Supongo que Henry James es como una perita en dulce para las editoriales que buscan sorprendernos con joyitas poco conocidas (igual no lo son para el buen lector). En este caso Traspiés edita de forma fabulosa dos relatos de James que desconocía por completo, Los matrimonios y Louisa Pallant, que he devorado con absoluto entusiasmo en uno de estos días de tardía canícula veraniega. Los dos me han encandilado, ¡mucho!, y eso no me suele suceder. James sigue sorprendiéndome de manera tan increíble que aún me preguntó por qué no lo habré conocido antes. ¡Y aún me quedan por leer sus relatos más conocidos como Otra vuelta de tuerca o Las bostonianas!
James
exige cierta atención por parte del lector, sobre todo en la primera
articulación de sus tramas, que entran de forma pausada. Trabaja con precisión
de cirujano presentándonos una situación y un personaje, si acaso dos, en su
momento presente. Progresivamente nos hacemos una idea global y suficiente de
dichos personajes en el interior de un conflicto. Para entonces James ya nos ha
envuelto en su telaraña y estamos esperando ávidamente un final que ya sabemos,
después de haber leído algo más de James, que incorpora sorpresas (regalos para
el lector). Y esto quizás suceda porque los personajes ni son tan sencillos ni
tan previsibles como habíamos imaginado.
Yo
no entro en la faceta innovadora que significó Henry James, como bisagra
(dicen) entre la novela decimonónica y contemporánea, porque se me escapan los
academicismos y porque, para qué os voy a engañar, a estas alturas tampoco me
importa. Escribo novela y busco hacerlo cada día mejor, y a mi manera de ver no
hay mejor escuela que leer a aquellos que mejor lo han hecho antes que yo. Se
trata de su novedoso ejercicio del punto de vista que, al parecer, siembra la
semilla de lo que luego será conocido como stream
of conciousness o flujo de pensamiento. Soy consciente, mientras leo, de
esa faceta y de su trascendencia, pero no me veo en condiciones de profundizar
en ella, ni siquiera de entretenerme a charlar de dichos aspectos técnicos. No
puedo sino dejarme embelesar por su prosa, interesarme por conocer más entre
sus personajes, caer en sus redes y esperar, sosegado, mi recompensa.
Si
algo me fascina de Henry James es su penetración psicológica en multitud de
tipos humanos, sin mostrar preferencia por unos u otros, sin decantarse. Pero,
en definitiva, no he hecho sino empezar a leer a James, así que mejor dejo unos
fragmentos y callo.
En casa había sido una religión
para todos agradar a la gente que él apreciaba.
Pero presentaba una superficie tan
impenetrable que habría sido como dar un mensaje a una puerta cerrada. No era
una mujer, se decía Adela; era una dirección.
Asumí que si la niña nunca añadía
palabra alguna era porque confiaba plenamente en la habilidad de su madre para
salir ilesa. Algo me sugería, apenas sabía cómo, que esa confianza entre las
dos damas se prolongaba a larga distancia; que la unión de sus pensamientos, su
sistema de adivinación mutua, era destacable, y que probablemente apenas
necesitaran acudir al torpe y en algunos casos peligroso recurso de expresar
sus ideas en palabras.
Siendo plenamente consciente, sin
duda, de que brilla más la inteligencia de una mujer frente a la estupidez de
un hombre cuando finge tomar dicha estupidez por sabiduría.
Un maestro, ¡Ya tardas en leer "Otra vuelta de tuerca". Saludos!!!
ResponderEliminarRazón tienes David. Sucede que esa novela la tengo en propiedad y la guardo para una buena ocasión. Seguro la disfrutaré :)
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