Una pequeña bagatela, una de esas obritas en la cual es mejor no subrayar demasiado porque hay mucha materia susceptible de la máxima intrusión. Aquí y allá múltiples fragmentos que aluden a las materias más diversas, pues la historia en sí es muy corta, y pudiera decirse que valen más las digresiones, que adoptan títulos como los siguientes: Una digresión en elogio de las digresiones, Una digresión concerniente al origen, uso y perfeccionamiento de la locura de una nación o Una digresión referente a los críticos. Capítulo aparte merece La batalla librada entre los libros antiguos y modernos.
Críticos
literarios hay que dicen que la presente supera con mucho Los viajes de
Gulliver pero que su dificultad la ha postergado. Desde mi humilde púlpito debo
decir que he encontrado más dificultades en la larga introducción de la
presente edición que en la propia historia. Podría haberme saltado, para ir al
grano, las más de 60 páginas relativas a prólogos, apologías y prefacios.

El
mismo Swift trata de justificar tanto cinismo:
Si
la naturaleza bondadosa y la perversa actuasen igualmente sobre la humanidad,
hubiera yo podido ahorrarme la desazón de esta apología;…
¿Qué
si soporta el paso del tiempo? Cada cual dirá. A mi modo de ver los siglos que
median entre Swift y nosotros se difuminan como un puñado de sal en un pantano.
Fijaos aquí, que se compara a los escritores modernos con los antiguos… y se
termina en una digresión sobre la sabiduría:
Pero
el mayor golpe asestado a esa recepción general que los escritos de nuestra
sociedad recibieron anteriormente (junto con el carácter transitorio de todas
las cosas sublunares) ha sido una vena de superficialidad por parte de muchos
lectores de la época actual, que no desean de ningún modo ser persuadidos a
echar una mirada más allá de la superficie y la piel de las cosas; siendo así
que la sabiduría es un zorro al que, después de larga cacería, os costará
esfuerzos hacer salir por fin; es un queso que, cuanto más sabroso, tiene la
corteza más gruesa, más fea y más basta, y por tanto, para un paladar sensato,
los gusanos son lo mejor; es leche cuajada con especies y vino, a la que
encontramos más gustosa cuando vamos llegando al fondo. La sabiduría es una
gallina cuyo cacaero debemos valorar y tener en cuenta, pues viene acompañado
por un huevo; pero, por último es una nuez que, a menos que la elijáis con
sensatez, puede costaros un diente y no pagaros más que con un gusano.
El
fanatismo religioso o la estupidez más visceral se asemejan a la de hoy: nos
rasgamos las vestiduras por el maltrato al toro de lidia mientras nos la
refanfinfla que mueran millones en Siria o Irak:
Un
hombre puede reírse de la locura papista de enviar a los hombres al infierno, e
imaginarlos renegando, sin incurrir en ningún crimen; pero las palabras
impúdicas o las opiniones peligrosas, aunque están impresas a medias, llenan la
mente del lector de malas ideas, y de eso se puede acusar al autor.
Swift
escribe, si no me equivoco, después de la Revolución Gloriosa. Ha comenzado la
Restauración y la peculiar democracia inglesa. Estamos a las puertas de la
Revolución Industrial. Probablemente la mayoría de nosotros, ahora, nos
situaríamos al lado de los liberales. Sin embargo Swift se alinea al lado de
los conservadores (asunto que me chiva la Wikipedia y que no se trasluce para
nada del texto). No nos dejemos llevar por simplismos y leamos. En realidad no
seremos capaces de ver más allá de lo que nos dicta la crítica. Swift ataca,
ante todo, el fanatismo. Cierto que Swift critica pero no ofrece, como los
moralistas, el camino a seguir. Swift es un escéptico absoluto. No pretende
persuadirnos para seguir un camino sino apartarnos de otros, o cuando menos
dejar testimonio.
Tres
hermanos reciben en herencia una capa (la práctica de la cristiandad), y
conservan el testamento de su padre para guiarse (La Biblia). A pesar de que
dicho testamento recalca que no deben hacer ningún cambio en las capas, lo
harán a la mayor brevedad. Pedro, el Hermano mayor, quiso ser el único
heredero, y de manera elegante Swift ridiculiza de su mano la invención de las
penitencias, las indulgencias, las reliquias o la conversión en sangre y cuerpo
de Cristo del pan y el vino. No serán menores las sátiras dirigidas a Martín
(Lutero) o Juan (Calvino).
Y
como en las disputas escolásticas nada sirve para despertar la animosidad del
oponente, tanto como una especie de pedante y afectada calma, siendo los que
discuten en su mayoría como platillos distintos de una balanza, en los que la
gravedad de un lado aventaja a la ligereza del otro y le obliga a subir violentamente
y golpear en el astil, así sucedió aquí, que el peso de los argumentos de
Martín exaltó la liviandad de Juan y le hizo montar en cólera y rechazar
violentamente la moderación de su hermano.
La
historia se deja leer, mejor todavía si dejas a un lado las notas al pie, pero las
digresiones que separan la historia en varias partes son oro puro. Las
digresiones son, quizás, el plato principal.
Aquí
se habla de los críticos:
La
razón por la cual aquellos antiguos escritores trataban este tema sólo mediante
símbolos y alegorías era porque no se atrevían a atacar directamente a un
partido tan potente y tan temible como el constituido por los críticos; cuya
misma voz era tan espantosa que una legión de autores temblaría y dejaría caer
sus plumas ante ese sonido; pues ya Herodoto nos dice expresamente en otro
lugar cómo una gran armada de escitas fue puesta en fuga, aterrorizada por el
rebuzno de un ASNO.
La
forma más perfecta de utilizar los libros en el presente es doble. La primera
consiste en servirse de ellos como algunos hombres hacen con los grandes
señores: aprender sus títulos de memoria y jactarse entonces de conocerlos. O,
en segundo lugar, el método que en realidad es más excelente, profundo y refinado,
echar una mirada al índice, que es quien gobierna y dirige el libro entero,
como la cola a los peces. Pues, para entrar por la puerta grande en el palacio
de la sabiduría, se requiere un gasto de tiempo y trabajos; por tanto, los
hombres que tienen mucha prisa y pocas ceremonias se contentan con entrar por
la puerta de atrás. Pues las artes llevan todas una marcha muy ligera y por
tanto se las conquista más fácilmente atacándolas por detrás.
Menciono
esto porque estoy maravillosamente bien informado del gusto actual de nuestros
corteses lectores; y a menudo he observado con singular placer que una mosca a
la que se extrae de un tarro de miel, inmediatamente se lanza y termina su
comida con muy buen apetito sobre un excremento.
Acullá
se mete a todos los hombres en el mismo saco con excepcional maestría:

A
un ojo atento, no me cabe duda que la lectura servirá de aprovechamiento.
Pues,
para decir toda la verdad, es un error fatal ordenar tan mal los asuntos
propios que se pase por loco en una compañía cuando en otra se puede pasar por
filósofo.
Éste
es el punto sublime y refinado de la felicidad, llamada capacidad de ser bien
engañado. La serena y tranquila situación de un loco rodeado de bribones.
No leí este libro pero sí leí (y releí) Los viajes de Gulliver. Más sátira británica (bueno, en este caso irlandesa) propia de una época en la que el género satírico no era tan común como ahora y además era más elegante, sin duda. Hoy en día cualquier blogero o columnista satiriza con supuesto humor e inteligencia, aunque lo que abunda es la agresividad gratuita, más bien. O sea, el "rebuzno" de los críticos, que ya no asusta tanto como ruido inesperado, porque hay toda una orquesta de rebuznos.
ResponderEliminarBuena entrada.
No había reflexionado sobre ello. La verdad que hoy se critica mucho y la sátira parece que se ha asentado en el terreno difuso del "humor".
EliminarTarde o temprano releeré "Los viajes de Gulliver", aunque también te digo que tendré a mano el presente volumen, que conservaré como oro en paño, y no todos los libros que leo tengo el afán de conservarlos.
Abrazo.
Greetings from Indonesia
ResponderEliminarSaludos y gracias por la visita
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarExcelente publication!
ResponderEliminarGracias
Gracias a ti, Marina, por pasarte.
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