viernes, 12 de septiembre de 2025

La balada del café triste (1951), Carson McCullers.

 

Consta mi edición del relato largo La balada del café triste, y de seis relatos más, de carácter variopinto. Podría decir que son relatos prescindibles, pero nos apetece adentrarnos en el universo de la maestra. Dos de ellos tratan de música, lo cual no es ajeno al lector de Carson McCullers. Otros personajes son un tanto extraños, lo cual también nos encaja, un jockey en el crepúsculo de su carrera, un desconocido que le relata a un muchacho una historia sobre el significado del amor, un hombre que cuida de su esposa alcohólica.

Sucede que cada relato es un mundo en sí mismo. Parece a algunos lectores que la lectura de relatos es más suave y superficial; quizás sea más exigente que la lectura de novela, pues hay que hacerse con ambiente y personajes en un corto espacio de tiempo. Se pueden leer sin más objetivo que disfrutar. Inevitable detenerse en el más largo de todos, el que da nombre al compendio.

De nuevo topamos con personajes excéntricos. El personaje de la protagonista lo ocupa todo, Amelia, que podríamos definir como un marimacho. Es alta, fuerte, no solo viste como un hombre, sino que se comporta como tal. Es la más rica y poderosa del pueblo, pero también la más fuerte y temida entre todos sus conciudadanos.

Amelia atrae y se ve atraída por personajes extravagantes. Se casa con el hombre más díscolo del pueblo y su matrimonio apenas dura diez días. Desaparece el personaje para aparecer años después, tras hacer fama en el mundo de la delincuencia y un largo tránsito por la cárcel. De buenas a primeras aparece en el pueblo la tercera pata del triángulo amoroso, un enano deformado por una joroba con un carácter muy especial que encandila a nuestra Amelia. 


Solo la pluma de Carson McCullers puede generar un fantástico relato de semejantes mimbres. Un relato de cien páginas imprescindible, para degustar, diríase humorístico. Por mi parte, he subrayado multitud de fragmentos. He aquí uno cualquiera que habla del jorobado, y sirva para ilustrar lo bien que Carson envuelve a sus personajes:

 

Existe un tipo de personas que tienen algo que las distingue de los mortales corrientes; son personas que poseen ese instinto que solamente suele darse en los niños muy pequeños, el instinto de establecer un contacto inmediato y vital entre ellos y el resto del mundo. El jorobado era, sin duda alguna, de este tipo de seres. No llevaba en el almacén más de media hora, y ya se había establecido un contacto entre él y cada uno de los hombres.

 

Dicen por ahí que Carson describe el amor como nadie. Será por el destino que une a la extravagante protagonista, Amelia, con el enano jorobado que dice ser su pariente. Como dijimos, otro de los relatos del compendio tiene al amor como protagonista absoluto. En fin, no juzguen por fragmentos como este y lean cualquier clásico de McCullers. Es una auténtica pasada.

 

En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y este conocimiento le hace sufrir. No le queda más que una salida, alojar su amor en su corazón del mejor modo posible; tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante del que estamos hablando no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda; puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.

 

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