Sin
tratar, ni mucho menos, de llevar a cabo un exhaustivo análisis de este
fantástico relato de Cortázar, me atrevo a plantear dos puntos de vista, uno
sencillo, el del argumento, y otro, más complejo, el de los símbolos.
Desde
el primer punto de vista el argumento es sencillo y lo bastante interesante
como para servir de acicate para la lectura. El protagonista, Johnny Carter, es
un excepcional saxofonista de jazz al cual le pierde la marihuana y el alcohol.
Es un genio que permite la comparación con Mendel el de los libros, de Stefan
Zweig o con el fabuloso jugador de ajedrez de Nabokov, Luzhin. Como ellos es un
genio, en este caso de la música, y como ellos se muestra incapaz de salir
airoso de cualquier situación cotidiana.
Bruno,
amigo suyo, periodista y crítico musical que acaba de escribir su biografía,
“persigue” a Johnny constantemente y trata de ayudarle. En cambio Johnny, que
no se deja ayudar, vive en su propio mundo, “persiguiendo” al tiempo, atacado por
una eventual esquizofrenia que le hace plantearse continuamente una concepción
extraña del espacio y del tiempo que le toca vivir y a partir de la cual
desarrolla sus teorías musicales sobre la improvisación.
El
segundo punto de vista es inmarcesible. Cortázar se basa en la figura de
Charlie Parker, como reza en el epígrafe de entrada:
In
memoriam Ch. P.
Los
otros dos epígrafes dan mucho de sí también. El primero admite muchas
interpretaciones:
Apocalipsis, 2, 10.
El
segundo pertenece a un poeta a menudo mencionado a través del relato.
“O make me a mask”
Dylan Thomas.
Este
epígrafe, en relación con el anterior, se refiera a la propia biografía que
escribe Bruno sobre el saxofonista, que es ajena al propio artista al ocultar
todo lo escabroso de su personalidad, su esquizofrenia y su desenfrenada
afición a las drogas. La biografía puede ser la máscara del personaje. Bruno es
la antítesis de Johnny.
Además
está el propio título del texto, al que ya aludimos más arriba. Bruno persigue
a Johnny pero Johnny persigue atrapar al tiempo, una concepción del tiempo que
ni él mismo alcanza a entender. El tiempo, la descripción de la improvisación
musical, las drogas, la locura. Este pequeño relato da mucho de sí porque la
música viene a suponer una especie de momento místico de comunión con Dios,
sustitúyase Dios por Absoluto.
No
era pensar, me parece que ya te he dicho muchas veces que yo no pienso nunca;
estoy como parado en una esquina viendo pasar lo que pienso, pero no pienso lo
que veo. ¿Te das cuenta?
Nadie
puede ser más vulgar, más común, más atado a las circunstancias de una pobre
vida; accesible por todos lados, aparentemente. No es ninguna excepción, aparentemente.
Cualquiera puede ser como Johnny, siempre que acepte ser un pobre diablo
enfermo y vicioso y sin voluntad y lleno de poesía y de talento. Aparentemente.
Yo que me he pasado la vida admirando a los genios, a los Picasso, a los
Einstein, a toda la santa lista que cualquiera a admitir que esos fenómenos
andan por las nubes, y que con ellos no hay que extrañarse de nada. Son
diferentes, no hay vuelta que darle. En cambio la diferencia de Johnny es
secreta, irritante por lo misteriosa, porque no tiene ninguna explicación. Johnny
no es un genio, no ha descubierto nada, hace jazz como varios miles de negros y
de blancos, y aunque lo hace mejor que todos ellos, hay que reconocer que eso
depende un poco de los gustos del público, de las modas, del tiempo, en suma.
Y
ya para los más avezados lectores, la crítica literaria abunda en la
comparación de este pequeño relato con el Dr. Faustus, de Thomas Mann, a decir
de algunos la mejor obra escrita donde la música es la absoluta protagonista y
que probablemente abordaré en una próxima ocasión.
En
lo personal, esta lectura ha sido todo un acicate para descubrir algunas piezas
de jazz de un instrumento, el saxofón alto, que me es muy familiar.
Me encantó este relato que tiene muchos rasgos autobiograficos del propio Cortázar, y a todo el aluvión de erudición que aportas, Rubén, añadiria que lo mejor del autor argentino, es el swing de su prosa. Muy acorde con el jazz que adoraba. Un placer leerte.
ResponderEliminarProsa impecable, qué duda cabe. Desde luego que no se puede escribir sobre ajedrez o música sin sentir la pasión, o mejor diría que no se puede "escribir bien" como es el caso. Saludos Sergio.
EliminarLi este livro há anos passados .
ResponderEliminarCom a leitura deste blog vou ler novamente .
Excelente a publicação