jueves, 14 de noviembre de 2019

Los hermanos Karamazov, (1880), Dostoievski





Siempre me ha llamado la atención cómo la mayoría de blogs literarios escriben con entusiasmo y largueza sobre novelas de actualidad, esas que adquieren fama volátil, como cerillas que se prenden y luego con la misma celeridad se apagan para pasar al olvido, mientras que, en cambio, cuando reseñan grandes clásicos de la literatura pasan de puntillas, se limitan a parafrasear las conclusiones de una crítica ya secular, concluyen que es una gran obra y nada más, como si tuvieran prisa por pasar página y olvidar el tedio sufrido para disfrutar de nuevo de una de esas novedades que rebosan los escaparates de nuestras librerías.

Tempus fugit. Prefiero exponerme al equívoco antes que rendirme al tedio de la crítica establecida, como si las grandes historias hubieran perdido ya frescura, como si ya no fueran capaces de aportar nada nuevo al lector ávido por conocer lo mejor que ha dado esa que constituye su amada afición.

Me ha costado mucho terminar la lectura de Los hermanos Karamazov, quizás porque la he intercalado con otras lecturas, varias nouvelle de Turguéniev que han eclipsado por completo a Dostoievski, y el Curso de literatura rusa de Nabokov, extremadamente crítico con el maestro.
Tengo que decir que esta novela es considerada por el autor su obra maestra, probablemente la más leída y la que mayor fama le reportó. Fue publicada por entregas y se notan los altibajos, característicos, por otro lado, de la prosa del maestro. Es una novela muy larga, inacabada incluso porque el autor pretendía hacer una segunda parte que iba a transcurrir 13 años después de los hechos narrados.
Leer a Dostoievski es una experiencia extraña, como subirte a una montaña rusa. Por momentos te aburre y de pronto te ves sumergido en las pasiones más agitadas imaginables. Dostoievski me gusta y me disgusta. Siente debilidad por los caracteres extremos, a los cuales coloca en situaciones límite ante las cuales tienen que responder poniendo toda la carne sobre el asador. Dichas situaciones aportan dramatismo, tocan la fibra sensible y al mismo tiempo plantean temas universales como el destino y el libre albedrío, la caridad cristina, la compasión frente a la violencia, el odio, el amor, la lealtad.
No podemos obviar que Rusia atraviesa una encrucijada. Quién iba a imaginar el devenir de un pueblo que se debatió con tanta fuerza contra la autocracia zarista, y que terminó cayendo en una dictadura todavía más estricta, la soviética. Solamente la situación de efervescencia en la que se hallaba el pueblo ruso es capaz de explicar semejante devenir.


«En realidad, a todos estos socialistas (dijo), anarquistas, ateos y revolucionarios, no los tememos mucho; los vigilamos y estamos al corriente de sus pasos. Pero hay entre ellos, aunque pocos, algunos individuos curiosos: se trata de individuos que creen en dios, cristianos, y, al mismo tiempo, socialistas. ¡A éstos es a quienes más tememos, ésa es gente temible! El socialista cristiano es más terrible que el socialista ateo.»


A grandes rasgos la novela me ha saturado. Aclamada como una de las grandes joyas de la narrativa universal, yo considero que es mejor acercarse a Dostoiveski a través de cualquier otro de sus trabajos. No por el estilo ni el contenido, que es el propio del maestro, sino más bien por la extensión. Entiendo las exigencias del folletín, y también que Dostoievski andaba escaso de dinero. La estructura es más sencilla de lo que pueda parecer exteriormente, una historia detectivesca, un largo planteamiento en el que se sitúa a los miembros de una familia desestructurada, un asesinato y el camino que se recorre para esclarecer sus móviles. Los personajes no son demasiados, nada que ver, por ejemplo, con Guerra y Paz. Por ejemplo, hay dos personajes como el joven Kolia, o el stárets (santo) Zósima, a los cuales Dostoievski dedica alrededor de 50 páginas (¡a cada uno!, de un total de 800) que no aportan absolutamente nada a la historia. Las necesidades del folletín. Pero hay más, por poner otro ejemplo, el discurso final del fiscal en el juicio, de un tal Ippólit Kirillovich, ¡Estamos hablando de un discurso de 32 páginas! El discurso del abogado defensor contiene 25 páginas más.


A mi modo de ver es una novela demasiado pretenciosa. Fiodor Pavlovich es el padre de tres hijos, Dimitri, Iván y Aliosha, fruto de dos matrimonios distintos. Un posible hijo bastardo, Smerdiákov, epiléptico, viene a complicar todavía más el panorama. Dos mujeres, Grushenka y Katerina Ivanovna, revolotean alrededor. Aunque hay muchísimos más personajes secundarios, todo hay que decirlo, Dostoievski se maneja con maestría y, si se lleva a cabo una lectura atenta y pausada, uno se hace sin problemas con los personajes pese a la complejidad del patronímico ruso.
Fiodor Pavlovich y su hijo Dimitri son probablemente los personajes mejor tratados. El mismo Fiodor se define a sí mismo por medio de la conversación:


Precisamente cuando me acerco a la gente siempre me parece que yo soy el más vil de todos y que todos me toman por un bufón; así que me digo «¡Hala!, voy a hacer de bufón, no tengo miedo a lo que penséis, porque todos, ¡absolutamente todos, sois más canallas que yo!». Por esto soy un bufón, soy bufón por vergüenza, gran stárets, por vergüenza. Si alboroto es sólo por timidez. Si estuviera concvencido de que cuando entro en un lugar todos van a tomarme por un hombre encantador e inteligente, ¡Sios del cielo, qué buena persona sería yo entonces! ¡Maestro! ―repentinamente se hincó de rodilla―, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?


Como sucede en las novelas de Dostoievski, y de cualquier autor que se precie, elementos de su propia vida entran a formar parte de la trama. Aliosha al parecer representa las virtudes que Dostoievski hubiera querido para un hijo ideal, el que perdió cuando tenía tan solo tres años de edad a causa de una enfermedad que le transmitió en herencia, la epilepsia. Es un personaje un tanto extraño, de difícil encaje, digamos que se acerca a la persona de un santo.
Dimitri es impulsivo pero noble, comete las mayores vilezas que uno pueda imaginar, dilapida una fortuna en una sola noche y al mismo tiempo es capaz de las virtudes más honorables.


«Seré un asesino y un ladrón ante el asesinado y desvalijado, ante todo el mundo, y me mandarán a Siberia, pero prefiero esto a que Katia tenga derecho a decir que la he traicionado, que, además, le he robado y que con su propio dinero he huido con Grushenka para empezar a vivir una vida virtuosa. ¡Eso nunca!»


Nabokov, en el Curso de literatura rusa, pretende desmitificar a Dostoievski. Por supuesto que mi juicio se ha visto influenciado, al tiempo que Nabokov me ha proporcionado una lectura aguda sin la cual hubiera pasado por alto detalles importantes.
Como ejemplo, dice Nabokov que Dostoievski no tenía talento como novelista pero sí como dramaturgo. Esta afirmación la acompaña de ejemplos, y es agradable observar a posteriori, en la lectura, dicho análisis, que enriquece la lectura y mejora nuestra capacidad crítica.
En fin, una rudimentaria reseña para una novela de la que se puede hablar largo y tendido. Para muchos críticos está entre las mejores piezas de la historia de la literatura universal, así que no tenéis por qué estar de acuerdo con mi crítica, ni siquiera con la del maestro Nabokov. La magia de la lectura reside en que cada uno elabora la suya propia.

7 comentarios:

  1. Durante bastantes años solo leí novelas que se pueden considerar clásicos. Siglo XIX español y europeo y mucha novela de autores españoles del siglo XX nacidos antes o alrededor de los años treinta. Creo que solo próxima a cumplir los yo los treinta años empecé a estar al tanto de las novedades y lo hice curiosamente con "El invierno en Lisboa" de Antonio Muñoz Molina al que ya podemos considerar un clásico.
    Ahora leo literatura actual, pero nunca he abandonado a los clásicos, como sabrás si sigues mi blog y mis lecturas.
    Cuando en los blogs y en las redes en general veo tantas novedades tan alabadas, siempre me entra un mosqueo acerca de la verdadera calidad de las obras.
    Respecto a "Los hermanos Karamzov", creo haberte dicho ya que he sido incapaz de leerlo y eso que lo he intentado dos veces, pero no me hago con la historia y mira que me gusta lo negro y policíaco... Así como de Tolstoi he leído varias cosas, de Dostoieveski solo he leído "Crimen y castigo" y esa sí, me parece una obra maestra.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No quiero extenderme mucho en las respuestas. Supongo que lo más adecuado es no contestar y dejar que los demás opinen, si gustan...
      Es muy fácil malinterpretar y quedar descontento con las opiniones que vierto acerca de la lectura. Ante todo priorizo la LIBERTAD a la hora de leer, y tengo un absoluto respeto hacia los lectores de todo tipo. Otra cosa es que yo también llegue a formular mis opiniones, y en ocasiones incluso formulo "hipótesis" acerca de esa actividad a la que dedico tantas horas como es la lectura. Algo también conocerás ya mis gustos y mi talante...
      Ante todo lo más importante es DISFRUTAR de la lectura. Luego yo tengo en mucho la honestidad, y de esa virtud tan extraña no andas para nada escasa.
      Muchos lectores, en cambio, no disfrutan de un clásico pero no se atreven a opinar en contra. No te vayas a creer, a mí me cuesta horrores meterme con los clásicos, pero también te digo que cada vez me cuesta menos.
      Un beso. Agradecido por que tiras del hilo...

      Eliminar
  2. Hace mucho que la leí, y en lo que recuerdo coincido con tu juicio: por momentos me resultó reiterativa, como de estar dando vueltas en círculo sin atinar a profundizar más o aportar nuevos ángulos de visión. Guardo muy buen recuerdo eso sí de un diálgo de uno de los personajes con un muchacho muy desenvuelto, que me pareció de una viveza extraordinaria en su toma y daca de preguntas y respuestas. De Crimen y Castigo tengo el recuerdo por contra de ser, pese a su extensión, una obra en la que no parece faltar ni sobrar nada, muy ajustada y muy intensa; creo que su fama es merecida. Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si no me equivoco te refieres al final de la obra, cuando aparece un personaje joven, Kolia, que la verdad no sé muy bien a qué viene en el global de la obra. Habla con él uno de los hermanos Karamazov, Aliosha. La historia del muchacho ocupa un número de páginas importante y nada tiene que ver con el resto, es como un relato aparte. Ahí se ve la maestría de Dostoivski al contar historias melodramáticas del gusto del plúblico. Ahí es un maestro.
      Nada que reprochar a Dostoievski, pero de ahí a denominar todas sus novelas como "obras maestras"...

      Eliminar
  3. Sí, eso es. Yo tengo la impresión de que es un personaje que introduce más de cara a la hipotética continuación de Los hermanos... que por lo que aporta en ese momento.

    ResponderEliminar
  4. Hola,

    ésta novela la tenía en posibles lecturas, Dostoievski me ha gustado mucho todo lo que he leído. Crimen y Castigo, me costó entrar en la lectura pero me encanto, aún sigo recordando partes y personajes. El duelo entre el protagonista y el juez (no escribo sus nombres, no sería capaz hacerlo de memoria), para mí, thriller psicológico escrito hace más de un siglo. Como definió alguien, Dostoievski, no es actual pero lo que escribe es muy actual. También lo diría de Gogol (animado a descubrirlo por las reseñas de este blog, de nuevo ¡gracias Ruben!) y Tolstoi, al menos lo que he leído hasta ahora.
    En cuanto al análisis literario, no tengo experiencia ni conocimientos suficientes para dictar nada con propiedad, pero si me lo permitís, por cambiar opiniones, aprender y crecer en mi expansión en la lectura en general, y sobre todo de clásicos, hace poco leí a Mendoza que nombrando al maestro ruso, explicaba que Dostoievski era un mago de los trucos literarios. No sé exactamente si se refiere al uso de unos personajes principales, debatiéndose entre el bien y el mal, atormentados continuamente, con continuos soliloquios, no sé.
    A pesar, de tu reseña no tan positivas como otras de los rusos, la leeré y creo que me gustará, y espero que me deje el “regusto” de otros clásicos, en mayor o menor medida.
    Gracias Rubén por tu trabajo en este blog.
    Un abrazo Rafael.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Agradecido yo a ti, por tu comentario. No sé el tiempo que permanecerá abierto este blog, pero comentarios como el tuyo lo alimentan.
      No te creas que hace falta tener muchos conocimientos para hablar de una novela, de una obra de arte en general. Podemos expresar lo que nos ha hecho sentir durante su contemplación, o su lectura, y de alguna manera la analizamos. No existen los análisis completos y finales.
      Hace poco he leído en análisis de Nabokov respecto a Dostoievski, que es tremendamente negativo. Quizás esté aún bajo su influjo. Habla mucho de los recursos al patetismo de Dostoievski. No olvidar que D. escribía para el gran público. También Cervantes usó del patetismo, del dramatismo exagerado, en su Quijote; era el gusto del público de entonces eso de los maravillosos encuentros en las posadas. Claro que hay trucos, como en todo oficio.
      Un abrazo

      Eliminar