martes, 10 de enero de 2017

Dublineses, de James Joyce (1914)




Dublineses es un compendio de relatos del todo peculiar. Los primeros relatos tienen a niños como protagonistas. Progresivamente los protagonistas avanzan en edad, de manera que son jóvenes, luego adolescentes, luego hombres maduros, hasta el último relato titulado afortunadamente Los muertos. Este último relato ha sido llevado al cine por Jonh Huston, y de ahí su enorme resonancia.
Es una estructura realmente curiosa. Hay protagonistas masculinos y femeninos, de manera que Joyce consigue redondear el que, al parecer, es su objetivo, retratar a su ciudad, o mejor dicho aún, retratar la vida paralítica de sus paisanos por medio de pequeños relatos o “instantáneas”.

No había duda de que las habladurías del asunto llegarían, ciertamente, a oídos de su patrón. Dublín es una ciudad tan pequeña: todo el mundo está al tanto de lo que le pasa a todo el mundo.

Los relatos están llenos de descripciones cortas pero contundentes:

Una casa deshabitada de dos plantas se erguía sobre un terreno cuadrado en el fondo de saco, alejada de la vecindad. Las otras casas de la calle, conscientes de las vidas tan presentables que alojaban, se miraban una a otra con imperturbables rostros marrones.

También hay descripciones quizás demasiado largas para la magnitud del relato, hasta el punto que son auténticas digresiones.
Algunos relatos nos dejarán patidifusos, y otros nos parecerán extremadamente reveladores. En lo personal soy más de relatos largos; se supone que se puede alcanzar una mayor profundidad psicológica, lo cual es, a mi modo de ver, lo más importante de la novela. Sin embargo, debo decir que, pese a ser cortos, Joyce consigue definir a muchos personajes a través de algunas de sus acciones más inocuas.
Algunos relatos me han llamado la atención por encima de otros:
Contrapartidas (he comprobado que los títulos de los relatos cambian mucho según las ediciones). Un trabajador de oficina, copista frustrado, no encuentra otro alivio a sus penas que el alcohol. Recorre con su cuadrilla de amigos las tabernas portándose civilizadamente hasta que llega a casa y se desahoga golpeando a su hijo. Es un relato estremecedor.
Una pequeña nube es un relato en apariencia insustancial, pero a mi modo de ver presenta una tremenda perspicacia al presentarnos a un protagonista sin carácter y derrotado.
El mismo tipo humano aparece en Dos galanes. Destaco un fragmento.

Habló con rudeza para desmentir su aire atildado, ya que su entrada había dado lugar a una pausa en las conversaciones. Su rostro estaba caliente. Para parecer más natural se echó la gorra hacia atrás y plantó los codos encima de la mesa.
 
De Los muertos destaco dos fragmentos que parecen sendos arrebatos autobiográficos de enjundia:

Los libros que recibía para su crítica eran casi más bienvenidos que el miserable cheque. Le gustaba el tacto de las cubiertas y hojear los libros recién impresos. Casi todos los días, al terminar sus clases, solía vagabundear por los muelles hacia las librerías de segunda mano, a Hickey’s en Bachelor’s Walk, a Webb’s o a Massey’s Quay, o a O’Closhissey’s en la callejuela. No sabía cómo responder al ataque. Le hubiera gustado decir que la literatura estaba por encima de la política.

Una vergonzosa conciencia de su propia persona se apoderó de él. Se vio a sí mismo como una imagen ridícula, como el correveidile de sus tías, un sentimental nervioso y bienpensante, un charlista adocenado y un idealista de sus propios anhelos de payaso, el fatuo sujeto muy digno de piedad que había visto reflejado en el espejo. Instintivamente volvió la espalda a la luz, por miedo a que ella pudiera ver la vergüenza que ardía en su frente.

Los relatos tienen todos un final abierto, como la vida misma. Quien piense que se enfrenta a una lectura liviana como contraprestación a las exigencias del Ulises se equivoca. No me cabe duda que Joyce maneja adecuadamente todos los registros, en su tiempo gozó de prestigio y reconocimiento por su aportación a las nuevas formas narrativas, pero le falta chispa argumental. No hay un hilo conductor claro que nos empuje a leer, ya no digo compulsivamente sino cuando menos a la necesidad de conocer los avatares de los personajes. Sin duda se me ha hecho una lectura densa y pesada. No he encontrado grandes puntos de contacto. En su momento es probable que aborde Finnegans Wake.

5 comentarios:

  1. Justo me puse a leer el libro (lo tenía pendiente) sin conocer tu reseña, la vi ahora. La falta de hilo conductor que dices no me preocupa en principio. Aunque veremos, acabo de empezar...

    Y hablando de reseñas, leí Elvira y me gustó mucho. Hice una pequeña (y humilde) semblanza de tu libro en mi blog, por si quieres asomarte.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Joyce no termina por convencerme. Ya digo que aún así seguiré leyéndole, pero a mí me hacen falta obsesiones que de alguna manera me "interesen"... Con Virginia Woolf me costó sobremanera pero el final terminó por convencerme, esa dinámica contradictoria entre locura y proporción me ató a ella. Joyce no me dice nada, todavía no...

      Y en cuanto a tu reseña.
      Pocas palabras me quedan tras su lectura. Una conclusión: sí, es cierto que alguien puede entender tu novela mejor que tú mismo. Gracias, compañero, por una lectura tan atenta. No es fácil leer a un autor contemporáneo completamente desconocido sin caer en el prejuicio. Gracias mil, de verdad, por la lectura tan atenta que has llevado a cabo.

      Un abrazo
      Rubén.
      Dejo aquí el enlace por si alguien quiere pasarse a leer la reseña.

      http://paraguascongoteras.blogspot.com.es/2017/01/elvira-una-novela-de-ruben-angulo.html

      Eliminar
  2. De Virgina Woolf me gustó El cuarto de Jacob, y eso que es difícil de digerir esa manera suya de narrar de forma tangencial y a través del vacío. O quizá por eso, por la proporción que dices y que vivifica (o dinamiza) la árida bipolaridad que proyecta en lo que escribe.

    Por la reseña no me des las gracias, es una muy buena novela, más rica y compleja de lo que parece por su brevedad y su sencillo (pero original) punto de partida. No es tan difícil sacarle la lectura a esa especie de Conde de Montecristo ambiguo que es tu personaje. Que ni acaba de ser víctima del todo, ni tiene coraje para la rebeldía (o la venganza). Así somos un poco todos los seres humanos, por cierto.

    Y “completamente desconocidos” para los demás, también. Fuera y dentro de la literatura, no te creas... Al menos, en nuestra parte más profunda (y oscura, a ratos)
    Otro abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Ey, buenas reseñas de magníficos libros. Joyce tiene muy buenos libros, y a mí sí me gusta este compendio de relatos, podrías probar con "el retrato del artista adolescente", a ver si te animas. Ey, también te invito a que visites mi blog http://lecturas277.blogspot.com.co/

    Un cordial saludo.

    ResponderEliminar