martes, 20 de noviembre de 2018

La nariz (1836), de Nikolái Gógol




Monumento a "la nariz" de Gógol en Kiev

En el mundo ocurren verdaderos disparates. A veces, sin la menor verosimilitud; súbitamente, la misma nariz que andaba de un lado para otro con uniforme de consejero de Estado y que tanto alboroto había armado en la ciudad volvió a encontrarse como si tal cosa en su sitio, es decir, exactamente entre las dos mejillas del mayor Kovaliov.

Una mañana un barbero se encuentra una nariz entre su pan del desayuno. Fíjense que la reconoce como la nariz del mayor Kovaliov, uno de sus clientes. Asustado por la perspectiva de nefastas consecuencias, sale a la calla con la intención de desprenderse de ella arrojándola al Nevá, pero se ve sorprendido por un policía. Mientras tanto el mayor Kovaliov se despierta y cuando descubre la ausencia de su nariz corre a la policía a denunciarlo. De camino se encuentra con su nariz, que resulta ser un Consejero de Estado. Naturalmente no puede vencer las diferencias de escalafón y no se atreve a establecer comunicación con ella. Trata de poner un anuncio en el periódico, infructuosamente. Regresa a casa desesperado pero cuál será la sorpresa cuando se encuentra en su casa con un policía para devolverle su nariz, de manera que todo volverá a la ¿normalidad? Quien tenga problemas con el spoiler que se abstenga de leer este relato, porque este relato se ha escrito para disfrutar con el camino, no con el destino.

Aunque, sin embargo, con todo y con ello, si bien, naturalmente, se puede admitir estoy y lo otro y lo de más allá, es posible incluso… Porque, claro, ¿dónde no suceden cosas absurdas? Y es que, no obstante, si nos paramos a pensar, seguro que hay algo en todo esto. Se diga lo que se diga, sucesos por el estilo ocurren en el mundo. Pocas veces, pero ocurren.

¿Estamos ante un relato estúpido? ¿absurdo? ¿humorístico? ¿mordaz?
Se dice que Gógol es el gran maestro del realismo. Desde luego que el escritor se vale de todas las artimañas del realismo para ofrecernos la más exquisita verosimilitud en el contexto más disparatado posible, así que habría que decir que Gógol es también un maestro de lo fantástico.
¿Y cuál fue el verdadero plan de Gógol? ¿Construir una fabulosa caricatura de la sociedad rusa? ¿Hacernos reír de nosotros mismos sin saberlo? Probablemente es lo mismo que busca en todos y cada uno de los llamados relatos peterburgueses, y probablemente no existe otra manera tan genial u original de hacerlo.
Décadas después un tal Franz Kafka escribirá La metamorfosis, marcando uno de los hitos de la literatura contemporánea. Pero Kafka retrata la angustia del individuo acosado por la sociedad, mientras que Gógol, a la manera de la sátira clásica, define los defectos del individuo, la vanidad, la ambición, la hipocresía…
No puedo sino quejarme al viento de no haber conocido hasta ahora los relatos peterburgueses de Gógol. Mientras leo, reflexiono, ¿por qué me habrá pasado desapercibido hasta ahora el gran maestro ruso? No dudo de mis deficiencias, que muchas y hondas son (de aficionadillo), pero ¿habrá sucedido que Tolstoi, Dostoievski o Chéjov lo hayan eclipsado?, o ¿habrá sucedido que la historia no haya sido lo suficientemente justa con el genio de Gógol? Tiendo a decidirme por esta última cuestión porque no seré yo quien ose restarle galones al maestro de maestros.

6 comentarios:

  1. Son un montón de variables las que hacen que un escritor publicado se imponga en el tiempo sobre otro. Convengamos que el editor, o quien corre con el riesgo y los gastos de publicar la obra, y luego el público, que determina si se hacen más impresiones, si se hacen traducciones, si se lleva al cine, etc. Es decir, "el mercado". Para mí, por decirte, la obra de Cortázar es mejor que la de García Márquez, pero a Julio no le otorgaron ningún premio. Sin embargo, Alfaguara sigue publicando cada tanto alguna cosa reedición fresca del argentino.

    Habría que estar allá, inmersos en la sociedad de ese momento, para poder hacer un juicio sobre Gógol y su repercusión. Mas, en todo caso, queda el disfrute que tiene el lector cuando da con su escritor, que no tiene precio.

    Ahí en la línea, por si quieras darle una vuelta:

    Dice: Mientras tanto el mayor Kovaliov se despierta y cuando descubre la ausencia de su nariz corre a la policía a denunciarlo
    Sugerencia: Mientras tanto, el mayor Kovaliov se despierta y, cuando descubre la ausencia de su nariz, corre a la policía a denunciarlo

    D: De camino se encuentra con su nariz, que resulta ser un Consejero de Estado.
    S: De camino, se encuentra con su nariz, que resulta ser la de un Consejero de Estado.

    D: Naturalmente no puede vencer las diferencias
    S: Naturalmente, no puede vencer las diferencias

    D: Trata de poner un anuncio en el periódico, infructuosamente.
    S: Trata de poner un anuncio en el periódico, pero infructuosamente. / Infructuosamente trata de poner un anuncio en el periódico. /

    D: Regresa a casa desesperado pero cuál será la sorpresa cuando se encuentra en su casa con un policía para devolverle su nariz, de manera que todo volverá a la ¿normalidad?
    S: Regresa a casa desesperado, en donde para su sorpresa, se encuentra con un policía queriendo devolverle su nariz. ¿De manera que todo volverá a la normalidad?

    Un abrazo.

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    1. Buena reflexión acerca de los clásicos. En ese tipo de reflexiones caigo yo frecuentemente. Las circunstancias que cuecen cada clásico son distintas.

      Un abrazo de vuelta

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  2. Qué decir más, con la hondura del razonamiento de Silvio. Pero en mi caso, me conmueve imaginar aquellas obras de indudable mérito que no vieron nunca la luz. Muchos de los clásicos que adornan nuestros anaqueles, tuvieron un periplo muy tortuoso y fueron rechazados una y otra vez. El Ulises de Joyce quizá sea el caso más paradigmático. Recuerdo a Onetti, el uruguayo, que se sonreía cada vez que le hablaban de los agentes literarios. Recordaba su vagar por las calles, buscando una linotipia, y con el trabajo impreso, venía el ruego clamoroso para que un librero te dejase un hueco en el que exponer "tu querido niño". O la fabulosa Conjura de los necios, que el tesón de una madre colocó en las estanterías de la eternidad.

    Me ha encantado la recensión que has hecho del relato de Gogol. Yo hace tiempo que lo descubrí, y me encanta por su originalidad. Sus relatos nos ponen ante el azogue de nuestras debilidades. Y quizá me pase como a ti, Rubén, que busco en los clásicos lo que no encuentro en el presente. Hay salvedades, pero por norma general, se huele en la celulosa la naftalina mercantilista. Con todo, para ser justos, existen las editoriales que buscan otro referente al dar en la diana de las ventas.

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    1. O quizás suceda que los clásicos sirven perfectamente para ilustrar o entender mejor nuestro presente, pues los verdaderos clásicos son intemporales. Por eso se puede reflexionar mucho acerca de la gestación de los clásicos, pues los hay que han llegado a tal condición no por esa universalidad sino por otros motivos. Estos días, por ejemplo, estoy ojeando Os Luisíadas, un clásico portugués... que lo es no por su universalidad sino por su trascendencia... o así opino yo. Es complicado.
      En cuanto a lo que dices de las editoriales... he llegado a la conclusión de que la mejor opción es ignorar.
      Un abrazo

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  3. Me ha fascinado el haberte hallado he disfrutado de tu texto

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    1. Se agradece el interés. Un saludo y gracias por el comentario que le hace a uno sentirse acompañado.

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