Gorki, de orígenes humildes, fue activo revolucionario, que no miembro del partido bolchevique. Se opuso a la Rusia Zarista, pero luego se opuso también a las políticas represivas de Lenin. En los últimos años de su vida, después de un largo exilio, regresó a la URSS, invitado por el propio Stalin, utilizado como una victoria cultural del régimen. Juzgue quien guste tan azarosa vida, en semejantes circunstancias; a mi modo de ver la biografía más verídica de un escritor reside en su propia obra.
La novela está ambientada en la fracasada revolución rusa de 1905, y viene a ser una idealización de la revolución. El lector de hoy ya sabe del fracaso de la revolución rusa en su conjunto, de su degeneración en dictadura, pero cuando Gorki construía la novela, se confiaba ciegamente en el triunfo del socialismo. A lo largo de la novela circula una procesión de personajes que lo da todo por un ideal, muy semejante al cristiano, con el que se compara abiertamente. Se construye el mito mesiánico con paralelismos constantes entre el sacrificio de los revolucionarios y el de Cristo,
Independientemente del mensaje, y de la obvia calidad literaria de la novela, hay que prestar atención a la construcción y a la simbología.
Gorki va directamente al grano. Comienza la novela describiendo a la causante de la alienación de los hombres, la fábrica.
En el arrabal obrero, la sirena de la fábrica lanzaba cada día al aire, saturado de humo y grasa, su vibrante rugido; obedientes a su llamada, unos hombres sombríos, de músculos entumecidos por la falta de sueño, salían de las casuchas grises, corriendo como cucarachas asustadas. A la luz fría del amanecer, iban por la calleja sin empedrar hacia los altos jaulones de la fábrica, que les esperaba, segura, indiferente, alumbrando el fangoso arroyo con sus docenas de ojos cuadrados y grasientos…
La mala vida que llevan los trabajadores justifica la revolución. Pero el pueblo no es consciente de la alienación, entiende que es la condena universal que sufren los humildes. Se supone que la madre simboliza al pueblo.
Pelagia, la madre de Pável, sufre constantes palizas y humillaciones por parte de su marido, hasta que este muere. Entonces adquiere protagonismo el hijo, que no quiere ser como su padre, que estudia y llega a convertirse en líder socialista en la clandestinidad.
La madre cuida a su hijo. Observa sus cambios, sus actividades. Su casa se convierte en lugar de reunión de sus amigos comunistas. Pelagia lo da todo por su hijo, pero progresivamente abre los ojos, aprende a leer, aprende el mensaje que traen los comunistas, como si se tratara del mensaje de Jesús, del Mesías.
De mera espectadora, la madre adquiere cierto protagonismo, transportando pasquines, periódicos y libros para que otros vean también la luz.
La novela está partida en dos, y en el medio justo de la novela se escenifica de forma grandiosa la celebración del 1 de mayo, con la bandera, la canción de la internacional, y la madre como símbolo del despertar del proletariado ruso a la realidad de la Revolución.
Fuera de prejuicios políticos, da gusto leer la novela, que se lee de un tirón. No hay excusa, pues se puede adquirir una buena edición a un precio módico en cualquier librería de segunda mano.