miércoles, 23 de enero de 2019

Gato bajo la lluvia y Colinas como elefantes blancos, de Ernest Hemingway




 Comparten ambos relatos una estética común, y probablemente estén entre los más utilizados en talleres literarios, inmejorables modelos de la técnica a utilizar en el relato corto.

Son relatos que se resisten a una primera lectura; cuando menos a mí se me han resistido, y me consta que a otros lectores también. La primera vez que me enfrenté a Colinas como elefantes blancos estuve atento al paisaje, que no es otro que mi paisaje vital.

Las colinas al otro lado del valle del Ebro eran alargadas y blancas. A este lado no había sombra ni árboles, y la estación quedaba entre dos líneas férreas, al sol.

La estructura y los diálogos me parecieron muy buenos pero no me provocaron mayores sensaciones. Lo que más me llamó la atención fue el título, la metafórica maestría con la que había sabido identificar los rasgos fundamentales de los conglomerados que acompañan al Ebro en su curso medio. Después de la lectura un profesional de los talleres de escritura vino a destripar el relato y me mostró un drama interno que, no os voy a engañar, me pasó completamente desapercibido.
Son cinco páginas casi cubiertas de diálogo entre una joven y su amante que esperan la llegada del tren. Hablan del aborto. No están de acuerdo. La mujer nos cae bien mientras él nos parece egoísta. «Yo por ti haría cualquier cosa», dice ella, mientras él le responde «¿Quieres callarte por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor».
Los elefantes blancos, regalo proverbial que hacía el rey de Siam a los cortesanos que habían perdido su favor, pues el gasto de mantenerlos acabaría arruinándoles, se vuelven aquí metáfora de los hijos no queridos, y más aún de la relación sexual espiritualmente onerosa cuando el hombre no está a la altura.

Me hubiera pasado exactamente lo mismo con Gato bajo la lluvia de no estar sobre aviso. Este relato, mejor que ningún otro, ilustra a la perfección la técnica del iceberg, además de pasar la pelota al lector para que complete el relato con su propio punto de vista. Lo dicho, un filón inagotable para un taller de lectura o escritura.

La esposa americana estaba sentada junto a la ventana, mirando a la calle. Fuera, justo debajo de la ventana, una gata se acurrucaba bajo una de las empapadas mesas verdes. La gata intentaba reducir al máximo su tamaño para no mojarse.

Estos relatos me han llevado a una reflexión (ciertamente desordenada). Para empezar no creo necesario entrar en valoraciones acerca de si es mejor un estilo que otro. Hay críticos que han calificado a Hemingway de poeta menor, quizás por priorizar la técnica sobre el tema, aunque no me cabe duda que algunos de sus relatos han alcanzado ya la inmortalidad. Cierto que a mí me gustan más otros relatos, los que me conducen directamente a la reflexión. Hace muchos meses que leí Amo y criado, de Tolstoi. La calidad del relato de Tolstoi ni la comento. Cierto que carece de la técnica de la síntesis de Hemingway, también que es explícito y muchísimo más extenso que cualquiera de sus relatos, y sin embargo os aseguro que sigue dando vueltas en mi cabeza. Hemingway enarbola el tema de la paternidad desde variados puntos de vista. Apenas dice nada pero se bifurca en senderos para más o menos abundamiento. En cambio Tolstoi expone a un hombre a la muerte al mismo tiempo que cuestiona su vida entera. No os vayáis a creer, no solamente Hemingway usa de la técnica del iceberg. Tolstoi no se queda atrás, ni mucho menos, en la sugerencia.
Si tengo que elegir me quedo con Tolstoi. La temática que Hemingway expone no atrapó mi atención, aunque obviamente interesará a muchos otros. Qué duda cabe que significó una obsesión para Hemingway en el entorno de sus relaciones amorosas y matrimoniales; no puede ser de otra forma. De todas maneras Hemingway no ofrece, ni mucho menos, soluciones; solamente plantea el problema, si acaso lo expone. En cierta manera se trata de un acertijo que hay que descifrar, o así lo he visto yo. Quizás en una próxima lectura opine de manera diferente.

Dicho lo cual, queden avisados los lectores de la profundidad de estos relatos. Para nada se trata de spoiler sino de disfrutar en mayor medida de la prosa de Hemingway, de avanzar, en la medida de lo posible, de sacarle más provecho a una disciplina, la lectura, en la que invertimos, a veces, demasiado tiempo y energías.

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