lunes, 15 de abril de 2019

Cómo se hace una novela (1927), de Miguel de Unamuno






Pero es que hacer comentarios es hacer historia. Como escribir contando cómo se hace una novela es hacerla. ¿Es más que una novela la vida de cada uno de nosotros? ¿Hay novela que sea más novelesca que una auto-biografía?

Dentro de la carne está el hueso y dentro del hueso el tuétano; pero la novela humana no tiene tuétano, carece de argumento. Todo son las cajitas, los ensueños. Y lo verdaderamente novelesco es cómo se hace una novela.

Porque había imaginado, hace ya unos meses, hacer una novela en la que quería poner la más íntima experiencia de mi destierro, crearme, eternizarme bajo los rasgos de desterrado y de proscrito, Y ahora pienso que la mejor manera de hacer esa novela es contar cómo hay que hacerla. Es la novela de la novela, la creación de la creación. O Dios de Dios, Deus de Deo.

No os engañe el título. No se trata de un manual, ni tan siquiera un desordenado ideario sobre la construcción de una novela. No, quizás es tan solo un diario del destierro en Bayona. A saber. Al tiempo que el autor reflexiona sobre su situación personal y la de su familia, también lo hace sobre la situación política de España, con un tono más pesimista que esperanzado, el propio del humanista. También incluye reflexiones filosóficas acerca del tiempo y la eternidad, lo más destacable en mi lectura.

¿Y qué hay sobre la construcción de una novela? Difícil rescatar sino fragmentos. Cierto que nada cambia.

Pero para los escritores ―y lo triste es que ya apenas leen sino los mismos que escriben―, para los escritores un libro no es más que un escrito, no es una cosa sagrada, viviente, revividora, eternizadora, como lo son la Biblia, el Corán, los discursos de buda, y nuestro libro, el de España, el Quijote.

…sino el miserable escándalo de las cominerías de los cotarros literarios, de esos mezquinos y menguados cotarros de los hombres de letras que ni saben comerse un libro ―no pasan de leerlo― ni saben amasar con su sangre y su carne un libro que se coma, sino escribirlo con tinta y pluma.

También hay crítica literaria. La vena humanística de Unamuno en perpetua búsqueda de una verdad, un ideario a corazón abierto. Sirva como muestra este fragmento que muchos discutirán, crítica literaria pura a mi manera de ver, valiente, en este caso un ataque a Góngora, que yo comparto pero que tú no tienes que compartir, y que sirve como vía para la reflexión, ya que no es otra la pretensión de este blog.

[Y ahora, en el número de La Gaceta Literaria, en que los jóvenes culteranos de España rinden un homenaje a Góngora y que acabo de recibir y leer, uno de esos jóvenes, Benjamín Jarnés, en un articulito que se titula culteranamente «Oro trillado y néctar exprimido», nos dice que «Góngora no apela al fuego fatuo de la azulada fantasía, ni a la llama oscilante de la pasión, sino a la perenne luz de la tranquila inteligencia.» ¿Y a esto le llaman poesía esos intelectuales? ¿Poesía sin fuego de fantasía ni llama de pasión? ¡Pues que se alimenten de pan hecho con ese oro trillado! Y luego añade que Góngora, no tanto se propuso repetir un cuento bello cuanto inventar un bello idioma. Pero ¿es que hay idioma sin cuento ni belleza de idioma sin belleza de cuento?
Todo ese homenaje a Góngora, por las circunstancias en que se ha rendido, por el estado actual de mi pobre patria, me parece un tácito homenaje de servidumbre a la tiranía, un acto servil y en algunos, no en todos, ¡claro!, un acto de pordiosería. Y toda esa poesía que celebran, no es más que mentira. ¡Mentira, mentira, mentira…! El mismo Góngora era un mentiroso. Oíd cómo empieza sus Soledades el que dijo que «la erudición engaña.» Así:

Era del año la estación florida
En que el mentido robador de Europa…

¡El mentido! ¿El mentido? ¿Por qué se creía obligado a decirnos que el robo de Europa por Júpiter convertido en toro es una mentira? ¿Por qué el erudito culterano  se creía obligado a darnos a entender que eran mentiras sus ficciones? Mentiras y no ficciones. Y es que él, el artista culterano que era clérigo, sacerdote de la Iglesia Católica Apostólica Romana, ¿creía en el Cristo a quien rendía culto público? ¿Es que al consagrar en la sagrada misa no ejercía de culterano también? Me quedo con la fantasía y la pasión de Dante.]

Ni mucho menos recomiendo esta lectura. A mí me ha valido para picarme y recuperar al encomiable humanista que apenas recuerdo del Bachillerato o la Universidad.
Termino la lectura un tanto despistado. Se trata de una corta bagatela que lo mismo me aburrió que me llenó de asombro. Diríase que de nada sirve, y sin embargo he entresacado multitud de fragmentos.

Y allá, en mi España, mis amigos y mis enemigos decían que no soy un político, que no tengo temperamento de tal, y menos todavía de revolucionario, que debería consagrarme a escribir poemas y novelas y dejarme de políticas. ¡Como si hacer política fuese otra cosa que escribir poemas y como si escribir poemas no fuese otra manera de hacer política!

Como esto que escribo, lector, es una novela verdadera, un poema verdadero, una creación, y consiste en decirte cómo se hace y no cómo se cuenta una novela, una vida histórica, no tengo por qué satisfacer tu interés folletinesco y frívolo. Todo lector que leyendo una novela se preocupa de saber cómo acabarán los personajes de ella sin preocuparse de saber cómo acabará él, no merece que se satisfaga su curiosidad.

Lo acabado, lo perfecto, es la muerte y la vida no puede morirse. El lector que busque novelas acabadas no merece ser mi lector; él está ya acabado antes de haberme leído.

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