jueves, 13 de marzo de 2025

Nada (1945), de Carmen Laforet.

 

 

Me llama la atención cómo se gestan los clásicos, antiguos o modernos. Se le puede seguir la pista al proceso, sin necesidad de llevar a cabo una labor de investigación. En el caso que nos ocupa es fácil. La novela ganó la primera convocatoria, en 1944, del Premio Nadal, editorial Destino. Supuso un gran éxito de público y crítica, que llevó a Carmen Laforet a la fama y que convirtió la novela directamente en un clásico literario.

Carmen no era persona de orígenes humildes. Su padre era arquitecto, su madre profesora de lengua, en la España de la época clase media muy alta, fuente de influencia probable para la obtención del premio. No nos engañemos, un premio que inicia su andadura, una persona jovencísima, para más inri, mujer, una arriesgada apuesta para editor y editorial, asunto para nada baladí.

Desde un primer momento, la novela ha pasado a ser considerada obra maestra de la narrativa española. Carmen alcanzó el estrellato, el libro tuvo su película, adaptaciones teatrales, múltiples reediciones.

Las alabanzas llegan a enlazar la novela con clásicos universales, con la novelística de Galdós o Baroja. Se describe la novela en innumerables ocasiones como una obra de valores universales que aborda el descubrimiento del mundo, de la primera juventud, fiel reflejo de la incertidumbre del momento.

La crítica también pone el acento en que es fiel reflejo de la sociedad resultante del franquismo, un prodigio de realismo social. También se habla de novela existencial, intimista. Por supuesto, se ensalza el uso de herramientas literarias como la metáfora, el símil, la comparación…

Por otro lado, la acción es mínima, la intriga psicológica escasa. Cierto que pudo destacar en el desolador panorama que presenta la literatura del período, no por la ausencia de grandes figuras españolas, sino porque se mueren en el exilio y su literatura no enriquece de forma directa la cultura española.

 

A mí, personalmente, la novela no solo no me ha entusiasmado, sino que además me ha parecido simple, de magro interés.

En favor de Carmen decirlo todo. Su juventud fue arrasada por la fama. Por un lado lo tuvo todo a favor, por otro una presión enorme. Si tuvo talento o no, esa no es la cuestión, el caso que no tuvo un apropiado terreno para su desarrollo. Huyó del mundillo literario, de la exposición pública, cae en una crisis de creación profunda.

Desde luego que Nada se va a seguir leyendo en abundancia. Puedo certificar que la gente compra la novela, pues he vendido personalmente docenas de ejemplares, especialmente entre el público femenino, el mayoritario. Ya antes de leerla los lectores dicen que es buenísima. Luego de leerla, o no, se mantienen en tal afirmación, en un alarde de astucia.

Hay mucho miedo a criticar un clásico, pero no debiera ser así. Hay que tener más prudencia al criticar a un escritor que recién comienza, o que es humilde, pues se le puede hacer mucho daño. A los clásicos, en cambio, incluso una crítica negativa les ayuda, todo lo que sea hablar de ellos los eleva. En todo caso, y como siempre digo, qué mejor homenaje se le puede hacer a cualquier escritor que leerlo con atención.

En todo caso, cuídense los docentes de obligar a su lectura, que hay mejores libros en pro de la incentivación. No cause preocupación una mala reseña; de Nada se seguirá hablando, y podremos leer abundantes estudios que escudriñan la vida y andanzas de Carmen Laforet, a la caza de nuevos significados y enigmas.

 

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