jueves, 23 de marzo de 2023

¡Tierra, Tierra! (1972), Sándor Márai.

 

Ensayo, memorias, testimonio,… fuera como fuese, Sándor Márai, con su estilo particular, nos da cuenta de la decadencia de esa parte de Europa que queda sumergida bajo la órbita soviética tras la Segunda Guerra Mundial.

Hay un desarrollo lineal. Comienza con la aparición de los primeros rusos, que preparan el asalto a Budapest, que “liberan” Hungría de los nazis para imponer su propio yugo, un nuevo saqueo soviético, más implacable si cabe, diríase inhumano. De alguna manera hay continuidad, digamos que intelectual, entre dictaduras:

 

Cuando me enfrenté a él, me dio una respuesta inesperada y sorprendente:

―¡Yo soy nacionalista! ―dijo a viva voz, y me señaló―: Tú eres incapaz de comprenderlo porque tienes talento. Yo no tengo talento, así que necesito el nacionalsocialismo.

 

Pero, por otro lado, Márai divaga. Nos describe las residencias burguesas destruidas por las bombas, y de ahí va a los libros que yacen desparramados, y concluye sobre la función social del escritor y su pobreza, sobre las traducciones, o sobre la importancia de la poesía en la formación de una lengua.

Muchos de los capítulos admiten lecturas comentadas, una delicia para los amantes de la literatura, como aquel en el que se explaya sobre la decadencia de la literatura europea, de la decadencia editorial o de la lectura en general. Ni siquiera me molesto en entresacar un fragmento porque son capítulos enteros a resaltar.

No olvidar que la invasión soviética es la protagonista principal, tratada con minuciosidad. Sucede como con cualquier novela de Márai, que lo mismo desmenuza la locura que la amistad, la locura o la afición a la morfina. Pues bien, el maestro es incapaz de abandonar su estilo, aunque se trata esta vez de un ensayo y no una novela, y en esta ocasión disecciona la ocupación soviética.

Como no podía ser de otra manera, termina con el exilio. Para el maestro no es fácil la elección. Nos muestra, de forma extensa, la importancia de la lengua para un país, para una cultura; la lengua húngara, como el euskera (por poner un ejemplo) no pertenece a la familia de lenguas indoeuropeas. Márai es consciente de que si abandona su país abandona su identidad, su lengua, su escritura, y así sucede que Márai, aunque continuará escribiendo, como es el caso del presente libro, será olvidado y dejado de lado. En Hungría es considerado escritor burgués, y su obra es prohibida por los soviéticos, de tal manera que un hombre que podía, y debía, haber vivido de su tremenda calidad literaria, pasará el resto de su vida olvidado en los Estados Unidos.

Pasarán varias décadas hasta que sea redescubierto, su prestigio muy disminuido. Yo entré en su mundo por casualidad, de lo cual me siento muy afortunado, hasta el punto de que lo tengo entre mis escritores favoritos.

Supongo que por ciertas afinidades temáticas, geográficas y temporales, tiendo a compararlo con Zweig, pero no hay color, Márai es infinitamente mejor novelista, y no le va a la zaga en el ensayo.

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