lunes, 24 de junio de 2019

La Biblia (2) – Antiguo Testamento, Pentateuco: Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.




Unas simples notas como recuerdo de la lectura.

El pueblo de Israel, tras cuatrocientos años de vida en Egipto, resulta peligroso para la estabilidad del propio país del Nilo. Entra en escena la novelesca figura de Moisés, personaje nuclear de la Biblia que da forma a la alianza que Dios pactó antes con Abraham. En general el Éxodo es un libro de guerra y aventuras, con tintes épicos. Se lucha con el faraón y se entrevén los peligros antes de llegar a la tierra prometida, pero el enemigo del pueblo judío está siempre en el interior, en la idolatría y en la no adoración de su único Dios, Yahvé.

Pero el pueblo, sediento, murmuraba contra Moisés y decía: “ Por qué nos hiciste salir de Egipto, para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?”
Moisés clamó a Yahvé diciendo: “¿Qué voy a hacer yo con este pueblo? Poco más y me apedrean”.
Éxodo 17, 3-4

Ahora, si oís mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra.
Pero vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. Tales son las palabras que has de decir a los hijos de Israel.
Éxodo 19, 5-6

Reconozco que he podido sacar provecho del Levítico gracias a la edición escogida, Biblioteca de Autores Cristianos, de Miñón, S.A. Cientos de pinturas, mapas y todo tipo de reproducciones me han permitido interpretar las normas que Dios dicta a su pueblo y que constituyen la religión judía. No me cabe duda de que hubiera pasado por alto esta parte si mi edición hubiera carecido de dichas explicaciones y entretenimientos gráficos.

El libro de los Números narra la travesía de cuarenta años por el desierto (que bien pudieron ser en la realidad 40 días) del pueblo de Israel. Se trata de una historia extraña y peculiar, de paradas y rodeos inexplicables. No soy capaz de interpretar si se trata de un castigo de Dios o de una purificación a través del sufrimiento, del hambre y la sed. Digamos que Dios ha elegido a un pueblo pero se da el gusto de ponerlo constantemente a prueba, sin dudar en castigarlo con sanguinaria violencia al mínimo signo de desobediencia. El caso que resulta lógica la rebeldía y el deseo de desentenderse de Dios, que los sacó de las fértiles tierras de Egipto para someterlos a una vida de torturas y padecimientos. La misericordia de Dios es colérica y soberbia. Cambiemos a Dios por un líder humano y nos da como resultado una postura perfectamente maquiavélica.

Yahvé habló a Moisés y Arón, diciendo:
“¿Hasta cuándo voy a estar oyendo lo que contra mi murmura esta turba depravada, las quejas contra mí de los hijos de Israel?
Diles, pues: Por mi vida, palabra de Yahvé, que lo que a mis oídos habéis susurrado, eso haré yo con vosotros;
en este desierto yacerán vuestros cadáveres. De todos vosotros, los que en vuestro censo fuisteis contados de veinte años arriba, que habéis murmurado contra mí, ninguno entrará en la tierra que con juramento os prometí por habitación…
…Vuestros hijos errarán por el desierto cuarenta años, llevando sobre sí vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos se consuman en el desierto.
Tantos como fueron los días de la exploración de la tierra, cuarenta, tantos serán los años que llevaréis sobre vosotros, vuestras rebeldías: cuarenta años, año por día; y experimentaréis así mi aversión por vosotros.
Yo, Yahvé, yo lo he dicho. Eso haré con esta perversa muchedumbre que se ha confabulado contra mí. En este desierto se consumirán; en él morirán”.
Números 14, 26-34

Entiendo que los líderes del pueblo de Israel respondieran a las penalidades de la única manera posible, con una férrea disciplina.
Los mapas de mi edición son tan fabulosos que la travesía por el desierto me ha despertado gran curiosidad. Son tantos los detalles y tantas las coincidencias que no nos queda otro remedio que imaginar que dicha travesía tuvo que tener algo de real. Quizás fueran 40 días y no 40 años, pero el caso que el pueblo de Israel pasó un tiempo indeterminado vagando de aquí para allá, acosado por la hostilidad de sus vecinos.

En cuanto al Deuteronomio, guarda muchas semejanzas con el Levítico. Los sacerdotes, los levitas, tratan de inculcar al pueblo de Israel una serie de preceptos, que no son otros que los propios de los judíos, que conservan en gran medida hasta el día de hoy. Digamos que solamente a través de la estricta observancia de dichos preceptos se logra la gracia divina.

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