viernes, 15 de enero de 2021

Los bosques de Maine (circa 1846-1857), Thoreau.

 


El Estado de Maine viene a ocupar hoy en día una superficie semejante a la de Portugal. Aproximadamente el 90 % de su territorio son zonas naturales libres del hombre; de ahí que se le denomine “The Pine Tree State”. El paisaje denota su pasado glaciar, más de 5.000 ríos y más de 2.000 lagos. Es aquí donde transcurre la narración de Thoreau. Situémonos mediado el siglo XIX. No existía mapa topográfico para la gran mayoría de las tierras de los Estados Unidos.


Mi viaje me recuerda cuán sumamente nuevo es aún este país. Basta con viajar unos días al interior y las zonas alejadas de muchos de los antiguos estados para acceder a la misma América que visitaron los escandinavos… … vivimos solamente en las costas de un continente, y apenas sabemos de dónde provienen los ríos que mantienen a flote a nuestra marina.


Es difícil concebir una región no habitada por el hombre. Estamos acostumbrados a dar por sentada su presencia y su influencia por todas partes. Y en cambio no hemos visto la naturaleza en estado puro, si no la hemos visto así, vasta, pavorosa e inhumana, aun en medio de las ciudades.


Tres viajes, El Ktaadn, El Chesuncook, El Allegash y el East Branch, llevados a cabo en diferentes fechas. Yo no puedo ofrecer un estudio a fondo, simplemente mis sensaciones de lectura.

Tengo entendido que el primer viaje lo realizó mientras todavía estaba en Walden. Se trató de una escapada. Los otros dos viajes transcurren en 1853 y 1857.

Resulta curioso que Thoreau apenas nos habla de sus acompañantes, parientes y amigos, que suelen ser en definitiva los protagonistas de cualquier viaje; si acaso nos enteramos de ello por las notas al pie. Solamente en el tercer viaje nos habla con profusión de un personaje, el guía indio. Son viajes de varias semanas, a través de terrenos impracticables, lagos, presas, saltos de río, pinos, alces, insectos…

Thoreau se comporta como un botánico. El lector avezado se puede saltar las profusas descripciones de flora y fauna in temer al aburrimiento. Los que ya han disfrutado del maestro volverán a zambullirse en su fascinante filosofía.

Constantemente encuentra uno reflexiones sobre la naturaleza y la sociedad, a menudo sorprendentemente modernas.


… Los únicos caminos eran los creados por la Naturaleza, y los escasos alojamientos eran campamentos. Allí pues, uno ya no podía acusar a las instituciones y a la sociedad, sino que tenía que hacer frente a la verdadera fuente del mal.


Sobrecogen asuntos tan sencillos como dormir al raso.


Es sorprendente la impunidad y comodidad con las que alguien que siempre ha dormido en un lecho tibio en un apartamento cerrado, y ha evitado esforzadamente las corrientes de aire, puede echarse en el suelo sin protección, envolverse en una manta, y dormir delante de una hoguera en una glacial noche de otoño, tras un prolongado temporal de lluvias, y valorar e incluso disfrutar el aire fresco.


No encontraremos aquí aventuras vertiginosas como las de un London, sino reflexiones continuas acerca de la naturaleza y la posición que el hombre ocupa en ella.


Es difícil concebir una región no habitada por el hombre. Estamos acostumbrados a dar por sentada su presencia y su influencia por todas partes. Y en cambio no hemos visto la naturaleza en estado puro, si no la hemos visto así, vasta, pavorosa e inhumana, aun en medio de las ciudades. Aquí la naturaleza era algo salvaje e imponente, aunque hermoso. Yo observaba con reverencia el suelo que pisaba, para ver lo que los Poderes habían hecho allí, la forma y la materia de su obra. Esta era la Tierra de la que nos han hablado, salida del Caos y la Vieja Noche. No un jardín de alguien, sino el globo en su estado prístino. Ni césped, ni pastizal, ni prado, ni bosque, ni herbazal, ni tierra arable, ni páramo.


Disfrutaremos con sus espléndidas maneras de abordar temas que antes nos parecían tan manidos como la caza, y quedaremos sorprendidos por los tintes renovados que adquieren a través de su pluma.


Es verdad que estuve muy cerca de convertirme en un cazador y perdí la oportunidad; a la vista de lo cual, creo que podría pasar satisfactoriamente un año en el bosque, pescando y cazando únicamente lo bastante como para subsistir. Eso se parecería a vivir como un filósofo de los frutos de la tierra que uno hubiera cultivado, cosa que también me atrae. Pero lo de cazar al alce meramente por la satisfacción de matarlo ―ni siquiera por el cuero―, sin realizar ningún esfuerzo especial ni correr riesgo alguno, se parece demasiado a entrar por la noche al potrero de un vecino y ponerse a disparar contra sus caballos.


Una de las cosas que más me han gustado de la narración es la manera de Thoreau de contemplar la vegetación, los árboles, algo que está muy en boga hoy en día en el ámbito ecologista, mucho más con los continuos descubrimientos acerca de la inteligencia de los árboles.


Es curioso que sean tan escasos los que vienen al bosque a ver cómo vive y se desarrolla el pino, alzando hacia la luz los brazos de follaje perenne; a ver el perfecto resultado final, su triunfo. La mayoría se contenta con verlo bajo la forma de numerosos tablones llevados al mercado, ¡y considera que ése es el verdadero triunfo! Pero el pino no es más madera que lo que pueda serlo el hombre, y el ser convertido en tablas y casas no es su verdadero y más elevado uso, a menos que la utilidad más real del hombre sea la de ser cortado en pedazos y convertido en abono. Hay una ley superior que afecta a nuestra relación con los pinos lo mismo que con los hombres. Un pino talado, un pino muerto, no es más un pino, en el sentido en que el cadáver de un ser humano no es más un hombre.


Obviamente aquí me quedo corto a la hora de expresar todo lo que la narración sugiere.

Desconozco la trascendencia del maestro, pero supongo que es Thoreau un precursor, y como tal sus reflexiones nos pueden resultar extrañas al oído. Quién, antes que él, habló de la preservación de los bosques desde el punto de vista del poeta. Se trata de la conservación del bosque y la fauna en su naturaleza salvaje para las generaciones venideras.


Antiguamente, los reyes de Inglaterra tenían sus zonas de bosque como «repositorio de piezas de caza», para cazarlas por deporte o como alimento, y en ocasiones destruyeron aldeas enteras para crearlas o extenderlas. ¿Por qué nosotros, que hemos renunciado a la autoridad del rey y poseemos nuestras propias tierras, donde no hay necesidad de destruir aldea alguna, no habríamos de tener nuestros cotos de caza vedados, en los que el oso y la pantera, e incluso alguno de la especie cazadora pueda seguir existiendo, y no ser «civilizado de la faz de la tierra»? ¿Por qué no tener nuestras florestas, no meramente ya para conservar las piezas de caza del rey, sino para preservar también al propio rey, el amo de la creación, no por frívolo deporte ni como alimento, sino para inspiración y por nuestra verdadera re-creación? ¿O será que nosotros, como los villanos, las arrancaremos todas, saqueando nuestro propio territorio nacional?


Como conclusión solo decir que me ha encantado reencontrarme con Thoreau. No hay que acercarse a él como si fuéramos a leer una novela, porque no lo es. Solamente el lector despistado se sentirá decepcionado.


4 comentarios:

  1. He atravesado Maine en coche y creo que, salvo la autopista que cruza el paisaje, si se skeha uno unos metros de ella, los bosques siguen siendo tan salvajes como los describe Thoreau.
    Parece un ecologista del siglo XIX. Un ecologista avant la letre y con menos tonterías que muchos de los de hoy en día. Soy defensora del medio ambiente y como bióloga sé de la importancia de los árboles y de su conservación. De ahí a considerarlos inteligentes hay un paso que no daré nunca.
    Un beso.

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    1. Si ya conoces esos bosques de primera mano... Formidable. A mí Thoreau me fascina. De alguna manera a mí siempre me ha sensibilizado la naturaleza, por supuesto que no la conozco de esa manera. Lo de la inteligencia de los árboles supongo va encaminado hoy en día por sus capacidades evolutivas. La verdad que me gustaría saber más sobre biología. Tengo un manual en mi estantería, de los autores Raven-Evert-Eichhorn, en dos tomos, que voy ojeando a placer. Fíjate que tontería, empecé animado por conocer algo más a fondo el proceso de la fotosíntesis, que todos creemos conocer y que a estas alturas me doy cuenta de que significará probablemente el origen de la vida en la tierra.
      Gracias por tirar del hilo...
      Besos

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    2. No, la fotosíntesis vino mucho después del origen de la vida. La vida se supone que empezó hace unos 3800 millones de años y la fotosíntesis aparecería más de mil millones de años después. Es apasionante la evolución de esas primeras formas de vida unicelulares que fueron los únicos seres vivos hasta hace unos mil millones de años.

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    3. Mi formación es muy limitada, pero por puro disfrute voy aprendiendo. Fascinante el mundo de lo pequeño, tanto como el de la exploración del espacio:)

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