Dublineses
es un compendio de relatos del todo peculiar. Los primeros relatos tienen a
niños como protagonistas. Progresivamente los protagonistas avanzan en edad, de
manera que son jóvenes, luego adolescentes, luego hombres maduros, hasta el
último relato titulado afortunadamente Los muertos. Este último relato ha sido
llevado al cine por Jonh Huston, y de ahí su enorme resonancia.
Es
una estructura realmente curiosa. Hay protagonistas masculinos y femeninos, de
manera que Joyce consigue redondear el que, al parecer, es su objetivo,
retratar a su ciudad, o mejor dicho aún, retratar la vida paralítica de sus
paisanos por medio de pequeños relatos o “instantáneas”.
No
había duda de que las habladurías del asunto llegarían, ciertamente, a oídos de
su patrón. Dublín es una ciudad tan pequeña: todo el mundo está al tanto de lo
que le pasa a todo el mundo.
Los
relatos están llenos de descripciones cortas pero contundentes:
Una
casa deshabitada de dos plantas se erguía sobre un terreno cuadrado en el fondo
de saco, alejada de la vecindad. Las otras casas de la calle, conscientes de
las vidas tan presentables que alojaban, se miraban una a otra con
imperturbables rostros marrones.
También
hay descripciones quizás demasiado largas para la magnitud del relato, hasta el
punto que son auténticas digresiones.
Algunos
relatos nos dejarán patidifusos, y otros nos parecerán extremadamente
reveladores. En lo personal soy más de relatos largos; se supone que se puede
alcanzar una mayor profundidad psicológica, lo cual es, a mi modo de ver, lo
más importante de la novela. Sin embargo, debo decir que, pese a ser cortos,
Joyce consigue definir a muchos personajes a través de algunas de sus acciones
más inocuas.
Algunos
relatos me han llamado la atención por encima de otros:
Contrapartidas
(he comprobado que los títulos de los relatos cambian mucho según las
ediciones). Un trabajador de oficina, copista frustrado, no encuentra otro
alivio a sus penas que el alcohol. Recorre con su cuadrilla de amigos las
tabernas portándose civilizadamente hasta que llega a casa y se desahoga
golpeando a su hijo. Es un relato estremecedor.
Una
pequeña nube es un relato en apariencia insustancial, pero a mi modo de ver
presenta una tremenda perspicacia al presentarnos a un protagonista sin
carácter y derrotado.
El
mismo tipo humano aparece en Dos galanes. Destaco un fragmento.
Habló
con rudeza para desmentir su aire atildado, ya que su entrada había dado lugar
a una pausa en las conversaciones. Su rostro estaba caliente. Para parecer más
natural se echó la gorra hacia atrás y plantó los codos encima de la mesa.
De
Los muertos destaco dos fragmentos que parecen sendos arrebatos autobiográficos
de enjundia:
Los
libros que recibía para su crítica eran casi más bienvenidos que el miserable
cheque. Le gustaba el tacto de las cubiertas y hojear los libros recién
impresos. Casi todos los días, al terminar sus clases, solía vagabundear por
los muelles hacia las librerías de segunda mano, a Hickey’s en Bachelor’s Walk,
a Webb’s o a Massey’s Quay, o a O’Closhissey’s en la callejuela. No sabía cómo
responder al ataque. Le hubiera gustado decir que la literatura estaba por
encima de la política.
Una
vergonzosa conciencia de su propia persona se apoderó de él. Se vio a sí mismo
como una imagen ridícula, como el correveidile de sus tías, un sentimental
nervioso y bienpensante, un charlista adocenado y un idealista de sus propios
anhelos de payaso, el fatuo sujeto muy digno de piedad que había visto
reflejado en el espejo. Instintivamente volvió la espalda a la luz, por miedo a
que ella pudiera ver la vergüenza que ardía en su frente.
Los
relatos tienen todos un final abierto, como la vida misma. Quien piense que se
enfrenta a una lectura liviana como contraprestación a las exigencias del Ulises
se equivoca. No me cabe duda que Joyce maneja adecuadamente todos los
registros, en su tiempo gozó de prestigio y reconocimiento por su aportación a
las nuevas formas narrativas, pero le falta chispa argumental. No hay un hilo
conductor claro que nos empuje a leer, ya no digo compulsivamente sino cuando
menos a la necesidad de conocer los avatares de los personajes. Sin duda se me
ha hecho una lectura densa y pesada. No he encontrado grandes puntos de
contacto. En su momento es probable que aborde Finnegans Wake.
Justo me puse a leer el libro (lo tenía pendiente) sin conocer tu reseña, la vi ahora. La falta de hilo conductor que dices no me preocupa en principio. Aunque veremos, acabo de empezar...
ResponderEliminarY hablando de reseñas, leí Elvira y me gustó mucho. Hice una pequeña (y humilde) semblanza de tu libro en mi blog, por si quieres asomarte.
Un saludo.
Joyce no termina por convencerme. Ya digo que aún así seguiré leyéndole, pero a mí me hacen falta obsesiones que de alguna manera me "interesen"... Con Virginia Woolf me costó sobremanera pero el final terminó por convencerme, esa dinámica contradictoria entre locura y proporción me ató a ella. Joyce no me dice nada, todavía no...
EliminarY en cuanto a tu reseña.
Pocas palabras me quedan tras su lectura. Una conclusión: sí, es cierto que alguien puede entender tu novela mejor que tú mismo. Gracias, compañero, por una lectura tan atenta. No es fácil leer a un autor contemporáneo completamente desconocido sin caer en el prejuicio. Gracias mil, de verdad, por la lectura tan atenta que has llevado a cabo.
Un abrazo
Rubén.
Dejo aquí el enlace por si alguien quiere pasarse a leer la reseña.
http://paraguascongoteras.blogspot.com.es/2017/01/elvira-una-novela-de-ruben-angulo.html
De Virgina Woolf me gustó El cuarto de Jacob, y eso que es difícil de digerir esa manera suya de narrar de forma tangencial y a través del vacío. O quizá por eso, por la proporción que dices y que vivifica (o dinamiza) la árida bipolaridad que proyecta en lo que escribe.
ResponderEliminarPor la reseña no me des las gracias, es una muy buena novela, más rica y compleja de lo que parece por su brevedad y su sencillo (pero original) punto de partida. No es tan difícil sacarle la lectura a esa especie de Conde de Montecristo ambiguo que es tu personaje. Que ni acaba de ser víctima del todo, ni tiene coraje para la rebeldía (o la venganza). Así somos un poco todos los seres humanos, por cierto.
Y “completamente desconocidos” para los demás, también. Fuera y dentro de la literatura, no te creas... Al menos, en nuestra parte más profunda (y oscura, a ratos)
Otro abrazo.
Ey, buenas reseñas de magníficos libros. Joyce tiene muy buenos libros, y a mí sí me gusta este compendio de relatos, podrías probar con "el retrato del artista adolescente", a ver si te animas. Ey, también te invito a que visites mi blog http://lecturas277.blogspot.com.co/
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Grande tu blog, ahí te sigo.
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