Es
esta la tercera novelita de Márai que cae en mis manos, la más reducida de las
tres, probablemente la que más me ha emocionado.
Comienza
con perlas como las que siguen:
Si
quiero ser sincera ―¿qué otro sentido podría tener el hecho de
escribir? ―
Lajos
nunca había sido cruel conmigo, si bien es verdad que tampoco había sido bueno,
bueno en el sentido que interpretan la bondad los libros escolares.
Aunque
la protagonista y narradora es femenina, Eszter, el verdadero protagonista y
objetivo de la historia es Lajos, omnipresente en las opiniones y diálogos de
todos los personajes.
¿Había
sido infame? Yo nunca lo había sentido así. Es verdad que mentía, que mentía
tal como sopla el viento, con la fuerza y la alegría de la naturaleza. Sabía
mentir de una manera totalmente convincente. A mí, por ejemplo…
Sabía
que todo lo que Lajos tocaba perdía su consistencia original; que se
descomponía y que cambiaba, como los metales nobles en el crisol de los magos
de antaño… Sabía que Lajos era capaz de volver falsas incluso a las personas,
no solamente las piedras o los metales.
Márai
tiene un don para hacer que los personajes nos cuenten su pasado. Lo ejecuta a
la manera clásica, sin alardes técnicos, ¿para qué, si es un maestro? Además le
gustan los reencuentros de dos personajes que tuvieron una relación estrecha, y
en cierto modo exaltada, pero que llevan años sin verse.
Sándor
Márai maneja estos reencuentros con tanta maestría que genera intriga. Es capaz
de ponernos en situación perfectamente, con muy pocas palabras, al tiempo que
nos provoca en el ánimo la ansiedad por saber cómo se resolverá el asunto.
Comienza
la historia con la noticia del regreso de Lajos, un auténtico canalla que
permanece en la memoria de toda la familia y amigos de Eszter.
Todos
saben que Lajos es mentiroso, manipulador, un sinvergüenza, pero cuando se enfrentan
a él sucumben a su embrujo.
La
intriga está en qué querrá Lajos, cuáles serán sus taimadas intenciones para el
tan esperado reencuentro.
Lajos
es un personaje que difícilmente desaparecerá de la memoria del lector. Cierto
que se trata de un tipo común en la historia de la literatura, un hombre sin
principios ni moral, un genio de la mentira, un hombre ruin pero simpático, un
tipo del que todos conocemos algún que otro ejemplar. La virtud reside, repito,
en la maestría del escritor para exponerlo.
Cualquiera
de nosotros puede hacer una novela e introducir en ella a un personaje así, que
puede o no ser el protagonista, pero el logro de Sándor está en imbricarlo de
forma perfecta en la novela. Su personalidad nos es descrita a partir de lo que
todos los personajes que lo rodean piensan sobre él, y añadiremos a esto una
pizca de diálogo en la que él mismo se define.
Todos
sentían que Lajos controlaba por completo las emociones, gracias a la fuerza
hechicera de sus trucos de magia. Cada palabra que pronunciaban parecía ser
dictada por los papeles que él les designaba.
A
veces creo que no le importa siquiera el tener un techo encima de la cabeza.
Tiene algo de cazador o de pescador: por la mañana se sube a su caballo ―siempre
tuvo un automóvil, incluso en los tiempos difíciles, incluso cuando tenía que
conducir él mismo― y se va en medio del desierto o del bosque que es para él la
ciudad, monta guardia, olfatea, caza o pesca un billete de cien, lo trae a
casa, lo asa y nos da un bocado a cada uno; y mientras no se acabe la pieza, a
veces durante días o semanas enteras, no se preocupa de nada en absoluto…
¡Límites!
¡Límites interiores! Pero si la vida carece de límites. Compréndelo de una vez.
…Nunca he decidido mis acciones. Al fin y al cabo, uno sólo es responsable de
lo que decide, de lo que planea, de lo que quiere hacer. Uno es solamente
responsable de sus intenciones…
El
carácter implacable de Lajos abre un debate moral, sobre la bondad y la vileza,
sobre lo que está o no permitido hacer, sobre el predomino de los unos sobre
los otros, sobre la dictadura del carisma o el miedo a la soledad.
…El
sentido de la moral, ya lo sabes, no es un rasgo de carácter heredado, sino que
es algo que se adquiere. Uno nace sin moral alguna: la moral del hombre salvaje
y la moral del niño son diferentes de la moral de un juez de sesenta años que
trabaja en un tribunal de casación de Viena o de Amsterdam. Uno adquiere la
moral durante toda la vida, de la misma manera que adquiere modales o cultura.
Tú
eres un jugador de cartas muy especial. Alguien que juega, en vez de con
cartas, con pasiones y con seres humanos. Yo era una dama en tus juegos. Luego,
te levantaste de la mesa y te fuiste… ¿Por qué? Porque estabas aburrido. Te
fuiste porque estabas aburrido. Ésa es la verdad. Ésa es la horrible e inmoral
verdad. A una mujer se la puede apartar, tirar, como se tira una caja de
cerillas vacía, por pasión, porque es así la naturaleza del hombre, porque es
incapaz de mantenerse al lado de una mujer, o porque quiere lograr más, llegar
más alto, y utilizar para ello a todas y a todos. Todo esto lo puedo
comprender… Es infame, pero tiene algo de humano. Pero tirar a alguien sólo por
aburrimiento… Eso es peor que infame. Para eso no hay perdón, porque es
inhumano.
Una
vez más Sándor nos ofrece entretenimiento a la par que reflexión. Poco más de dos
horas de lectura, a mi modo de ver una obra maestra.
Esta es de las novelas del autor que he leído. Es cierto que es difícil olvidar a Lajos y es cierto que el autor es un maestro nato en el dibujo de personajes. Bien mediante la descripción del narrador, bien mediante las opiniones de los otros personajes o bien por lo que el propio personaje deja entrever de sí mismo, todos quedan perfectamente perfilados y con bastante profundidad.
ResponderEliminarUn beso.
Es una novelita muy corta y contundente, llena de emociones, entretenida y llena de reflexiones. No sé qué más se le puede pedir. Un escritor que merece estar en boca de todos.
ResponderEliminarBesos