miércoles, 19 de julio de 2017

La flecha negra (1888), de R. L. Stevenson.





Tenía en el cinto cuatro flechas negras
por las cuatro penas que he soportado
y para los cuatro hombres malvados
que nos tiranizan y nos atropellan.

Una dio en el blanco, una ya acertó
pues al viejo Appleyard muerto lo dejó.

Otra, Master Hatch, para vos, no miento
por quemar Grimstone hasta los cimientos.

A Oliver Oates otra irá a parar
que a Sir Harry Shelton mandó degollar.

Y para Sir Daniel la cuarta será
y todos dirán que bien hecho está.

Cada cual tendrá lo que ha merecido
una flecha negra por cada maldad
y ahora caed de rodillas, rezad
¡porque ya estáis muertos, vosotros, bandidos!

JOHN AMEND-ALL
De la Verde Floresta y sus alegres compañeros

Me tomo un descanso veraniego después de tanta lectura sesuda y me dejo llevar por el entusiasmo y la debilidad que siento por Stevenson. Que nadie me diga que es una obra juvenil, que solo por escribir El extraño caso del Dr. Jeckyl y Mr. Hyde ya ocupa un lugar de privilegio entre los grandes.
 La Guerra de las Dos Rosas, las casas de York y Lancaster, segunda mitad del siglo XV, proliferan pequeños ejércitos comandados por los nobles feudales, pareciera que estamos leyendo a Walter Scott.

Silbó en el aire una flecha como un gigantesco abejorro y vino a clavársele al viejo Appleyard entre ambos omoplatos, atravesándole de parte a parte y haciéndole caer de cabeza sobre las coles…
No se movía ni una hoja. Las ovejas pacían tranquilamente y los pájaros se habían apaciguado. Pero en el suelo yacía el viejo, con una flecha de una vara de largo clavada en la espalda.

¡Esto raya el sacrilegio! ¡Que se haga porque es voluntad del rey o del señor feudal mandarlo… bien, pase; pero que cualquier descamisado vagabundo venga a pegar papeles en la puerta del presbiterio… eso, eso es casi un sacrilegio! Por menos han llevado a la hoguera a muchos hombres.

Excesivo maniqueísmo, sí, pero qué buen tratamiento reciben los malos:

Solía dedicarse al tráfico de herencias en litigio; su método consistía en comprar los derechos del demandante que tuviese menos probabilidades de ganar y una vez hecho esto, valiéndose de la influencia que los lores tenían con el rey, se procuraba injustas sentencias a su favor; o, si eso era andarse con demasiados rodeos, se apoderaba del dominio en litigo por la fuerza de las armas…

Cada cual a lo suyo:

Ya habían logrado lo que se proponían: proteger sus casas y sus tierras, sus familias y sus ganados, y, salvados ya sus intereses particulares, poco le importaba a ninguno de ellos que los franceses llevaran sangre y fuego a todas las demás parroquias del reino de Inglaterra.


Grandes personajes secundarios, Lawless o Arblaster, un tal Ellis Duckworth que puede ser confundido con Robin Hood, humor y sarcasmo que lo mismo ensalzan al ladrón que al aristócrata, aventuras sin fin.
Hay quien lo compara con Canción de Hielo y fuego, pero no me entusiasma la serie y prefiero asegurar con Stevenson.

2 comentarios:

  1. ¡Buenas! Que bella forma de escribir. No conocía al autor ni a la obra, me anoto el nombre desde este preciso momento. He encontrado muy interesante su blog. Hace una semana inicié uno como excusa para escribir un poco. Si gusta dese una vuelta.

    https://tintaypulso.blogspot.com.ar/

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