viernes, 22 de noviembre de 2019

La extraña, (1937), Sándor Márai



Una historia extraña, inquietante, una novela confusa, como el tema que pretende reflejar, que no es otro que la locura. Por poner un ejemplo, estoy elaborando la reseña y todavía no alcanzo a entender a qué o a quién se refiere el título.
Se puede decir que se trata de una novela corta porque no alcanza las 150 páginas, pero el tamaño no nos dice nada acerca de la intensidad, la profusión de detalle en las descripciones o en las emociones de los personajes. Hay novelas de mil páginas que apenas cuentan nada, otras en las que sobra la mitad.
La extraña es una novela que comienza arrolladora, y precisamente lo hace describiendo un ambiente, un hotel de Dubrovnik y los personajes que por él pululan, que prácticamente nada tienen que ver con la historia en sí, a no ser que hablemos de la importancia de la antesala en una mansión aristocrática.
Apabullados ante tan grandiosa descripción apenas nos damos cuenta de que el personaje más insignificante que se nos describe va a ser el protagonista supremo de la novela, Viktor Askenasi, un prestigioso profesor del Instituto de Estudios Orientales de París. Progresivamente, y de forma magistral, se nos explica por qué Viktor ha emprendido un viaje en solitario por el Mediterráneo, y progresivamente también se nos describe cómo ha sido su particular descenso a los infiernos.
Es llamativa la forma de escribir de Sándor Márai. Quizás me equivoco, pero me da la impresión de que Sandor prescinde de guión, de brújula, que enarbola la pluma teniendo en mente una idea clara de aquello sobre lo que pretende escribir pero sin conocer en absoluto la ruta a seguir. Digamos que tiene una estrategia general, como en ajedrez, y que luego gana la partida resolviendo las complicaciones tácticas con las que se encuentra. Sándor divaga, simplemente escribe y escribe, confía en su talento y experiencia, sabe que llegará a puerto, le da lo mismo enredarse en una u otra línea temporal, el caso es que todas sus obsesiones terminan derramadas a lo largo del texto.

El núcleo del texto es Víktor Askenasi, su trabajo, su vida, la relación con su mujer y su hija estropeada por la aparición de otra mujer, ¿extraña?, su caída en la locura y finalmente un viaje en solitario que termina como no podía ser de otra forma.
La historia en sí es sencilla, la manera de contarla es compleja, a veces de una densidad inquietante, exuberante. Supongo que los detalles, que a veces pueden pesar como una losa sobre el lector, son los que redondean la historia en sí, las largas enumeraciones, las descripciones de su atuendo, de los objetos que lleva en los bolsillos, de las sensaciones que embargan su visión especial de la realidad, son las que nos dan la imagen fiel de la personalidad de Víktor Askenasi.
Inquietante, una novela realmente extraña y ambigua. No me gusta abusar del término símbolo (no usurpemos terreno a la teoría de la literatura). Sándor Márai juega con nosotros y nos va mostrando a su gusto la evolución del personaje:

El susto que le produjo ese sentimiento de pérdida era desproporcionado con la importancia de los objetos que había llevado consigo….

Aquella sensación de pérdida lo atormentaba tanto que ni por un instante dudó que el objeto extraviado, en el hotel o aun antes, fuera algo valioso e imprescindible.

Al principio podemos pensar que Víktor Askenasi no es más que un hipocondríaco, un maniático del detalle. Seguimos sus pasos y se nos presentan los sucesos más gruesos que jalonan su vida.
Su prosa, ora nos mantiene atrapados, ora nos confunde de forma deliberada.

La gente, e incluso uno mismo, se forma una idea precipitada sobre el carácter de cierta persona y luego esa persona se ve obligada a cargar con las consecuencias el resto de su vida…

Después el escritor nos desvela paso a paso la verdadera naturaleza del personaje.

… Pero no lograba dar con las palabras adecuadas para comunicarle la magnífica noticia. Aunque conocía las palabras hasta sus raíces más profundas y era capaz de seguir el rastro de las etimologías más oscuras, aunque trabajaba con las palabras como el albañil con los ladrillos, ahora le parecían instrumentos chapuceros, burdos e inútiles, hechos de una materia cruda y extraña.

Por momentos sufrimos altibajos, en un creciente sostenido, hasta el clímax final. Hay humor, sarcasmo (de qué otra manera se puede hablar del prejuicio), pero sobre todo hay dolor, el sufrimiento hasta el paroxismo de la locura.


5 comentarios:

  1. Me gusta mucho Sándor Márai y he leído cuatro libros suyos, pero concretamente este no está entre ellos. Mi favorito sigue siendo "La mujer justa" que fue el primero que leí y después releí para la tertulia del instituto.
    Tomo nota de este porque tu reseña hace que me apetezca mucho leerlo y además hace tiempo que estoy un poco alejada del autor.
    Un beso.

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  2. Tiene más altibajos que "El último encuentro". Ahora estoy leyendo un tercer libro de Sándor. Es, para mí, bastante adictivo. Es un escritor que reúne las dos cualidades fundamentales: entretenimiento y reflexión. Tomo nota del que dices, si lo encuentro en biblioteca lo comento.
    Besos.

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  3. Luis Manteiga Pousa3 de enero de 2021, 13:19

    La parte final,cuando está en la isla, es demoledora.

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  4. Respuestas
    1. Gracias por el apunte. En todo caso, confío en que mis lectores son inteligentes y conscientes de la fragilidad de mis opiniones.
      Un cordial saludo.

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