martes, 5 de febrero de 2019

Martin Eden (1909), Jack London.




Me inicié en la lectura de forma natural, sin orden ni guía, sin precedentes familiares, acudiendo libremente a la biblioteca. Leía de forma desordenada cuentos, cómic, aventura, enciclopedias… No tuve la suerte de toparme con London y lo he hecho ahora, en la edad adulta. Habrá quien piense que se trata de literatura juvenil, pero mi casual estreno con London ha sido una muy agradable sorpresa. Reconozco que cuando me topé con mi vetusto ejemplar (Edaf bolsillo, 1974) estuve a punto de deshacerme de él por carencias de espacio, no sin antes echarle un ojo a la sinopsis. Ni qué decir que la trama me llamó la atención y le concedí una oportunidad.
La novela muestra sus debilidades y fortalezas desde un primer instante. La prosa es descuidada y precipitada, es todo contenido. Tampoco los personajes están muy trabajados, unos entran y otros salen, la mayoría carecen de profundidad o verosimilitud. A mi manera de ver incluso los protagonistas cojean. Son cosas mías, pero a mí me parece poco creíble que un personaje pueda ser poderoso físicamente (no hay persona más valiente y audaz que Martin Eden en kilómetros a la redonda) al mismo tiempo que simpático y extrovertido (tanto chicos como chicas, todos buscan su compañía), y al mismo tiempo inteligente (es espabilado, pero termina siendo una de las mentes más brillantes del país), que puede ser porque la naturaleza no conoce de justicia. Hasta aquí de acuerdo, cualquier cosa puede suceder. Sin embargo, ¿vosotros creéis posible que un individuo tan excelsamente dotado no sea capaz de agarrar la vida por el pescuezo y en cambio lo sacrifique todo, el apetito incluido, a cambio de un desarrollo intelectual en solitario y una quimera como la escritura?
Este es, a grandes rasgos, el argumento. San Francisco, un marinero pobre que se enamora de una chica de clase media alta y como vía para alcanzar su amor se esfuerza por adquirir conocimientos y sabiduría. Estamos en los primeros años del siglo XX, en un país que vive una explosión económica sin precedentes, en las antípodas de la Rusia todavía zarista. Lo curioso que nuestro querido Martin Eden llega al convencimiento de que su vocación es la escritura y que con esfuerzo y sacrificio va a conseguir ganarse la vida como escritor. No es más que un sueño, y así lo ven todas las personas que le rodean, que terminan por despreciarlo, su idealizado amor incluido. En la última parte de la novela, las sorpresivas reacciones de los unos y los otros cuando Martin Eden triunfa no tienen desperdicio. También es digna de atención su encarnizada brega con las editoriales.

Germinada la idea, se posesionó por entero de él, y el viaje de regreso a San Francisco fue como un sueño. Estaba ebrio de una potencia insospechada, y sentíase capaz de cualquier hazaña. Cobraba sentido cabal la perspectiva de su empresa en medio del mar inmenso y solitario. Claramente, y por primera vez, vio el mundo en que Ruth se movía. Violo en su mente en forma concreta y que podía cogerlo con las dos manos, darle vueltas y examinarlo. Encontraba zonas oscuras y nebulosas en él, pero veía su conjunto, no en detalles inconexos, y vio, también, el camino por donde abordarlo y dominarlo. ¡Escribir!

―Hablaba en sentido figurado. Busco hacer lo que otros hombres han hecho antes que yo…, escribir, y vivir de mis escritos.

La novela no es corta. Docenas de personajes entran y salen. La descripción del período resulta interesante. Se trata de un relato dinámico y exuberante. London no deja lugar para el aburrimiento, se esfuerza en llevarnos de la mano y nos ofrece continuamente giros y acción para que no le abandonemos. Combate los altibajos de forma magistral, de manera que cuando nos estamos aburriendo da un giro para llevarnos de nuevo en volandas, como golpe de viento en un velero. Curiosamente, y al contrario de lo que me suele suceder, la novela me ha atrapado con mucha más fuerza en la segunda mitad que en la primera.
No me cabe duda de que London es consciente de las carencias de su trabajo, pero también que le da prioridad a abarcar un espectro de lectores lo más elevado posible (¡y demonios si lo consigue!, porque London fue un escritor de enorme éxito). Hubo momentos incluso en los que creí ver un algo así como la “búsqueda del amor verdadero” de las películas animadas de Disney, pero ¿acaso no hizo concesiones al gran público el mismísimo Cervantes con esos casuales y maravillosos encuentros que sucedían en cada posada?
Las carencias de London se ven eclipsadas por la llamada a la reflexión. Decenas de líneas temáticas se abren al lector atento (la moral burguesa, el trabajo agotador de los comienzos de la industrialización, la educación, el comunismo y la democracia…) La mezcla de reflexión y entretenimiento es digna de alabanza. Parece ser que hay que tener en cuenta el material autobiográfico, lo cual tiene su lógica y, probablemente, la culpa de la tremenda fuerza que alcanza la novela. Supongamos que Martin Eden es Jack London, un hombre hecho a sí mismo a costa de grandes sacrificios. El camino para alcanzar el éxito está sembrado de trampas, y una vez alcanzado puede resultar insulso o insatisfactorio. Hoy en día somos muchos los que pretendemos escribir, y todos chocamos con la opacidad de unas editoriales que anteponen el negocio a la calidad literaria. Obviamente el mundo editorial del siglo XXI poco o nada tiene que ver con el de hace unos 120 años, lo cual no es óbice para la reflexión.

Llegó a accesos de desvaríos, y a dudar de la propia existencia de los editores. Aún no había visto uno de carne y hueso, y, a juzgar por la ausencia de todo discernimiento al rechazar sus escritos, los editores habían de ser mitos, forjados y mantenidos por mensajeros, cajistas y tipógrafos.

Y, no obstante, día va y viene, leía muchas en diarios y semanarios ―decenas y decenas de ellas― ninguna de las cuales resistía la comparación con cualquiera de las suyas. En su desaliento, llegó a la conclusión de que carecía de sentido crítico, que estaba cegado por lo que escribía, y que era un presuntuoso y un fatuo.

¿De qué me vale a mí una novela construida de manera impecable si no me lleva a la reflexión? Recuerdo ahora la lectura de El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. Me pareció una novela que poseía un armazón interno ejemplar pero que en ningún momento me alcanzó la fibra sensible. Quizás lo logre con otros lectores, o conmigo en diferente ocasión. En cambio Martin Eden, sin artificio literario y llena de defectos como está, y permanecerá siempre conmigo.
¿Qué es la calidad literaria?
Como broche final, unos fragmentos que invitan a una lectura libre, confiada y sin academicismos.

Su juicio de que los argumentos de su novio eran erróneos se basaba ―inconscientemente por cierto― en el cotejo a que los sometía con lo exterior de las cosas. Ellos, los profesores, estaban acertados en sus juicios literarios, porque les sonreía el éxito. La evaluación literaria de Martin, por tanto, era errónea, porque no hallaba quién le adquiriese la mercancía.

Pero yo soy yo, y no estoy dispuesto a subordinar mi gusto al juicio unánime de la humanidad. Si una cosa no me gusta, no me gusta, no hay más; y no hay motivo sobre la faz de la tierra que me haga profesar una predilección sólo porque gusta a la mayoría de mis semejantes… o hacen como que les gusta. No puedo seguir la moda en cuestiones que me agradan o me desagradan.

4 comentarios:

  1. Martin Eden es literatura viva, inmediata, directa, en estado puro.

    Me encanta esta novela y todo London. Llevas razón. Para escribir, lo primero es tener algo que decir.

    Lástima que no la hayas leído en la magnífica traducción que Marta Salís hizo para Alba, y de cuyo alumbramiento -el de la traducción, no el de Marta- tengo alguna pequeña, puntual responsabilidad.

    Un saludo.

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    1. London ha sido una sorpresa magnífica. Me divertiré ahora con alguna de sus novelas más conocidas.

      A la hora de reseñar trato de ser valiente, lo cual significa opinar abiertamente. Por ende no siempre seré del gusto de todos los lectores.

      Fíjate que nunca he tenido acceso a ediciones ricamente trabajadas, por lo general me llegan libros ya usados y muchas veces las ediciones son antiguas. Dicen que una traducción es buena si no se hace notar. En esta ocasión la noté a veces, aunque también tenía su lógica porque se trataba de fragmentos en los cuales el protagonista trataba de mejorar su inglés.

      Saludos

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  2. "Hoy en día somos muchos los que pretendemos escribir, y todos chocamos con la opacidad de unas editoriales que anteponen el negocio a la calidad literaria" No lo podría haber expresado mejor.
    Me encanta el blog, y has hecho que me pique la curiosidad con Martin Eden y lo voy a leer.

    Un saludo.

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    1. Ojalá que no te decepcione. Es una lectura dinámica y hay que guardar fuerzas para el interesante último tercio.
      Saludos!

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