lunes, 4 de marzo de 2019

Lolita (1955), de Vladimir Nabokov






Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.

Varias ideas clave me han rondado durante la emocionante lectura de esta obra maestra. La primera obvia, la identificación entre Nabokov y el personaje protagonista, Humbert, que no Lolita, porque Humbert escribe en modo autobiográfico y es su vida la que ocupa toda la novela. Lolita es tan solo su idealizada “nínfula”, Humbert su esclavo. Para los que lean esta novela y piensen que para escribirla se tiene que ser necesariamente pederasta, tendrán también que considerar que para escribir La defensa se tiene que ser necesariamente un genio del ajedrez, y Nabokov no pasa de ser un gran aficionado. Por si no lo saben, La defensa es la mejor novela que he leído (y dudo que leeré algo que se le arrime) sobre el fabuloso juego del ajedrez.
En mi cuidada edición de Círculo de Lectores, Biblioteca de Plata, hay unos apéndices que no tienen desperdicio para entender la construcción interna de la novela. Al parecer (20 años antes) Nabokov hizo un esbozo de la novela ambientado en Europa.

La segunda idea clave, agarrar una obsesión y llevarla hasta sus últimas consecuencias. El tratamiento de la pederastia no se queda ni mucho menos en la superficie; muy al contrario, a lo largo de sus páginas se ve analizado en toda su extensión y profundidad.

Las hembras humanas que me era permitido utilizar no servían sino como agentes paliativos. Estoy dispuesto a creer que las sensaciones provocadas en mí por la fornicación natural eran muy semejantes a las conocidas por los grandes machos normales ayuntados con sus grandes cónyuges normales en ese ritmo que sacude el mundo. Lo malo era que esos caballeros no habían tenido vislumbres de un deleite incomparablemente más punzante, y yo sí… La más turbia de mis poluciones era mil veces más deslumbrante que todo el adulterio imaginado por el escritor de genio más viril o por el impotente más talentoso. Mi mundo estaba escindido. Yo percibía dos sexos, y no uno; y ninguno de los dos era mío.
 
En nuestra era de las luces no estamos rodeados de pequeñas bellezas esclavas que pueden recogerse al azar, entre los negocios y el baño, como solía hacerse en días de los romanos. Y no usamos, como los orientales en tiempos más lujosos, a menudas anfitrionas antes, después y entre el cordero y el sorbete de rosas. Lo esencial es que el antiguo vínculo entre el mundo adulto y el mundo infantil ha sido escindido en nuestros días por nuevas costumbres y nuevas leyes.

El protagonista nos puede parecer un demonio. El mismo Humbert trata de justificarse; incluso hay un tratamiento de su mal considerado como manifiesta locura. No sé, pueden ustedes comparar con aquellos que hoy en día están siendo descubiertos bajo el traje del santo magisterio de la Iglesia. A mí personalmente Humbert no me ha causado repulsión.

¡No somos demonios sexuales! ¡No violamos como los buenos soldados! Somos caballeros tristes, suaves, con ojos de perro, lo suficientemente bien integrados como para controlar nuestra ansiedad en presencia de adultos, pero dispuestos a dar años y años de vida por una ola oportunidad de tocar una nínfula. Hay que remarcarlo: no somos asesinos. Los poetas nunca matan.

Y por último, como tercera idea clave, está la diferenciación entre continente y contenido. Yo siempre priorizo el contenido sobre el continente. Me interesa más lo que hay en el interior del frasco que el frasco propiamente dicho, pero en el caso de Nabokov destacan ambos por igual. Doy por descontado que os habéis dado cuenta de qué Nabokov tiene algo que decir. Al mismo tiempo su lenguaje es elegante, sutil hasta el extremo, barroco. Hay que tener en cuenta que Nabokov disfrutó en su infancia y juventud de las envidiables condiciones que significaban pertenecer a la aristocracia rusa, en su caso niñeras y maestros que le regalaron el dominio de varias lenguas, inglés incluido. En 1917 llega el exilio y las estancias en diversos países europeos hasta llegar a los Estados Unidos de América. El mismo Nabokov nos lo cuenta:

Mi tragedia privada, que no puede ni debe, en verdad, interesar a nadie, es que he debido abandonar mi idioma natural, mi libre, rica, infinitamente libre lengua rusa, por un inglés mediocre, desprovisto de todos esos aparatos ―el espejo falaz, el telón de terciopelo negro, las asociaciones y transiciones implícitas― que el ilusionista nativo, agitando las colas de su frac, puede emplear mágicamente para trascender a su manera la herencia común.

No me cabe duda de que próximas relecturas me ofrecerán caminos inexplorados. Críticos hay que han puesto el acento en la descripción de los Estados Unidos, y no les falta razón. La segunda parte de la novela comienza con una estremecedora descripción del viaje de Humbert con su nínfula a través del enrevesado complejo de moteles, gasolineras y atracciones locales de un país sin historia ni complejos. Ciertamente Lolita admite otras lecturas. Cada lector hará la suya si es que logra introducirse y disfrutar de tan exuberante propuesta. No puedo cerrar este breve comentario sin dar por sentado que Nabokov envejecerá bien.

4 comentarios:

  1. Ay, ese inicio de novela... Es maravilloso. Comencé con él una entrada en mi blog en el mes de diciembre de 2015. Cada primero de mes, empiezo con un comienzo de novela.
    Lolita es una novela muy buena, con muchas cosas y muchos matices para analizar. Es cierto que Humbert no llega a hacérsenos odioso y es también cierto que Lolita no es la adolescente seductora y tentadora (activamente) que nos muestra la película de Kubrick. El libro es diferente y, aunque la película es buena, prefiero la novela. Una novela que no sé si hoy hubiera podido publicar con esta ola de gazmoñería y papanatismo que nos invade.
    Un beso.

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    1. Los inicios de novela... Cierto que está muy logrado, pero hay que reconocer que en esta novela el comienzo es una parte del todo, porque la novela al completo sigue un marcado estilo que en ningún momento baja su nivel. Otros libros de grandes autores empiezan bien pero son mero artificio.
      En cuanto a la película, supongo que pronto la veré. Hay opiniones de todos los gustos y la verdad que tengo ganas de tener la mía propia ;)
      Completamente de acuerdo con esa ola de gazmoñería que nos invade, parece que va por modas pero al fin y al cabo las cosas cambian para seguir igual.
      Besos

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