Iba
tras Ruido de fondo pero alguien se me adelantó en la biblioteca. Salgo de mis
clásicos para desperezarme y doy con esta novelita corta que me deja en su
primer capítulo (mejor diría capítulo 0 o prólogo) patidifuso. Un hombre en un
museo observa la proyección a cámara lenta de Psicosis, la película de
Hitchcok. Segundo capítulo (primero) y volvemos a la normalidad. Bien. Diálogos
inteligentes, una casa aislada en un paisaje desértico, un todo integrado a la
perfección en la seca agonía que rodea a los personajes.
Esto
es distinto, un retiro espiritual. La casa pertenecía a un familiar de mi
primera mujer. Estuve años viniendo por aquí de vez en cuando. A escribir, a
pensar. En cualquier otro sitio, en todas partes, siempre empiezo el día
conflictivamente, cada paso que doy en la calle de una ciudad es un conflicto,
las demás personas son un conflicto. Aquí es diferente.
La
novela se compone más que de hechos, de sensaciones. No será porque no lo avise
el autor:
La
verdadera vida no es reducible a palabras habladas ni escritas, por nadie,
nunca. La verdadera vida ocurre cuando estamos solos, pensando, sintiendo,
perdidos en el recuerdo, soñadoramente conscientes de nosotros mismos, los
momentos submicroscópicos.
No
quiero ni pensar en el número de lectores que se habrán rendido a las primeras
de cambio. Las solapas de la edición de Seix Barral significan un buen motivo
para seguir adelante, críticas sobre humanas del Boston Globe, The Independent,
The Times, de El País... ¡A ver quién se atreve a menospreciarla! A mí me ha
gustado, aunque me ha dejado un poco confundido. Voy a pensar que dichas
críticas tan encomiables provienen de novelas anteriores. Me sorprende (modo
sarcasmo) que haya tantos críticos y que todos estén tan de acuerdo. No puedo
menos que comparar Don DeLillo con los clásicos de siempre, pues como clásico
se le trata ya, y ponerlo al lado de Tolstoi, Stendhal o Hesse, en los que no
es difícil encontrar claras temáticas y obsesiones manifiestas que sobrevuelan
todas sus narraciones. Con Don DeLillo, y muchos otros autores modernos los
temas no están tan claros, no sé si es porque a los autores no les interesa
nada en concreto o porque prefieren centrarse en la misma prosa que tanto
encandila a los lectores incautos. Dicen por ahí que es el nihilismo moderno,
aunque yo no creo que los tiempos hayan cambiado tanto como para que la
literatura deje de presentarnos temas humanos.

El
núcleo de la novela, o eso pienso yo, se destapa justo a la mitad, cuando el
protagonista nos habla del Punto Omega, que es una teoría del padre Teilhard.
Aquí sí que consiguió captar toda mi atención.
―Un día
les hablé de la guerra. Iraq es un susurro, les dije. Estos coqueteos nucleares
que hemos estado teniendo con tal o cual gobierno. Pequeños susurros ―dijo―. Te
lo digo yo, esto va a cambiar. Algo se acerca. Pero ¿es esto lo que queremos? ¿No
es esto el peso de la consciencia? Estamos todos exhaustos. La materia quiere
perder la conciencia de sí misma. Somos la mente y el corazón en que esta
materia se ha convertido. Ya es tiempo de dar todo por concluido. Esto es lo
que ahora nos impulsa.
―Somos
una manada, un enjambre. Pensamos en grupos, nos desplazamos en ejércitos. Los
ejércitos vehiculan el gen de la autodestrucción. Una bomba nunca basta. El
borrón de la tecnología, ahí es donde los oráculos planifican sus guerras.
Porque ahora viene la introversión. El padre Teilhard lo sabía, el punto omega.
Un salto al exterior de nuestra biología. Plantéate esta pregunta. ¿Tenemos que
ser humanos para siempre? La consciencia está agotada. Toca ahora regresar a la
materia inorgánica. Eso es lo que queremos. Queremos ser piedras del campo.
En
fin, una escena de arte moderno que roza el absurdo, la pretensión de filmar un
documental abstracto, un protagonista que ya está de vuelta de todo, quizás lo
que pretenda el autor es hacer un fresco de la carencia de objetivos en este
nuestro primer mundo, o quizás, simplemente, es que pierdo el tiempo buscando
un tema que no tiene por qué existir. Leeré Ruido de fondo. Necesito leer algo
más de Don DeLillo para ofrecer un veredicto. Es una cuestión personal. Una
duda crece en mí, ¿acaso es necesario para triunfar hoy (me refiero al arte
literario, por supuesto, no económico) escribir a través de un estilo
manifiestamente complicado? McCarthy, Roth (quizás sea la excepción), Pynchon,
Gaddis… Así a bote pronto se me ocurre la comparación con Tolstoi o Kafka, en
cómo introducen los grandes temas que acosaron y acosarán a la humanidad sin
grandes alharacas estilísticas. Ahí queda el debate abierto. Corríjanme.
La complejidad ya la explotó bien Faulkner, y luego otros le han ido imitando. Lo que pienso es que, o escribes un relato de convencional forma y estructura (llano y transparente en apariencia, aunque tenga más capas ocultas entre líneas), o, si te vas a poner “estupendo” jugando a la abstracción y las deformidades, que sea para añadir auténtico significado al texto. O para “narrar lo inenarrable a lo que el lenguaje común no llega”, si es que eso existe como nos han querido vender.
ResponderEliminarY no para cubrir con un estilo rebuscado tu impotencia para contar una buena historia, como denunciaba Somerset Maugham en su tiempo. Y que me temo que es la treta más común hoy en día, también.
A riesgo de ponerme yo “estupendo”, afirmaría que esa imposición del estilo alambicado que subrayas, procede de una alienada conciencia humana que (en Occidente al menos) se ha diluido en lo material hasta reducir el fondo a la forma; la poesía a un anecdotario esteticista sin introspección ni lírica alguna; la narrativa al inane extrañamiento estilístico como disfraz del (muchas veces) vacuo espíritu de quien la perpetra. Y en general, el arte a un tiburón metido en formol que (pese a la desidia de quien no duda en comprarlo, pese a todo) termina por pudrirse a la larga, y hay que sustituir por otro idéntico. Y claro, ese es el negocio...
"Ready made" y obsolescencia programada,también en el arte.
Al final (salvo por excepciones) la firma es lo que vale a la hora de vender, hoy más que nunca.
Por eso, más que nunca también, hay que saber muy bien lo que uno compra (y lee).
Por suerte, sigue habiendo bibliotecas.
Saludos.
P.D
Me gustó tu blog “sin academicismos”. No son imprescindibles, salvo que publiques un ensayo en papel. Me asomaré de vez en cuando.
Te invito al mío si quieres asomarte:
www.paraguascongoteras.blogspot.com.es
Transcribo lo que dices. No hubiera sido capaz de decirlo mejor.
EliminarMe paso por tu blog comopañero.
Saludos de Año Nuevo.
Igualmente, feliz año y gracias por la visita. Vuelve cuando quieras, considéralo tu casa.
ResponderEliminarSaludos.