Me
inicié en la lectura de forma natural, sin orden ni guía, sin precedentes
familiares, acudiendo libremente a la biblioteca. Leía de forma desordenada
cuentos, cómic, aventura, enciclopedias… No tuve la suerte de toparme con
London y lo he hecho ahora, en la edad adulta. Habrá quien piense que se trata
de literatura juvenil, pero mi casual estreno con London ha sido una muy agradable
sorpresa. Reconozco que cuando me topé con mi vetusto ejemplar (Edaf bolsillo,
1974) estuve a punto de deshacerme de él por carencias de espacio, no sin antes
echarle un ojo a la sinopsis. Ni qué decir que la trama me llamó la atención y
le concedí una oportunidad.
La
novela muestra sus debilidades y fortalezas desde un primer instante. La prosa
es descuidada y precipitada, es todo contenido. Tampoco los personajes están
muy trabajados, unos entran y otros salen, la mayoría carecen de profundidad o
verosimilitud. A mi manera de ver incluso los protagonistas cojean. Son cosas
mías, pero a mí me parece poco creíble que un personaje pueda ser poderoso
físicamente (no hay persona más valiente y audaz que Martin Eden en kilómetros
a la redonda) al mismo tiempo que simpático y extrovertido (tanto chicos como
chicas, todos buscan su compañía), y al mismo tiempo inteligente (es
espabilado, pero termina siendo una de las mentes más brillantes del país), que
puede ser porque la naturaleza no conoce de justicia. Hasta aquí de acuerdo,
cualquier cosa puede suceder. Sin embargo, ¿vosotros creéis posible que un
individuo tan excelsamente dotado no sea capaz de agarrar la vida por el
pescuezo y en cambio lo sacrifique todo, el apetito incluido, a cambio de un
desarrollo intelectual en solitario y una quimera como la escritura?
Este
es, a grandes rasgos, el argumento. San Francisco, un marinero pobre que se
enamora de una chica de clase media alta y como vía para alcanzar su amor se
esfuerza por adquirir conocimientos y sabiduría. Estamos en los primeros años
del siglo XX, en un país que vive una explosión económica sin precedentes, en
las antípodas de la Rusia todavía zarista. Lo curioso que nuestro querido
Martin Eden llega al convencimiento de que su vocación es la escritura y que
con esfuerzo y sacrificio va a conseguir ganarse la vida como escritor. No es
más que un sueño, y así lo ven todas las personas que le rodean, que terminan
por despreciarlo, su idealizado amor incluido. En la última parte de la novela,
las sorpresivas reacciones de los unos y los otros cuando Martin Eden triunfa no
tienen desperdicio. También es digna de atención su encarnizada brega con las
editoriales.
Germinada
la idea, se posesionó por entero de él, y el viaje de regreso a San Francisco
fue como un sueño. Estaba ebrio de una potencia insospechada, y sentíase capaz
de cualquier hazaña. Cobraba sentido cabal la perspectiva de su empresa en
medio del mar inmenso y solitario. Claramente, y por primera vez, vio el mundo
en que Ruth se movía. Violo en su mente en forma concreta y que podía cogerlo
con las dos manos, darle vueltas y examinarlo. Encontraba zonas oscuras y
nebulosas en él, pero veía su conjunto, no en detalles inconexos, y vio,
también, el camino por donde abordarlo y dominarlo. ¡Escribir!
―Hablaba
en sentido figurado. Busco hacer lo que otros hombres han hecho antes que yo…,
escribir, y vivir de mis escritos.
La
novela no es corta. Docenas de personajes entran y salen. La descripción del
período resulta interesante. Se trata de un relato dinámico y exuberante.
London no deja lugar para el aburrimiento, se esfuerza en llevarnos de la mano
y nos ofrece continuamente giros y acción para que no le abandonemos. Combate
los altibajos de forma magistral, de manera que cuando nos estamos aburriendo
da un giro para llevarnos de nuevo en volandas, como golpe de viento en un
velero. Curiosamente, y al contrario de lo que me suele suceder, la novela me
ha atrapado con mucha más fuerza en la segunda mitad que en la primera.
No
me cabe duda de que London es consciente de las carencias de su trabajo, pero
también que le da prioridad a abarcar un espectro de lectores lo más elevado
posible (¡y demonios si lo consigue!, porque London fue un escritor de enorme
éxito). Hubo momentos incluso en los que creí ver un algo así como la “búsqueda
del amor verdadero” de las películas animadas de Disney, pero ¿acaso no hizo
concesiones al gran público el mismísimo Cervantes con esos casuales y
maravillosos encuentros que sucedían en cada posada?
Las
carencias de London se ven eclipsadas por la llamada a la reflexión. Decenas de
líneas temáticas se abren al lector atento (la moral burguesa, el trabajo
agotador de los comienzos de la industrialización, la educación, el comunismo y
la democracia…) La mezcla de reflexión y entretenimiento es digna de alabanza. Parece
ser que hay que tener en cuenta el material autobiográfico, lo cual tiene su
lógica y, probablemente, la culpa de la tremenda fuerza que alcanza la novela.
Supongamos que Martin Eden es Jack London, un hombre hecho a sí mismo a costa
de grandes sacrificios. El camino para alcanzar el éxito está sembrado de
trampas, y una vez alcanzado puede resultar insulso o insatisfactorio. Hoy en
día somos muchos los que pretendemos escribir, y todos chocamos con la opacidad
de unas editoriales que anteponen el negocio a la calidad literaria. Obviamente
el mundo editorial del siglo XXI poco o nada tiene que ver con el de hace unos
120 años, lo cual no es óbice para la reflexión.
Llegó
a accesos de desvaríos, y a dudar de la propia existencia de los editores. Aún
no había visto uno de carne y hueso, y, a juzgar por la ausencia de todo
discernimiento al rechazar sus escritos, los editores habían de ser mitos,
forjados y mantenidos por mensajeros, cajistas y tipógrafos.
Y,
no obstante, día va y viene, leía muchas en diarios y semanarios ―decenas
y decenas de ellas― ninguna de las cuales resistía la comparación con
cualquiera de las suyas. En su desaliento, llegó a la conclusión de que carecía
de sentido crítico, que estaba cegado por lo que escribía, y que era un
presuntuoso y un fatuo.
¿De
qué me vale a mí una novela construida de manera impecable si no me lleva a la
reflexión? Recuerdo ahora la lectura de El amor en los tiempos del cólera, de
Gabriel García Márquez. Me pareció una novela que poseía un armazón interno
ejemplar pero que en ningún momento me alcanzó la fibra sensible. Quizás lo
logre con otros lectores, o conmigo en diferente ocasión. En cambio Martin Eden,
sin artificio literario y llena de defectos como está, y permanecerá siempre
conmigo.
¿Qué
es la calidad literaria?
Como
broche final, unos fragmentos que invitan a una lectura libre, confiada y sin
academicismos.
Su
juicio de que los argumentos de su novio eran erróneos se basaba ―inconscientemente
por cierto― en el cotejo a que los sometía con lo exterior de las cosas. Ellos,
los profesores, estaban acertados en sus juicios literarios, porque les sonreía
el éxito. La evaluación literaria de Martin, por tanto, era errónea, porque no
hallaba quién le adquiriese la mercancía.
Pero
yo soy yo, y no estoy dispuesto a subordinar mi gusto al juicio unánime de la
humanidad. Si una cosa no me gusta, no me gusta, no hay más; y no hay motivo
sobre la faz de la tierra que me haga profesar una predilección sólo porque
gusta a la mayoría de mis semejantes… o hacen como que les gusta. No puedo
seguir la moda en cuestiones que me agradan o me desagradan.
Martin Eden es literatura viva, inmediata, directa, en estado puro.
ResponderEliminarMe encanta esta novela y todo London. Llevas razón. Para escribir, lo primero es tener algo que decir.
Lástima que no la hayas leído en la magnífica traducción que Marta Salís hizo para Alba, y de cuyo alumbramiento -el de la traducción, no el de Marta- tengo alguna pequeña, puntual responsabilidad.
Un saludo.
London ha sido una sorpresa magnífica. Me divertiré ahora con alguna de sus novelas más conocidas.
EliminarA la hora de reseñar trato de ser valiente, lo cual significa opinar abiertamente. Por ende no siempre seré del gusto de todos los lectores.
Fíjate que nunca he tenido acceso a ediciones ricamente trabajadas, por lo general me llegan libros ya usados y muchas veces las ediciones son antiguas. Dicen que una traducción es buena si no se hace notar. En esta ocasión la noté a veces, aunque también tenía su lógica porque se trataba de fragmentos en los cuales el protagonista trataba de mejorar su inglés.
Saludos
"Hoy en día somos muchos los que pretendemos escribir, y todos chocamos con la opacidad de unas editoriales que anteponen el negocio a la calidad literaria" No lo podría haber expresado mejor.
ResponderEliminarMe encanta el blog, y has hecho que me pique la curiosidad con Martin Eden y lo voy a leer.
Un saludo.
Ojalá que no te decepcione. Es una lectura dinámica y hay que guardar fuerzas para el interesante último tercio.
EliminarSaludos!