frías, calculadoras, hipócritas impetuosos que ven en el medrar la única razón de la existencia.

Están Lavrietski y su maldita mujer, y por otro lado el sinvergüenza Panshin y Lisa, un alma pura, recatada, silenciosa, que todo lo perdona.

La novela transcurre sin altibajos, digamos incluso que plana. Nos sumergimos en la delicia de la prosa de Turguéniev, que sí, tiene mucho que ver con los escritores europeos. Es fácil de leer, agradable, con pocas concesiones a la metáfora pero cuando llegan éstas son fabulosas.

 

Lavrietski miraba a los surcos de los campos arados, que se desplegaban ante él como el varillaje de un abanico;

 

La verdad que todo hace intuir un final sano y feliz, para luego venir a precipitarse en un final arrebatadoramente patético. Solo entonces intuimos la tradicional obsesión de Turguéniev alrededor de una mujer fatal, seductora, mentirosa, que esclaviza a los hombres a su placer, la mujer más típica de toda la producción del maestro.

Los hay quienes opinan que Turguéniev es en exceso pesimista. Sus historias por lo general acaban mal, o medianamente bien, o como la vida misma. Los audaces dominan los círculos de la sociedad mientras que los más apocados buscan el retiro. Hay esa disyuntiva en Turguéniev, pero cada una de sus novelas presenta deliciosos matices que le tenemos que agradecer.

 

 

2 comentarios:

  1. Hace muchos años, 1983, leí "Padres e hijos" y nuca volví sobre este autor.
    Me gustan mucho esos autores que se dirigen al lector para indicarle algo, como es el caso que mencionas: "pedimos permiso al lector para cortar por algún tiempo el hilo de nuestro relato". Me encantan esas disquisiciones me hacen meterme más en la historia. es como si ale autor quisiera hacerte cómplice de lo que te está contando.
    Quiero saber qué pasa con la "maldita mujer" de Lavrietski.
    Un beso.

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    1. Hace poco he conseguido "Padres e hijos" y pronto lo leeré. Tengo entendido que es la más conocida del autor y fíjate que la leeré de las últimas. Ya sabrás que soy díscolo y no suelo tener en mucho a la fama hasta que hago mi propia lectura. Sí te digo que "Mi primer amor" es probablemente la más fina del autor, y luego "Lluvias primaverales" incide de manera maravillosa en esa mujer maldita, siempre diferente pero siempre la misma, esa que al propio Turguéniev domeñó. Una delicia leer al maestro.
      Besos

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