viernes, 31 de enero de 2020

No es país para viejos, (2005), Cormac McCarthy




 Hace tiempo leí en un periódico de aquí que unos maestros encontraron de casualidad una encuesta que enviaron en los años treinta a varias escuelas del país. Incluía un cuestionario sobre cuáles eran los problemas de la enseñanza en las escuelas. Y encontraron unos formularios que habían enviado desde varios puntos del país respondiendo a estas preguntas. Y los mayores problemas mencionados eran cosas como hablar en clase y correr por los pasillos. Mascar chicle. Copiar los deberes. Cosas por el estilo. Cogieron uno de los impresos que estaba en blanco, hicieron fotocopias y los volvieron a enviar a las mismas escuelas. Cuarenta años después. Y he aquí las respuestas. Violación, incendio premeditado, asesinato. Drogas. Suicidio. Me puse a pensar en eso. Porque la mayoría de las veces cuando digo que el mundo se está yendo al infierno la gente simplemente sonríe y me dice que me estoy haciendo viejo.


He comenzado por este párrafo como podría haberlo hecho por muchos otros. Mis lecturas de McCarthy están repletas de notas. Dicho fragmento apunta bien al título, ese contexto general de violencia generalizada que envuelve a la sociedad norteamericana actual. Por otro lado, también podría haber comenzado con un fragmento cualquiera que definiera el paisaje desértico de la frontera mexicana, o con una de esas fabulosas descripciones que se deleitan en describirnos el detallado funcionamiento de cualquier mecanismo, de las armas de fuego por ejemplo.

El rifle tenía un gatillo Canjar ajustado a nueve onzas y Moss acercó el rifle y la bota con sumo cuidado y apuntó de nuevo y elevó ligeramente la cruz del retículo sobre la grupa del animal que estaba más encarado a él. Conocía la caída exacta de la bala en incrementos de cien yardas. Era la distancia lo que no estaba claro. Apoyó el dedo en la curva del gatillo. El diente de jabalí que llevaba colgado de una cadena de oro rebotó en las piedras a la altura de su codo.

El aire de escepticismo es tremendo, pero como en todas sus novelas la muerte y la vida van unidas, como las dos caras de una misma moneda. Mejor que hable el propio McCarthy. Transcribo aquí parte de una entrevista que se encuentra fácilmente en la red:

«- ¿Es el pesimismo una característica de su literatura?

Soy pesimista, pero no infeliz. No me levanto por las mañanas y gimoteo. Creo que el mundo tiene problemas y que los tiempos que corren son difíciles. No me refiero solo al tema financiero, que estoy seguro preocupa a mucha gente que no puede pagar sus cuentas y tienen hijos que criar. Ahora mismo, son tiempos muy peligrosos para el mundo, no sabemos lo que va a pasar. Si alguien viniese de otro planeta y les enseñásemos una corta versión del siglo XX... Es de locos. No hay ninguna razón para pensar que las cosas van a mejorar y que todo acabará felizmente, eso me parece improbable.

- No obstante, en su obra hay un atisbo de valores positivos encarnado en la juventud. La juventud que acaba barrida por el mundo adulto.

Creo, por ejemplo, que mucha gente piensa que La carretera es un libro muy deprimente, pero la verdad es que la historia trata sobre el amor entre el padre y el hijo. Creo que si el libro intenta reflejar algo es enseñar ese amor bajo las peores circunstancias. Si tú realmente quieres a alguien, si realmente quieres a tu hijo, no importa lo mal que vaya el mundo, te pegas a él, mueres por él, harías cualquier cosa por él. Eso no es tan malo ¿no? Esto habla bien de la naturaleza humana.»

Supongo que la mayoría de los lectores que se enfrenten a esta novela, como es mi caso, ya han visionado con anterioridad el magnífico film de los hermanos Coen, No Country for Old Man. En tal caso para nosotros, Anton Chigurth, el psicópata que va armado con una bombona y una pistola de aire comprimido, tiene la cara de Javier Bardem.

Entonces sí cerró los ojos. Cerró los ojos y giró la cabeza y levantó una mano para repeler lo que no podía ser repelido. Chigurth le disparó a la cara. Todo cuanto Wells había sabido o pensado o amado en su vida se escurrió lentamente por la pared que tenía detrás. El rostro de su madre, su primera comunión, mujeres que había conocido. Los rostros de hombres en el momento de morir arrodillados ante él. El cuerpo de un niño muerto en un barranco junto al camino en otro país. Quedó tumbado en la cama sin media cabeza y con los brazos extendidos y la mano derecha prácticamente desaparecida.

Os dejo otro fragmento de una entrevista, en este caso la que se hace al traductor al castellano de las diez novelas de McCarthy, Luis Murillo Fort, y aquí el enlace al pdf por si os sirve

No tiene desperdicio para los amantes del maestro.

«No es país para viejos (No Country for Old Men). Yo, cuando me enteré de que habían rodado una adaptación de esa novela, naturalmente me puse muy contento. Posteriormente supe que actores habían elegido, y debo decir que en ningún momento, al traducir la novela, me imaginé que el Sheriff Bell podía parecerse a Tommy Lee Jones, ni Anton Chigurh a Javier Bardem, y sin embargo, la adaptación de la novela está muy bien hecha. A mí me sorprendió porque para mí las caras de los actores elegidos no cuadraban con la imagen que yo me había hecho de los personajes al leer el libro.

Uno se pregunta si el propio Cormac McCarthy se habría imaginado estos dos actores concretos, o si también él tenía otras caras en mente…
No sé, no soy él, no sabría decirte. Supongo que un autor, cuando crea un determinado personaje, puede tener una cara en mente, pero puede muy bien no tenerla, porque claro, al fin y al cabo estamos hablando de letra escrita. Pero es probable que cuando uno escribe una novela simplemente por escribir esa novela, sin pensar en un guión de cine, difícilmente tenga una idea muy clara de qué rostro asigna a tal o cual personaje. Volviendo a No Country for Old Men, yo juraría que en ningún momento hay una descripción del asesino Chigurh con el peinado que luce Bardem en la película. Entonces es una licencia poética de los Coen, cosa que me parece bien porque, y vuelvo una vez más a lo de antes, cada lector es único, ellos se imaginaron a este tío con ese peinado, ¿no? Pero el que si me cuadró con la imagen que me hice de él al traducir la novela, es un personaje que sale muy poco, ese otro matón, Carson Wells, el tipo con el sombrero de cowboy que va a visitar a Moss a la clínica. A él sí que me lo imaginaba más o menos con esa cara [la del actor Woody Harrelson]. »


7 comentarios:

  1. Yo, afortunadamente, leí el libro antes de que se hiciera la película, por lo que le puse a Anton Chigurth la cara que el autor me inspiró. Ya no recuerdo cómo era porque tras ver la película, nunca más podría ser más que Javier Bardem en uno de sus mejores papeles.
    Leí bastante a McCarthy durante un tiempo, pero luego sus historias de la frontera con tanta soldedad y desolación terminaron por resultarme deprimentes y agobiantes, pero nunca dejaré de decir que es un autor de lo mejor que hay en Estados Unidos donde hay muchísimos buenos autores.
    Un beso.

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    1. No es habitual ver buenas películas de libros que nos han gustado, una buena excusa para conocer a McCarthy. Sin duda que veremos más películas basadas en otras de sus novelas.
      Los lectores de McCarthy siempre hablamos de las sensaciones que nos produce al leerlo. A mí es una sensación extraña parecida a la fiebre, y me agrada que un libro me produzca sensaciones, sean del tipo que sean.
      Besos

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  3. Hola,
    en mi caso me lo leí después de la película, y es cierto que el corte de pelo tipo " sota de bastos" no lo describe. Yo a McCarthy lo he leído bastante, y también puedo describir como febriles sus lecturas, sobre todo, Meridiano de Sangre y La Carretera.
    No es País para Viejos, escribe de una manera más canónica, a mi juicio, usa ese personaje comodín " sobrenatural" , que es un recurso usa bastante en sus novelas.Y en cuanto a los monólogos de Sheriff, a modo de moraleja, soliloquio como se defina... coincido en que describe esa violencia latente, que en tiempos pasados, los suyos, no surgía tanto en las situaciones cotidianas de su país, incidiendo en el paso del tiempo y en su intento de comprender, y no entender nada al mismo tiempo; los manejos del destino.. en fin, así lo veo un poco yo... puro McCarthy, hace mucho que no leo nada de él, esta reseña, quizás me anime a leer Hijo de Dios o La Oscuridad exterior, no sé si estoy preparado en estos momentos, pero ganas me entran.

    Gracias por tu reseñas.

    Rafael

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    1. Gracias a ti por detenerte a leer mis comentarios. Desconozco "La oscuridad exterior". En cuanto a Hijo de Dios, me recordó, mientras lo leía, a alguna otra película. Tuve en todo momento la sensación de que ese libro ya lo había leído, o que había visto, quizás, una película similar.
      Qué duda cabe que McCarthy posee personalidad. Coincido en esa vaguedad con que defines sus temas... son vagos, están ahí, en embargo, firmes... Es su voz. Yo también espero pronto volver a su lectura.

      Un cordial saludo, e insisto, gracias a ti por detenerte aquí.

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  4. Es una satisfacción haberme encontrado con este blog. CESAR BUSTAMANTE HUERTAS
    http://ludimia.blogspot.com/

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